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Un completo imbécil en el Valle de los Caídos

Redacción




Editorial.

La escena es estúpida. Parece un personaje salido de Torrente. El tal Enrique Tenreiro no es un artista, es un completo imbécil. Ambas cuestiones no tienen por qué ser contradictorias, pero en este caso no se conjugan: simplemente es un imbécil sin paliativos. La escena es una farsa, está demasiado preparada. Los guardias de seguridad no se ganan el sueldo, hacen el ridículo más completo, acuden pisando huevos y el que le sujeta parece haber cobrado unos eurillos para que Tenreiro lance su perorata. Sólo le falta sostenerle un micrófono. Y todo se graba en un posado infecto y antiestético.

Se nos ha evitado, y hay que agradecerlo, que repitiera su anterior performance en la Fundación Seoane de La Coruña cuando entró desnudo. Eso hubiera sido, ciertamente, un espectáculo dantesco. Insistimos, los guardias de seguridad no son de seguridad, son un par de inútiles; y Tenreiro no es un artista, es un imbécil a la búsqueda de diez minutos de gloria.

El discurso es incoherente pero, al tiempo, tiene la virtud de mostrar toda la indigencia mental de esta izquierda acomplejada y resentida. «Por la reconciliación de todos los españoles». ¿En qué se favorece eso de la reconciliación profanando la tumba de Franco? Pero, al fin y al cabo, eso es lo que pretende el presidente del Falcon y el Súper Puma, Pedro Sánchez, y esa vicepresidenta, Carmen Calvo, que esconde su mostrenca garrulez bajo el feminismo, el último refugio de las estúpidas. Quizás no hay motivo para reconciliarse con los asesinos del holocausto católico y las checas, esos que huían como conejos en el frente para asesinar en la retaguardia con pasión criminal estalinista. ¿Dónde está el cadáver de Andreu Nin?

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El pobre imbécil de la performance afirma que hace su mamarrachada «para que no haya ningún bando vencido». Hubo un bando vencido. Esa es la historia. Y de ella hay que partir porque no se cambia con leyes totalitarias del presente. Franco ganó la guerra civil que los socialistas quisieron y propiciaron. La ganó porque era una gran militar, una figura egregia de España, y en el siglo XX uno de lo estadistas más exitosos de Europa. La ganó porque venció todos los obstáculos y todo cuanto tenía en contra, como un gran táctico y un gran estratega. Hubo un bando perdedor que quiere asumir ese papel, en su resentimientos acomplejado. Allá ellos. Quisieron la guerra y la provocaron con su odio irrestricto. Menos mal que ganó Franco, pues de ganar los marxistas, pozos de odio, la torrentera de sangre habría sido soviética y camboyana.

El pobre hombre en su perorata alcanza a decir que tiene un abuelo coronel. La frase es tan estúpida que no merece comentario.

Hay que agradecer a este engendro moral que haya resumido en su patética performance profanadora toda la estupidez de la izquierda, toda la indigencia mental de su memoria histérica tan llena de lagunas; un abismo sin fondo de groseras mentiras y absurdas paradojas.