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Las naciones gobernadas por identitarios van viento en popa

Redacción




Virginia Montes.

El sistema de los partidos tradicionales y la tiranía mediática de la corrección política agita con frecuencia fantasmas del pasado y monta campañas de histeria apocalíptica ante los continuos avances de los partidos identitarios. Se amenaza a las poblaciones con que si optan por lo que denominan de extrema derecha irán a la ruina, reinará el caos, se vendrá abajo la estabilidad.

Esos no son los datos objetivos. Las naciones gobernadas por partidos identitarios van viento en popa. Es el caso de las cuatro naciones que conforman el llamado Grupo de Visegrado: Polonia, Eslovaquia, República Checa y Hungría. Austria, gobernada por la coalición de conservadores e identitarios, también está mejorando. Italia empieza a ver un futuro tras el desastre de gestión del Partido Demócrata (socialista).

Polonia tiene una deuda pública del 50,6% y el 4,5% de paro, una tasa muy próxima al pleno empleo. El partido Justicia y Libertad lo ha bajado del 20% en el que se movía anteriormente. Ha bajado la edad de jubilación a los 65 años en el caso de los varones y a los 60, en el de las mujeres; cuando el anterior gobierno la había subido a los 67 años. Es actualmente la 6ª mayor economía de la Unión Europea, con un sólido 4,6 de crecimiento, fundamentado en el incremento del gasto de los hogares. Es hoy una sociedad urbana, con 40 poblaciones con más de 100.000 habitantes; el 65% de los 38.600.000 habitantes viven en ciudades. Se trata de una sociedad industrializada y con una población joven: 1/3 es menor de 30 años. El 98% es de etnia polaca, lo que da una gran homogeneidad a la sociedad.

Polonia ha dejado de ser una nación que exporta mano de obra, para haber recibido un millón de inmigrantes ucranianos, que no plantean problemas de integración.

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El crecimiento en la República Checa, con 10.610.055, fue del 4,1% en 2.017. Su deuda se sitúa en el 34,6% y el desempleo es inexistente: 2,3.

Eslovaquia, que tuvo que afrontar la descomunización y luego una independencia mal digerida, es hoy una economía con fundamentos sólidos y buenos resultados: 3,9% de crecimiento en 2017, una deuda del 50,9 y un paro de 7,6%.

Viktor Orban. /Foto: lavanguardia.com.

Hungría, la bestia negra de la burocracia de Bruselas y de George Soros, tiene unos resultados espléndidos, que justifican que Viktor Orban haya conseguido su tercera mayoría absoluta. La tasa de desempleo se sitúa en el 3,8%. Tiene un plan de empleo público, calificado por la exigua oposición de trabajos burbuja, por el que parados de larga duración hacen trabajos comunitarios a cambio de un sueldo. Su crecimiento en el último trimestre de 2017 fue del 4,7%. Su deuda es del 73,6% del PIB, y el endeudamiento privado es muy bajo: la tasa de morosidad de la Banca es del 9%.

Los cuatro pilares de la política del partido Fidezs de Orban son: competitividad, buenos datos demográficos, sociedad de bienestar social y políticas basadas en la identidad.

Con creativas y sugerentes políticas a favor de la familia y la natalidad, Hungría está remontando demográficamente. Cuando la mujer es “madre a tiempo completo” recibe una ayuda mensual de 100 euros; si el matrimonio tiene tres hijos, 350 euros mensuales de ayuda familiar más otros 150 de desgravación fiscal. Y la parte fuerte del paquete son 32.000 euros para comprar y construir una casa y otros 32.000 de hipoteca a bajo interés.

Estas cuatro naciones tienen varios puntos en común muy resaltables: están en contra de aceptar inmigrantes musulmanes. No se andan con circunloquios. Es significativa la declaración de János Lázár, ministro húngaro de Gobernación: “es un cuento de hadas que se puedan integrar, que seremos amigos y que serán como nosotros”. Uno de los efectos positivos es que esas cuatro naciones no contabilizan ningún atentado de terrorismo islámico, aunque sí han muerto asesinados polacos en el extranjero, como el camionero que fue asesinado y su camión robado para la masacre del Mercado de Berlín. Tampoco ha habido incremento de la inseguridad ni de las violaciones.

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Austria no se ha venido abajo. Sus datos económicos, por lo general, han mejorado. El paro se sitúa en el 5,2% y la tasa de crecimiento en el 2,3%. La deuda pública es del 78,4%. La percepción social de corrupción política es muy bajo; esa es también una constante en las cuatro naciones de Visegrado.

Toda vez que el caos no existe, y la estabilidad es muy elevada, ahora se ha pasado a intentar desestabilizar a Hungría desde el Parlamento Europeo. La condena centrada en las políticas antiinmigración y en las medidas contra la Universidad de George Soros en Budapest no tiene mucho recorrido, pues precisa para ser práctica la unanimidad de las naciones, y eso es imposible. Andrzej Duda, presidente de Polonia, ha respaldado a Hungría calificando a la UE de “comunidad originaria”.

El objetivo final de la canciller Merkel podría ser expulsar al Fedsz del Partido Popular Europeo, pero esto probablemente produzca estragos en el PPE. En una maniobra preventiva, Viktor Orban se presentó en alianza con Matteo Salvini en Milán. Los conservadores franceses, por ejemplo, han oscilado hacia las posiciones identitarias, en la línea de los austriacos.

Los identitarios gobiernan bien y llevan en la buena dirección a sus sociedades, con crecimientos sólidos y sin conflictos sociales. Eso sí, defienden sus fronteras.