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“Jesús de Vascaret” o la iglesia nacionalista vasca (III): La reforma conciliar y su repercusión identitaria. Ecos del proceso de Burgos.

Redacción




José Manuel Lestón.

Obviamente durante el franquismo hubo afectos al régimen en aquellos territorios de una parte de la Iglesia, lo cual no impide que en la segunda mitad de dicho período se desarrolle cierto “activismo colaboracionista” en contra del mismo, y también como crítica hacia la jerarquía eclesial imperante, con matices separatistas, obreristas, marxistas, antifranquistas, y eclesialmente progresistas, confluentes todos por oposición al Sistema en su conjunto. Serán frecuentes por vía escrita o desde el púlpito, como luego veremos, las denuncias por torturas y malos tratos a detenidos.

Independientemente de que la cultura vasca y su lengua sean promovidas por el clero ‘vasco’ desde los inicios del nacionalismo, será en el posguerracivilismo cuando una parte importante de la iglesia local (el ala progresista-independentista) traslade el fervor nacionalista y antifranquista a la juventud vasca, para al mismo tiempo descentralizar la estructura jerárquica de la iglesia española, afecta al régimen. A nadie le puede extrañar esto. En eso ha consistido, consiste y consistirá el excluyente nacionalismo vasco, en toda una suerte de iniciativas separatistas aplicadas a todos los sectores. La iglesia local, tal y como fue concebida la doctrina nacionalista vasca, no podía ser una excepción, sino más bien el pilar sobre el que sostenerse dicha ideología.

Cartas colectivas de denuncia y de presión hacia la Jerarquía y el Sistema, colectas (para “exiliados”), huelgas de hambre, movilizaciones-manifestaciones, encierros, cesión de infraestructuras (conventos, depósitos de armas…), asambleas y “ejercicios espirituales”, manifiestos, funerales (según quién), detenciones, multas, campañas propagandísticas y mediáticas, homilías y pastorales conflictivas, además del archiconocido colaboracionismo con la Eta (cuando no activismo), conformarán el devenir de una iglesia vasca comprometida con la causa nacionalista hasta nuestros días, en mayor o menor medida según las intensidades de cada momento. Impotente, titubeante y desobedecida  se verá la jerarquía eclesial ante muchas de estas situaciones y, sobre todo, ante las decisiones que tomar al respecto, quedando por ello dividido el clero vasco (el Concordato y ciertos ‘traslados’ de curas elevarán las tensiones internas).

Será en 1959 (el 31 de Julio) cuando surge Eta, y a la vez un movimiento contestatario afín -frente al régimen- dentro de una parte importante de la iglesia vasca.

Un año después, en 1960, fecha de inauguración del seminario de Derio (Vizcaya), se redacta una especie de carta ‘colectiva’ del clero vasco, firmada por 339 sacerdotes, que dirigiéndose a los Obispos y al Nuncio decía lo siguiente: “En las comisarías de nuestro país se emplea el tormento…Una malévola sospecha basta para que la policia o guardia civil flagelen irresponsablemente…Así ahora denunciamos…la política hoy imperante en España…de olvido cuando no de encarnizada persecución, de las características étnicas, lingüísticas y sociales que nos dio Dios a los vascos…” (Fuentes: Ortzi – Historia de Euskadi; José Luis Ortigosa: La Cuestión Vasca II: Desde Alfonso XIII hasta el lehendakari Ibarreche). ¿Les suena de algo este mafioso lenguaje?. Bien lo podría reproducir un representante de HB o Bildu ¿verdad?.

Ya en su día Don Álvaro Baeza, periodista y escritor, demostró que “Eta nació en un seminario”, como apunta el título de su célebre libro, tras varios años de investigación al respecto. En una entrevista publicada en Abc (25-2-96) este autor nos expone lo siguiente: en el 61, el seminario de Derio aporta los cien primeros jóvenes “abertzales” para la causa.

Por otro lado, con motivo de las detenciones de militantes de Eta por el intento de descarrilamiento de un tren, en julio de ese mismo año (1961) varios curas vascos publican un texto recordando la doctrina de la Iglesia sobre los malos tratos y la vigencia de los Derechos del Hombre (Fuentes: La Cuestión Vasca II: Desde Alfonso XIII hasta el lehendakari Ibarreche, de J. L. Ortigosa; Historia de Euskadi – Ortzi).

Si de aquellos barros provienen los venideros lodazales en los que estará periódicamente inmersa la iglesia vasca, políticamente hablando, a nadie le pueden extrañar ciertas “coincidencias” también en relación a los benedictinos. A modo de recordatorio  2 cosas: la primera asamblea de Eta se celebró en mayo de 1962, en el monasterio benedictino de Nuestra Señora de Belloc (cerca de Bayona, Francia); la Fundación (Monasterio) de los benedictinos de Lazcano (Guipúzcoa) custodia un gran archivo de documentos relativos a la historia de Eta y del nacionalismo vasco, administrado celosamente desde 1973 por el benedictino Juán José Aguirre. Siguiendo con la “cuestión benedictina”, la organización Basta Ya registró hace años en su boletín interno varios casos de monjes benedictinos del P. Vasco en expresa sintonía con la Eta. Sin ir más lejos, el benedictino Dionisio Amundarain expresó en el diario Gara (2005) lo siguiente: “Nunca he condenado a Eta; son varias y variadas las razones para no hacerlo”. No olvidemos que este elemento también apoyó a Aukera Guztiak, organización continuista de la ilegalizada Batasuna. Por otra parte, la organización pacifista vasca nos refrescó en su momento la memoria recordándonos que el dirigente de Eta “Txikia”, fallecido en abril del 73, de adolescente entró en el monasterio de Lazkao, para finalmente cambiar los hábitos por las armas. Como curiosidad a añadir en el mapa de tan repetidas “coincidencias” cabe decir que en los papeles de otro conocido dirigente de la banda terrorista (Mikel Albisu “Antza”) aparecieron los nombres de Juán José Agirre y Marcel Etxandi, benedictinos en Lazkao y Belloc respectivamente, a quienes la juez francesa Laurence Le Vert mandó en su día detener e interrogar. Recordemos que Juán José y Marcel fueron detenidos (2005) por agentes de la Guardia Civil y de la DNAT francesa por su presunta relación con Eta, siendo liberados horas después tras su declaraciones.

De nuevo en 1963, año de la inauguración del Concilio Vaticano II, con todo lo que supone de aperturismo al mundo, se redacta otra carta colectiva de curas vascos con 500 firmantes, siendo ésta presentada en su Secretaría. La misiva, similar a la de tres años atrás, critica la subordinación y ligadura de la Iglesia (de su jerarquía) al Estado (Fuentes, entre otras: La Cuestión Vasca II: Desde Alfonso XIII hasta el lehendakari Ibarreche, de J. L. Ortigosa; Historia de Euskadi – Ortzi).

Corren tiempos de ‘revolución’ y la teoría de la misma se expande como la pólvora, haciendo hincapié en la importante labor que puede desempeñar el clero por su ‘cercanía’ al pueblo. Ya “en 1964, en los campos de entrenamiento de Cuba, Eta recibiría como instrucción la necesaria protección de los curas con especiales inquietudes socio-económicas” (Documentación del Ministerio de Defensa. A partir de aquí DMD). Según los Cuadernos de Eta (“La insurrección en Euzkadi”, ponencia de Julen Madariaga -III Asamblea celebrada en 1964) se expresa lo siguiente: “Los mejores colaboradores en potencia del guerrillero vasco de monte y despoblado son el médico y el cura de cada localidad porque están en contacto cotidiano con el pueblo. También valdría el maestro a condición de que sea vasco”.

Prosiguiendo con cierta cronología de los acontecimientos, cabe recordar que la IV Asamblea de Eta la intentó celebrar la propia organización terrorista en Loyola (Azpeitia-Guipúzcoa), en julio del 65, concretamente en la Casa de Ejercicios Espirituales de los jesuitas. Finalmente se celebrara un mes después cerca del santuario de Aránzazu.

Dejando a un lado este tipo de “reuniones” y sólo por un momento para hacer un inciso, según las Actas del I Congreso de Historia de la Iglesia y el Mundo Hispánico -Hispania Sacra, 52 (2000)-, bajo el título “Bilbao, una diócesis de 50 años”, Anabella Barroso Arahuetes nos expone lo siguiente: “El propio clero decide, a partir de 1965, utilizar medios de protesta más contundentes tales como las concentraciones de sacerdotes ante el juzgado de Bilbao. Sin dejar de utilizar el púlpito como medio de oposición al régimen, desde 1964 un grupo de sacerdotes alentó, cuando no participó, en las manifestaciones del 1 de mayo y en las del Aberri Eguna. En esos años las posturas, las exigencias y las actuaciones de este sector del clero evolucionan hacia la radicalización. Ese proceso está jalonado por numerosas homilías e intervenciones comprometidas en asuntos temporales…y coincide con los años en que la Iglesia española no puede aplazar la reforma litúrgica y la acomodación, al menos formal, a las nuevas directrices dictadas por el Vaticano II. Su reconocimiento de los valores de la libre autodeterminación, de los derechos humanos y de la solidaridad ofrecía en la situación social y política vigente en los años de recepción conciliar un material candente”. Obviamente esas directrices del Concilio ‘abrían nuevas posibilidades’ a la reafirmación identitaria del pueblo nacionalista vasco, incluso a toda ansia de liberarse de la dictadura franquista (y de la jerarquía eclesiástica que sostenía al régimen), no sin suscitar ciertas tensiones en aquel territorio en cuanto a su aplicación. Claro está que la misión salvífica de la Iglesia que propugnaba el reformismo conciliar de la época para la iglesia local vasca supondría proseguir con la misión salvifica y pastoral del fundador del nacionalismo vasco.

Precisamente frente a la reforma conciliar surge un Manifiesto de la “Iglesia Comunitaria de Euskadi” dirigido a su clero, en el cual se critica ciertos nombramientos eclesiásticos “por su carácter impositivo y antidemocrático”. Una vez más se denuncia la subordinación a estructuras eclesiásticas que no reconocen como propias, rechazando “la serpenteante diplomacia vaticanista y el feroz fascismo estatal”. Y prosigue: “Propugnamos la dirección colegiada emanada de la base y auténticamente representativa de ésta…Os invitamos a secundar la acción definitiva que se encierra bajo el lema ‘UNA IGLESIA DE EUSKADI PARA EL PUEBLO LIBRE DE EUSKADI’…Con la complicidad del Vaticano, se ha tratado de fragmentar la unidad de Euskadi, mediante la artificiosa y arcaica fórmula de las cinco diócesis,…facilitando por lo tanto la represión y el dominio…El Vaticano ha intentado desvertebrarnos para favorecer su política de romanización, desgarrando sin piedad toda manifestación autóctona y genuína, con el mayor cinismo además, pues da a entender su signo ‘aperturista’ al permitir liturgia vascófona…Ante el ataque que sufrimos,…se nos plantea un problema gemelo al de Israel, combatido por la xenofobia árabe. Un problema de supervivencia…que tenemos que afrontar y vencer, nos va la existencia en ello”. En este texto finalmente se sientan las bases o metas para garantizar la existencia de la “Comunidad Popular Eclesial’, que consideran la ‘Base del Pueblo De Dios’. Todo ello se resume principalmente en dos objetivos fundamentales a cumplir: “Supresión de todo andamiaje administrativo eclesial en Euskadi para sustituirlo por Comunidad de Base, Comunidad Media (correspondiente a ámbito federado de Comunidades de Base) y Comité Apostólico (como única jerarquía representativa y democrática del Pueblo de Dios de Euskadi); y sustituir las celebraciones litúrgicas…suavemente retocadas por el acomodaticio Vaticano 2, por los auténticos rituales vascos”. En resumen, nombramientos eclesiásticos y sustitución de liturgias, todo bajo ‘control popular’ (Fuente: el citado Manifiesto).

“En 1966 se produce en Bilbao una manifestación de sacerdotes, con carga policial incluída” (Fuente: DMD). En ese mismo año en el número 45 de Zutik se reproduce lo siguiente: “…el sacerdote ha de estar en la lucha del pueblo, como uno más…,…La colaboración entre cristianos y marxistas es necesaria. La promoción socialista de los pueblos es labor en la que los cristianos más conscientes ya están comprometidos, colaborando con marxistas y no marxistas”. Es así como justifican la unidad de “su” iglesia, preservándola para asentar “su” régimen, como antaño hicieron otros. En realidad son deudores del régimen franquista, como fieles guardianes de una iglesia “unida y afín”.

Continuando con los procesos asamblearios de la banda terrorista, a la IV asamblea le seguirá la V, también acogida por los jesuitas, y efectuada por escisión en dos tiempos diferentes ( cronológicamente hablando): el primero en diciembre del 66, en la casa parroquial de Gaztelu (Guipúzcoa); y el segundo, en marzo del 67 en Guetaria (también Guipúzcoa), en la casa de ejercicios espirituales de la dicha orden.

También “se manifiestan en 1967 en Bilbao 80 sacerdotes. En junio de ese mismo año envían otra ‘carta conjunta’ de 107 firmas al Jefe del Estado, quejándose de la imposición del estado de excepción, habiendo ya en agosto una veintena de curas en prisión. Los obispos se mostrarán titubeantes a la hora de conceder o no su autorización, obligada por el Concordato, para el procesamiento de curas” (Fuente: DMD).

Según los Cuadernos de Teología Deusto (número 3), bajo el título El Vaticano II en una iglesia local-Recepción del Concilio Vaticano II en la Diócesis de Bilbao, de Ángel M. Unzueta Zamalloa, así surge el grupo Gogor, “en el contexto de las acciones de protesta protagonizadas por un sector del clero de la diócesis en el verano de 1967. Su nombre completo, GOGORTASUNA, derivaba del lema Gogorkeriaren aurka gogortasuna (contra violencia, resistencia)”. Como prosigue el citado autor, este grupo-movimiento “aspiraba a un tipo de Iglesia cercana al pueblo (‘indígena’)…que se distinguiera por su lucha en favor de los derechos de las personas y de los pueblos”. De su escisión “surgirán dos nuevos grupos: uno más radical, socialista y vasquista, y otro reformista, más moderado” (Fuente: DMD).

“El obispado de Bilbao será escenario del primer encierro de clérigos en 1968” (Fuente: DMD).

En junio de 1969 Carlos Marighella (guerrillero/revolucionario brasileño) publica “Minimanual del guerrillero urbano”, donde expone lo siguiente: “Los eclesiásticos, es decir, los curas o sacerdotes y religiosos de las varias jerarquías y confesiones, representan un sector con una calificación especial para la comunicación con el pueblo, particularmente los obreros,… El guerrillero urbano eclesiástico es un integrante activísimo de la guerra revolucionaria brasileña en curso, y constituye un arma poderosa en la lucha contra el poder militar y el imperialismo norteamericano”. También en 1969 se produce un manifiesto conjunto del Partido Comunista de Euskadi, E.T.A. y el Movimiento de Sacerdotes Vascos (conferencia de prensa del 7 de julio en París), que recoge “Euskadi”, el Boletín Informativo del Partido Nacionalista Vasco en su número 13 de aquel año. En dicha declaración se denuncia “…la salvaje represión que el poder centralista ejerce contra todo el pueblo vasco” y se expone que “la lucha por la autodeterminación de Cataluña, Galicia y Euskadi es anterior a la dictadura fascista”. Sigue: “El pueblo de Euskadi ha comprendido… que la libertad nacional y el interés de la clase del pueblo trabajador están íntimamente unidos”. Y concluye: “Las tres fuerzas revolucionarias aquí presentes, han decidido oponer un frente común de lucha contra la represión”. También en este mismo año se crea “Anai-Artea” (Fuentes: “Los hombres de Eta”, de José María Portell; y “Eta, historia política de una lucha armada, Parte 1”, de Luigi Bruni), asociación para la defensa y socorro de los exiliados políticos vascos, fundada entre otros por el sacerdote vasco-francés Pierre Larzabal (Sokoa-San Juán de Luz). Así es como se proporciona auxilio sólo a los vascos “víctimas de la represión española”.

En cualquier caso, un hecho acaecido en 1970 vuelve a confirmarnos el papel ‘colaborativo’ de la Iglesia con Eta. En aquel año la banda terrorista secuestró al cónsul alemán en San Sebastián, Eugene Bëihl, permaneciendo ‘recluido’ en la iglesia de Montory (Zuberoa-Francia), según se confirmó con el plácet del responsable del templo (“Hombres De Dios…y de Eta”, publicación del diariovasco.com, de Pedro Ontoso; “La policía de Francia sospecha que 20 curas vascos franceses colaboran con Eta”, El País). Curiosa fue la intermediación de la recién creada asociación Anai-Artea en la posterior liberación del cónsul secuestrado. Por otra parte, según el Abc (13/03/2008), y transcribo de forma literal, en ese mismo año (1970) el Abad de Montserrat, Cassià María Just, permitió el famoso encierro de intelectuales en dicho monasterio, en protesta por el llamado “Proceso de Burgos”, consejo de guerra en el que se condenó a muerte a miembros de Eta. Prosigue el citado texto periodístico: …Just fue una de las personalidades que compareció públicamente en 2004 junto al líder de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, cuando éste confirmó en rueda de prensa lo que Abc había revelado en exclusiva la víspera: su reunión con Eta en Perpiñán. No fue una sorpresa que Just arropara a su amigo Carod, puesto que ya antes se había significado a favor del diálogo con la banda terrorista. Además, …en una entrevista en Catalunya Ràdio, Just reconoció que en el inicio de Eta algunos activistas se escondieron en el monasterio…que él dirigía, pero añadió que los rechazó “cuando vinieron armados”.

Valga como ejemplo, para que conozcan el sentir de esa parte del clero vasco, la declaración de uno de los 2 curas vascos procesados en el llamado Proceso de Burgos del año 70 (a finales), que a continuación reproduzco sin citar su nombre: “El sacerdote debe comprometerse políticamente y voy armado para defender al Pueblo Vasco contra la policía” (Fuente: DMD).

“En Navarra, en 1971, concurren el obispo Méndez y 200 curas navarros en una homilía pública para denunciar las torturas en cuarteles de la Benemérita y Comisarías” (Fuente: DMD).

De 1973 es otra homilía de denuncia de la violencia estatal, suscrita por 20 sacerdotes navarros. Será ésta la contrarespuesta a la repulsa suscitada por el secuestro de Huarte. Juzguen ustedes la actitud equidistante (¿les suena?) mantenida en el resumido extracto de aquella homilía, sobre todo a la hora de distinguir entre ‘estado de violencia permanente’ y ‘actos de violencia’. Es todo un propósito de justificar lo injustificable. Se abren comillas: “Nos estamos refiriendo al secuestro del Sr. Huarte, y a lo que ha sucedido antes y después del mismo secuestro. Pero queremos esclarecer una vez más algo de suma importancia. Que distingamos claramente lo que es un estado de violencia permanente y los actos de violencia. Un estado permanente de violencia es aquel en que se priva a la mayoría de ciudadanos de sus libertades esenciales y se impide el ejercicio de sus derechos plenos…Y lo que es más grave de un estado de violencia como el nuestro es que, tiene apariencia de legalidad y legitimidad. Y luego están los actos de violencia…Esta violencia es la reacción del oprimido, la protesta que levanta el pueblo que va despertando de su sometimiento…Concretemos pues. El hecho del secuestro del Sr. Huarte ha sido tratado exhaustivamente por todos los que hoy y aquí pueden hablar en público: autoridades civiles y religiosas, Diputación, Obispado, alcaldía, han condenado el acto de violencia que supone secuestrar a una persona, pero no han dicho ni una palabra de la violencia que oprime al pueblo, ni de las circunstancias que han provocado este acto violento…La amnistía para todo preso político” (Fuente: Extracto de la homilía de los veinte curas navarros).