Miguel Sempere.
No hay dogma más inconsistente, con menos base real, pero mantenido con mayor histeria que el que niega la relación entre la violencia machista -también llamada violencia de género- y la inmigración. Sin embargo, los datos son contundentes y clarificadores: esa relación es clara, estrecha, continuada y va en aumento.
En el año 2018, el 38,6% de los agresores en casos de crímenes de violencia de género fueron extranjeros. Se trata de una tendencia constantes: en el año 2017 el porcentaje fue del 33,3, en el 2015, del 35,6, en el 2012, del 32,7 y en el 2011, del 31,5. Sólo en el año 2015 ese porcentaje bajo del 30% y se situó en el 26,7%.
Los datos se elevan sustancialmente si se tiene en cuenta dentro de los españoles a los nacionalizados, dada la facilidad con que se consigue la nacionalidad española. En el caso del año 2018, hemos investigado a través de fuentes policiales y si a los inmigrantes se suman los inmigrantes ya nacionalizados el porcentaje supera el 50%.
La relación entre violencia machista e inmigración es manifiesta: una inmigrante o una española tiene seis veces más posibilidades de ser asesinada si establece una relación con un extranjero que con un autóctono.