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El ocaso de Pedro J Ramírez (3): Desviaciones sexuales, de Exuperancia Rapú a Cruz Sánchez de Lara

Redacción




Luis Bru.

En 1947, en el Magdalen College, Oxford, se vivió una escena que parece sacada de Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh. Kennet Peacok Tynan apareció, según narra un testigo presencial, con su juventud andrógina, sus mejillas Beardsley, su elegante tartamudeo, su camisa color ciruela, corbata lavanda y su sortija con un rubí. Ante el descuido de uno de sus porteadores, gritó: “¡Ten cuidado con esa caja, ¡está llena de camisas doradas!”. Entre su vestuario de dandy también destacaban una capa forrada de seda roja, un traje color verde botella que afirmaba estar hecho con el tapete de una mesa de billar y zapatos de gamuza verde.

Tynan, que llegó a ser la figura más influyente del ámbito teatral, como director del Teatro Nacional británico entre 1963 y 1973, introduciendo el teatro subvencionado y difundiendo las obras marxistas de Bertolt Brecht, empezó como crítico literario bajo el lema “Provoca tempestades, aguijonea y lacera, levanta torbellinos”. El 17 de junio de 1969 colocó en los escenarios la desnudez organizada con su espectáculo tremendamente exitoso ¡Oh! Calcuta.

Tynan practicó hasta el extremo la autoinmolación en el altar del sexo. Le gustaba vestirse de mujer en alucinadas sesiones de sadomasoquismo. Resumió: “sexo significa zurrar y belleza significa culo y siempre será así”. Nunca llevó a cabo sus prácticas con sus esposas pues entendía que debían ser disfrutadas con un desasosegante complejo de culpabilidad. Se consideraba con derecho a ser infiel pero exigió a sus dos esposas una estricta fidelidad. Con actrices desempleadas y prostitutas contratadas, dos veces por semana se sumía en sus desviaciones. “Aunque el sentido común, la razón, la bondad o incluso la camaradería recomiendan lo contrario…Es mi elección, mi vida, mi deseo…Es bastante cómico y ligeramente asqueroso. Pero me recorre el cuerpo como una infección y no puedo hacer otra cosa que sacudirme hasta que cesa el ataque”. Terminó por convertirse en pornógrafo, como Fernando Sánchez Dragó.

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Cruz Sánchez de Lara y Pedro J Ramírez, con Margarita Robles, en su toma de posesión. /Foto: huffingtonpost.es

El 6 de marzo de 1977, Pedro J Ramírez sentía la misma infección de Tynan cuando, a tenor de quienes han visionado el vídeo de las perversiones sexuales del riojano, “todo un clásico” en internet, practicaba el juego erótico de la humillación en niveles de una cutrez abyecta. Vestido con un corpiño femenino era azotado en sus nalgas riojanas con fruición por la guineana Exuperancia Rapú, una mujer de carnes generosos y trémulas, mientras detrás de una máscara africana un tal Sánchez Castejón grababa la escena. Luego era penetrado por su esfínter con un vibrador o un desatascador, difieren las fuentes, y Pedro J Ramírez llegaba al máximo del placer cuando Exuperancia le meaba en la boca. Una escena ciertamente asquerosa.

Todo esto es suficientemente conocido. Pedro J llegó a decir que las personas que tienen “desviaciones sexuales” deberían salir a la calle y decir: “bueno, y ¿qué?”. Ante el tribunal no se mostró tan bizarro y adujo que “Rapú me dio una bebida en la que yo creo que había alguna sustancia destinada a alterar mi comportamiento, a inducir mi conducta sexual”. Según la conocida sexóloga Shere Hite, a los hombres les gusta “ser penetrados y dominados”. De Pedro J hay pruebas.

Pedro J Ramírez y Cruz Sánchez de Lara, en un puente de San Petersburgo. Pedro J descuida el trabajo.

Ágatha Ruiz de la Prada recibió un extraño y suculento regalo: una ensaimada en la que iba camuflado el vídeo de marras. En ese delicado momento toda la carrera profesional dependió de ella. Hubiera bastado una palabra de agria censura una ruptura despechada, para que Pedro J se hubiera venido abajo. Ramírez pasó miedo físico.

Ramírez es un hombre débil, que gusta de ser dominado. Es, como hemos visto en anteriores entregas, dependiente. Cuando se produjo el despido de El Mundo, a pesar de los 27 millones de euros del multimillonario finiquito, se sintió más débil que nunca. Por él nunca hubiera dejado de ser director. Hubiera muerto en su despacho. En la Avenida de Burgos 16 no hay apenas despachos. Es para Ramírez una inmersión insoportable en la modestia.

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A pesar de que sus fotos habían desaparecido, Ágatha le apoyó como siempre había dicho. Se implicó por completo. Movió Roma con Santiago, llamó a sus muchas amistades, mujer extrovertida e influyente, para que invirtieran. Puede estimarse en el 40% el capital acarreado por Ágatha a la nueva aventura del riojano.

Cruz Sánchez de Lara y Pedro J Ramírez, en Florencia. /Foto: Harper’s Bazaar.

Ágatha no supo percibir que ella pertenecía a El Mundo y no tenía cabida en el miedo cerval al otoño vital de Pedro J. Ese era el tiempo de Cruz Sánchez de Lara, una trepa quintaesenciada, dispuesta a adularle ad nauseam y que en el tiempo de doble vida difundía en sus ámbitos jurídicos que había pescado un pez gordo; un ansia infinita de figurar; una devoradora de hombres; una ambiciosa también en lo económico, como declaró su sufriente primer marido en sede judicial.

Uno sospecha que el edulcorado reportaje de Harper´s Bazaar en la Nochevieja de Florencia de 2017, con un romanticismo impostado y antiestético, debe mucho al vídeo de Exuperancia Rapú. Es como un mentís extemporáneo. Según ha contado la figurante Cruz Sánchez de Lara, ahora el nuevo matrimonio se levanta muy temprando, a las 5,30 horas de la madrugada, y en una pantalla gigante de televisor visiona El Español. La verdad, parece una escena de sadomasoquismo extremo y extenuante.