Virginia Montes.
Nuevos impuestos sobre los combustibles han llevado a la sublevación de Francia en un movimiento espontáneo que no está liderado ni por los partidos políticos ni por los sindicatos. Es el llamado movimiento de los «gilets jaunes», los «chalecos amarillos». Hoy los problemas circulatorios ya son importantes en París y en otras ciudades como Toulouse, Perpiñán y Aviñón. Los piquetes que cortan las carreteras se han organizado en los días previos de manera informal con reuniones en los parkings, también se han previsto operaciones «caracol» de automovilistas que quedan para ir circulando lento a fin de generar atascos. Se reporta ya un manifestante muerto en Pont-de-Beauvoisin en Savoie y otros veinte heridos en incidentes entre quienes quieren usar su coche para llegar al trabajo y los huelguistas.
na encuesta de Odoxa para Le Figaro muestra que una gran mayoría de los franceses apoya el movimiento: el 74% está a favor. La ira es transversal, el malestar y el apoyo se da en votantes de todos los partidos. Según la citada encuesta, el 15% de los franceses planeaba participar en la protesta, de una manera u otra. En malestar es más fuerte en las áreas rurales, cada vez más distanciadas de Emmanuel Macron, y en los barrios. De fondo, hay un malestar creciente con la figura y las políticas de Macron. El Elyseo está acordonado por temor que la protesta termine dirigiéndose hacia el Palacio presidencial.