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“Jesús de Vascaret” o la iglesia nacionalista vasca (IV): Pastorales y “pastores” de la iglesia nativa. Caso Añoveros, Blázquez, Setién, Uriarte.

Redacción




José Manuel Lestón.

Cambiando de tercio, allá por el año 1974, concretamente el 24 de febrero, Monseñor Añoveros Ataún (natural de Pamplona), al frente de la diócesis de Bilbao desde diciembre del 71, publica una pastoral de claro tinte separatista. La homilía se pronunció en todas las iglesias de la Diócesis de Bilbao y supuso un grave enfrentamiento entre la Iglesia y el ya débil régimen franquista de la época. Estamos hablando del famoso “caso Añoveros”. En aquella pastoral se reivindicaba abiertamente tanto el uso del euskera como el hecho diferencial de las Vascongadas. No en vano se titulaba “El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos”, que no para los ciudadanos. ¿Entienden la diferencia?. Como verán se habla del “pueblo vasco” como un sujeto político.

A continuación cito entrecomillado aquel texto, nada ingénuo en cuanto a su planteamiento separatistoide, al quedar finalmente en el olvido el plano espiritual y universal que toda pastoral debiera tener. “Uno de los problemas que dañan más seriamente la convivencia ciudadana en el País Vasco…es el, así llamado, problema vasco…El pueblo vasco tiene unas características propias,…una lengua milenaria. Esos rasgos peculiares dan al pueblo una personalidad específica…El pueblo vasco…tiene el derecho de conservar su propia identidad…dentro de una organización sociopolítica que reconozca su justa libertad. Sin embargo…el pueblo vasco tropieza con serios obstáculos para poder disfrutar de este derecho. El uso de la lengua vasca…está sometido a notorias restricciones…La Iglesia, para anunciar y hacer presente la salvación de Cristo, …tiene que exhortar y estimular para que se modifiquen convenientemente (…) las situaciones en nuestro pueblo (…)”.

Como ven, ninguna referencia al terrorismo de Eta, muy presente desde su primera aparición “física” allá por el año 68 (Pardines), como factor dañino real para la convivencia ciudadana en aquel territorio. Sin embargo, se expresa claramente la existencia de una opresión hacia el pueblo vasco, víctima de notorias restricciones, exigiendo el reconocimiento práctico de sus derechos, dentro de una organización sociopolítica ajustada a sus peculiaridades, con objeto de preservar su propia identidad. Curiosamente es en el último párrafo donde se afirma que el papel de la Iglesia, para predicar y hacer presente la salvación de Cristo, ha de ser el de estimular un cambio ante aquellas situaciones/restricciones padecidas por el pueblo vasco (salvífica afirmación, como las afirmaciones “iniciáticamente pastorales” ya descritas por el fundador del nacionalismo vasco).

“Ya en 1975, con motivo de la huelga de Potasas, 28 curas protagonizan un encierro en el obispado de Pamplona” (Fuente: DMD).

Por otra parte, en enero de 1992, tras una redada contra Eta en el sur de Francia, ingresaron en prisión siete detenidos por orden de la juez Le Vert. Entre ellos figuraba el cura párroco de la localidad francesa de Espelette, Pantxoa Garat. No es ningún secreto la relación de una parte del clero vascofrancés con Eta. En aquel año las autoridades antiterroristas francesas ya tenían conocimiento del colaboracionismo de sacerdotes franceses con la banda terrorista. También en el 92 el arcipreste de Irún y Fuenterrabía, José Ramón Treviño, fue condenado a tres años de prisión por esconder a dos etarras en su iglesia (por colaboración con banda armada). De ahí que con cierto ingenio se le apodara el “arcipreste de Eta” (que no de Hita). Ya con anterioridad a este suceso, y estando destinado en la parroquia de Azpeitia (1976-81), tuvo en la casa cural relación entre otros con “Paterra”, extraña forma de realizar si me lo permiten ‘ejercicios espirituales’.

Por otro lado, en relación a Monseñor Blázquez, el clero de Vizcaya (representado por el Consejo Presbiterial de la diócesis) le desaconsejó en su momento (enero de 1998) que oficiase como obispo de Bilbao funerales por las víctimas de Eta, tras antes haber pedido a ese órgano (noviembre de 1997) su opinión al respecto, en base a las críticas recibidas por presidir los funerales del edil del PP Miguel Ángel Blanco y del ertzaina Daniel Villar. Recordemos que la tradición de su antecesor en la diócesis, Luis María Larrea, imponía no presidir los funerales por las víctimas. De ahí que la actitud de su sucesor resultara teórica y manifiestamente contraria. Sin embargo, de alguna manera Blázquez se amoldó finalmente al nacionalismo vasco al ser uno de los firmantes de la pastoral “Preparar La Paz” (2002), texto por el cual los obispos vascos manifestaban su preocupación por la posible ilegalización de Batasuna, tras la aprobación de la Ley de Partidos.

En aquella pastoral se decía lo siguiente: “La Iglesia aboga…por la comunicación entre los diversos grupos políticos a través de un diálogo…Cerrarse al diálogo equivale a renunciar a la paz verdadera, que no consiste en la victoria, sino en el acuerdo…La sociedad tiene el derecho y el deber de defenderse frente al azote terrorista. Ha de utilizar en esta defensa todos los medios que sean a la vez moralmente lícitos y políticamente correctos…Ni siquiera los mayores malhechores pueden ser objeto…de malos tratos y, menos todavía, de la aplicación de la tortura…Legisladores, gobernantes, jueces y Fuerzas de Seguridad han de mantener en este punto un cuidado siempre diligente. Resulta preocupante escuchar voces autorizadas de personas y organismos (“Amnistía Internacional”, “Gesto por La Paz”) que aseguran que no siempre se respetan debidamente estos límites que nunca deberían ser franqueados. La pacificación de este país entraña…la desaparición de Eta. Pero…para comprender y sortear las dificultades para la paz en nuestra tierra es preciso enfocar correctamente otra realidad: …la coexistencia de identidades nacionales total o parcialmente contrapuestas y, a veces, conflictivas…Esta pluralidad conflictiva de identidades está reclamando el hallazgo de una fórmula de convivencia…No vemos otro camino que respete las identidades y prepare la paz. El afecto por la casa común no puede ser impuesto. Se malogra cuando quiere imponerse por la fuerza ciega o por el puro imperio de la ley. Es preciso gestionar esta pluralidad de identidades contrapuestas para no convertirla en “guerra de identidades”. Nadie ha de subestimar las señas peculiares de este país, como son, entre otras, la lengua y la cultura, ni alimentar en su espíritu la sospecha de que la connivencia con el terrorismo anida…en el corazón de un nacionalista. Son numerosos los nacionalistas que…se sienten justamente heridos cuando…se confunde frecuentemente nacionalismo con terrorismo…El Gobierno español, apoyado por otras formaciones políticas, se ha propuesto firmemente la reforma de la “Ley de Partidos”…ha expresado su deseo de disponer pronto de un instrumento legal que pueda permitir la ilegalización de Batasuna por vía judicial…No nos incumbe valorar…un proyecto legal que despierta adhesiones y críticas…Tampoco podemos prever todos los efectos de signo contrapuesto que podrían derivarse de su aprobación y eventual aplicación. Pero nos preocupan, como pastores, algunas consecuencias sombrías que prevemos como sólidamente probables y que, sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y Eta, deberían ser evitadas. Tales consecuencias afectan a nuestra convivencia y a la causa de la paz. La convivencia, ya gravemente alterada ¿no sufriría acaso un deterioro mayor en nuestros pueblos y ciudades?. Probablemente la división y la confrontación cívica se agudizarían. No vemos cómo un clima social así pueda afectar favorablemente a la seguridad de…los amenazados. Más bien nos tememos que tal seguridad se vuelva, lamentablemente, más precaria. Optar por la paz significa…Una política penitenciaria que permitiera a los presos cumplir su condena más cerca de sus lugares de origen…”.

Independientemente de que la pastoral exhorte a la banda terrorista a su disolución y al resto a seguir el lema “Entre todos paz para todos”, con el fin de encontrar un punto de encuentro común, no me negarán la presencia en la parte extractada de la misma de ciertas sutilezas, que dan por hecho supuestas realidades que no lo son en absoluto. Su propuesta de paz es insuficiente y por ello no plenamente democrática, al partir de premisas de tendencia claramente nacionalista, expresadas mediante un lenguaje partidista (cuando no, terrorista). Basta leer lo extractado para percatarse de ello (“diálogo”,  “pueblo”, “problema vasco”, “identidades nacionales contrapuestas y conflictivas”, “guerra de identidades”, “tortura” y a continuación remarcado en mayúsculas entre otras profesiones “Fuerzas de Seguridad” para que no haya dudas; “el afecto por la casa común…se malogra…por el puro imperio de la ley”; distinción entre nacionalismo y terrorismo; y, por último, política penitenciaria de acercamiento de presos). Como ven está presente el diálogo, es decir la negociación, para resolver un conflicto, en aras de una paz que “no consista en la victoria sino en el acuerdo”, para lo cual hay que acercar a los presos a las cárceles vascas, pero claro no se les puede pedir a cambio su colaboración con la justicia para resolver 358 crímenes aún sin juzgar, petición que consolidaría la derrota definitiva de Eta, al resultar punibles todas sus fechorías. En cualquier caso, esta pastoral no podría ni debería hacer nunca una distinción entre nacionalismo y exclusión, ni tampoco -como ya hizo más arriba- entre nacionalismo y terrorismo, simple y respectivamente porque no contempla ni el factor excluyente ni el factor terrorista como factores integrantes de la doctrina nacionalista-supremacista vasca, obviando que el nacionalismo de por sí es excluyente al ser conflictivamente separatista. Cuando realmente deje de serlo será integrador y democrático. De ahí la expresa “cojera” del texto obispal.

Por ello, a estas alturas “poco celestiales”, a nadie le pueden sorprender las actitudes y posturas de complacencia con el entorno de eta y, al mismo tiempo, de vacío hacia los no nacionalistas, adoptadas y manifestadas por ciertos obispos. Pero quizás una de las épocas más sangrantes, en relación al rol de la iglesia vasca en el mal llamado “conflicto vasco”, corresponda a la etapa de monseñor Setién, concluida felizmente en el año 2000. Para observar el contexto circundante cabe decir que de aquellos años eran los entierros nocturnos de guardias civiles y policías saliendo por las puertas traseras de las iglesias, para acabar recibiendo como delincuentes sepultura “de madrugada” (libro de María San Gil, “En la mitad de la vida”, de 2011). La popular también relata la imagen de Setién pasando de largo delante de los hijos del secuestrado José María Aldaya, cuando estaban concentrados pidiendo la liberación de su padre. En aquella ocasión ni se dignó a mirarlos, no recibiendo ellos el ánimo y consuelo cristiano pertinente. Archiconocida fue su prohibición de banderas españolas dentro de las iglesias (“norma” ya existente como tal y con anterioridad en algunas iglesias vascas -años 60) durante los funerales sobre féretros de guardias civiles asesinados. Sin olvidar su negativa ante la petición recibida de ceder la catedral del Buen Pastor para celebrar el funeral del senador Enrique Casas. Curiosamente su actitud contrasta con el hecho de que cediera a las madres de presos de Eta los bajos de dicha catedral para sus “encierros”. Claro está que con la respuesta dada en su día a María San Gil, manifiestamente cómplice con cierta parte de su feligresía, no podía comportarse de otra manera: ¿donde está escrito que hay que querer a todos los hijos por igual?. También cabe recordar que el prelado donostiarra se posicionó a favor de la negociación y del derecho de autodeterminación. Un ejemplo clave de ello es el referirse a los terroristas como revolucionarios en su libro “Un obispo vasco ante Eta”, publicado en 2007. Su actitud de complacencia con Eta y de desprecio hacia sus víctimas no podía ser compatible con la caridad cristiana. Finalmente este selectivo pastor de ovejas “descarriadas” fue prejubilado por el Vaticano anticipada y forzosamente, renunciando a sus obligaciones diocesanas por problemas de salud, cuando aún le quedaban por límite de edad 3 años al frente de la Diócesis. Su sucesor, Juán María Uriarte, otrora sustituto de Añoveros en Bilbao, en menor medida también “apuntaba maneras”. Éste, proclive a un diálogo con Eta ‘discreto’, sostuvo en su día que “las víctimas no deben determinar el proceso de paz” (se le olvidó decir que menos aún sus verdugos). Sin embargo, abogaba por una más humanizada política penitenciaria para con los presos de Eta. También deseó que el Estado pidiera perdón a Eta por haberse ‘propasado’ (si cabe lo debería hacer exclusivamente con las familias de los fallecidos y no con una organización criminal y mafiosa que exclaviza a la insurgente juventud vasca). Así es como se concede a la organización Eta la interlocución que no debe tener una banda terrorista, favoreciéndose con ello una tortuosa negociación política. Toda una engañifa para cualquier demócrata.

Bien es cierto que en el tema sucesorio por fin se optó por jóvenes obispos formados en seminarios fuera del P. Vasco, para evitar la contaminación nacionalista reinante. A Uriarte en San Sebastián le sustituyó José Ignacio Munilla (2009). Y en Bilbao se puso a Mario Iceta (2010), sustituyendo a “un tal Blázquez”, como le describió Arzalluz en su día despectivamente. Ambos fichajes son de origen vasco y hablan euskera. Su único pecado, un pecado venial, es no ser nacionalistas. Todo un “avance” en principio para despolitizar al clero vasco, cosa arduamente difícil, máxime cuando desde las filas nacionalistas se pretenden prelados de la tierra que, además de vascoparlantes, sean abertzales. De momento se les ha complacido en las dos primeras cosas. Veremos cómo va la historia, aunque es de esperar que la renovada jerarquía eclesiástica vasca se amolde en cierta medida al controlador ambiente circundante, tanto en lo político (incluido el actual proceso de paz) como en lo supuestamente espiritual. No esperen por tanto que el nacionalismo vasco renuncie a que “su” Iglesia pastoree/presida “su” Comunidad. Curioso es que no haya habido entre las víctimas mortales de Eta ningún clérigo ‘vasco’. Sí que años atrás hubo quien tuvo que abandonar su parroquia por la presión nacionaleclesiástica sufrida, siendo el primer cura con escolta en el País Vasco. Estamos hablando del párroco de la localidad vizcaína de Maruri, Don Jaime Larrinaga. En aquel momento concelebró una misa de despedida con Antonio Beristain, profesor y jesuíta que también llevó escolta en su día.

La díscola iglesia vasca y la “feligresía” que la acompaña proseguirán con su función, reveladoramente rebelde y extraordinariamente “redentora”. Es lo que tiene aquello que alguien denominó en su día como la “eusko-moral cristiana“. Allí todo es compatible. El clero “vasco”, al igual que el propio nacionalismo, también “se autodetermina”, sin querer ambos reciclarse para una necesaria autocatarsis.que los sane definitivamente de tanta inmundicia.

Lo que subyace de lo que yo llamaría el ‘caso Munilla’ apunta al hecho de que no interesa una iglesia vasca laica o “políticamente aconfesional”, si me permiten la expresión, por lo menos para los nacionalistas vascos. La iglesia vasca es partícipe de otro régimen, el aranista, como la iglesia española lo fue del régimen franquista. Piensen que ya, por lo menos, desde el Concilio Vaticano II el clero vasco, repetidas veces, se ha posicionado contra cualquier atadura o subordinación de ‘su iglesia’ al Estado, manifestando así su rechazo a toda jerarquía eclesiástica que sirviera de sostén al régimen de Franco mediante el Concordato, en un permanente intento de conservar cierta independencia, y también como medio de liberarse de la dictadura. Lo curioso es que en democracia pretendan mantener el mismo tinglado que criticaron, simplemente para afianzar su propio y excluyente régimen. Ésa es la coherencia que algunos practican. Por tanto, como ya se ha visto antes, no es la primera vez que la curia ‘nativa’ expone un manifiesto contrario a la debida jerarquía eclesiástica. Esa oposición a la estructura jerárquica de la Iglesia volverá a hacerse presente con motivo del nombramiento (el 21 de Noviembre de 2009) de Munilla como obispo de SS, teniendo éste un fiel y firme opositor en la figura de José Arregui, activo representante del hegemónico clero “local”. En un artículo del teólogo de la liberación y franciscano por aquella época, publicado en Deia, Arregui asegura que dicho nombramiento responde a la pretendida política vaticana de restauración de la Iglesia preconciliar, la cual pretende el sometimiento de las diócesis vascas al proyecto eclesial, político y teológico imperante en el episcopado español. Incluso va más allá al acusar a Munilla de nacionalista español y antinacionalista vasco (Fuentes, entre otras: artículo de religionenlibertad.com, del 10 de diciembre de 2009, titulado “El clero nacionalista acusa a Munilla de nacionalista español y antinacionalista vasco”; y artículo de libertaddigital.com, bajo el título “El líder de la revuelta contra Munilla deja el sacerdocio ante el nuevo giro de la iglesia vasca”, 2010/09/02).

Siguiendo en esta línea se hará público un Manifiesto (en diciembre de 2009) de muchos párrocos y arciprestes de Guipúzcoa (131), por igual motivo: el nombramiento de Munilla como obispo por parte del Papa Benedicto XVI. En el manifiesto, crítico hacia el nuevo obispo, se dice que éste “en modo alguno es la persona idónea para desempeñar el cargo de Obispo y Pastor de nuestra Diócesis”. Manifiestan los firmantes su apoyo a la línea pastoral marcada hasta la fecha, viendo en el movimiento del Santo Padre un pretendido cambio de rumbo en la diócesis de SS que no desean. Está claro que la salvación del pueblo vasco, como ya apuntaba Sabino en sus escritos, pasa irremediablemente por un catolicismo nacionalista pastoreado en las diócesis vascas por pastores y pastorales “afines”. Así está el redil. ¿Y por qué?. Porque es intolerable un Pastor/Obispo desafecto al Régimen Nacionalista Vasco (RNV). Según expresó en su día Josu Erkoreka, las reacciones a este escrito-manifiesto se centran “en vituperar sin piedad al colectivo de firmantes, acusándole de anteponer la política a la fe y de haber actuado en cómplice cercanía con el terrorismo de Eta”. Actualmente son curiosas estas declaraciones (¡maldita hemeroteca!) si las comparamos con el último comunicado de los obispos vascos, mediante el cual “piden perdón por ciertas complicidades de la Iglesia”. Entre ambos escritos sólo ha pasado casi una década. Juzguen ustedes el cinismo del nacionalcatolicismo vasco cuando actúa en conjunto, con tal de salir siempre indemne de sus propias anomalías. Finalmente hago mías las palabras de Erkoreka pero en sentido inverso al de su exposición, y también las entrecomillo: “Si para apoyar al rebaño hay que vituperar con tanta inquina al pastor que lo va a cuidar, es evidente que algo no marcha bien” (Fuente: publicación de Josu Erkoreka en su blog -josuerkoreka.com-, del 22 de diciembre de 2009, bajo el título “¿Quién defenderá al presbiterio guipuzcoano?”). Queda claro que para el nacionalismo vasco hay que proferir el canto de la oveja y decir “beeee” a todo.

Recordemos que, después de toda esta campaña orquestada en su contra, Monseñor Munilla finalmente tomó posesión de su cargo el 9 de enero del 2010, con un mensaje conciliador en su primera homilía, celebrada en la catedral del Buen Pastor, siendo arropado en la ceremonia por una treintena de obispos. Allí los ausentes fueron los nacionalistas y Setién, no así una nutrida representación del clero nativo (incluido el sector crítico). Recordemos que Munilla tras el fallecimiento del “histórico” prelado donostiarra aún tuvo, como gesto de su probada elegancia, palabras de agradecimiento hacia su predecesor.

Continuando con la polémica suscitada años atrás por el referido y controvertido nombramiento, casi un centenar de curas guipuzcoanos (96), como ya hicieron antes de su toma de posesión, publican y firman una vez más una carta contra el obispo Munilla, datada en SS el 14 de julio de 2014, en la que manifiestan que el prelado gobierna la diócesis como un feudo suyo. En dicha misiva acusan al citado obispo de romper con las líneas del trabajo previo a su nombramiento marcadas en la diócesis por su antecesor Monseñor Setién, en el cargo desde 1980, y en menor medida por su inmediato sucesor Monseñor Uriarte. Según el ‘ambiente’ reinante en la iglesia vasca debía de haber ejercido como discípulo fiel de los referidos obispos nacionalistas. Para sostener tamaña acusación esgrimen como argumentos los siguientes ejemplos: la aceptación de sacerdotes “foráneos”, procedentes de otras diócesis; homilías, actividades y escritos sobre la pacificación de nuestro pueblo; y la utilización del idioma castellano en la Diócesis (como si no existieran “erdaldunes” -castellanohablantes- entre la feligresía). La composición de los firmantes está representada por 5 arciprestes, 42 párrocos y un grupo de sacerdotes coadjutores y jubilados. Firman entre otros el célebre José Ramón Trebiño (o Treviño), y dos ex vicarios con Uriarte -Patxi (Francisco) Aizpitarte Mendía y Felix Azurmendi Ayerbe (éste último colaborador de Gara). Casualidad que en concreto estos religiosos ‘abertzales’ respaldaran en su día al líder de la revuelta contra Munilla, José Arregui, hoy en día ex franciscano tras colgar los hábitos de aquella, por discrepancias con la gestión del actual obispo de SS (Fuentes: elcorreo.com, artículo publicado el 29/07/2014, bajo el título “Un centenar de curas guipuzcoanos firman una carta contra el obispo Munilla”; artículo de periodistadigital.com del 30 de Julio de 2014, titulado “Los curas abertzales cargan contra el obispo de SS porque habla en castellano…y otras milongas”).

Cabe recordar un caso homólogo o similar en Cataluña cuando se produjo una rebelión de curas catalanes bajo el eslogan “volem bisbes catalans” (queremos obispos catalanes), en relación al nombramiento por parte de Roma de Marcelo González Martín como arzobispo de Barcelona (enero de 1967). Finalmente Roma le trasladó a Toledo en 1971, triunfando así aquella rebelión. Casualmente Marcelo fue uno de los mentores de Munilla en el seminario de Toledo (Fuente: Religión Digital -periodistadigital.com, “Los sacerdotes de San Sebastián, contra Munilla”, 15 de diciembre de 2009).