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Banco de Sabadell, mala pell

Redacción




Yrene Callais.

Saben aquel de diu…Sabadell, mala pell. No, no es un chiste de Eugenio, es más bien un adagio negro y dramático, que se repite incensantemente en la burguesía y en la sociedad de las clases medias catalanas. Y es que no son nada estimados en su tierra natal. No se sabe si es por aquello de que nadie es profeta en su lugar de origen o porque tienen fama de tacaños y usureros, de ir a arrancar la piel del primero que se ponga delante de sus narices, sin ninguna piedad. Hace unos años, después del crack de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, conocida como la CAM, ruina provocada por el frenesí con que los políticos vaciaron sus cajas y depósitos, apareció Josep Oliu, un hombre del sistema, que un día es proclive al catalanismo, que otro, se siente españolista, así bufe el vent. Pero con una carrera hecha a la sombra del poder y como un hombre dispuesto a tragar con sapos y culebras, a fin de hacerse con el botín. La que escribe este artículo procede también de una familia de banqueros, pero no dedicados a la especulación; gente moral, que en su día, arriesgando su propio patrimonio, pusieron en marcha la antigua Caja del Sureste, que luego fue la CAM. Nacieron para llevar el crédito a los pobres, a las gentes que no podían ahorrar para hacer frente a la adquisición de una vivienda digna. Era una actividad casi microcrediticia que añadirse al simple Monte de Piedad. Esta democratización del crédito basculaba sobre principios de rentabilidad, pero también de dignidad hacia los demandantes.

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Antigua sede de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. /Foto: RTVE.es.

Josep Oliú se hizo con un imperio por el módico precio de un euro. Le salió todo muy redondo. Todo a cambio del silencio, como en las películas de gangsters. Un juramento de sangre y de omertá sobre una interminable lista de fallidos que a toda costa se tenía que evitar la publicidad de los nombres. La lista de los fallidos de la CAM da para un compendio de antieconomía, de anticapitalismo, de antidemocracia y, por supuesto, de anti-igualdad de todos ante la Ley. Allí figuran políticos, empresarios de pacotilla que no han apostado nada en su vida, y que no han hecho más que recibir subvenciones a fondo perdido, créditos blandos impagados, bodegas compradas con estos fondos, hoteles, paradores de lujo, estafados al contribuyente y que decir del complejo urbanístico que la CAM despliega por varios países sudamericanos con Hansa Urbana. Con la lista de Oliu que es como la de Bárcenas pero en peor, el Partido Popular tendría que dimitir en cadena y la victoria sería para Ciudadanos, pero es evidente que la fiscalía de la corrupción mira para otro lado haciendo un flaco favor a la regeneración. Oliu, que tiene una piel de rinoceronte, pero no una memoria de elefante, ha olvidado cómo llegó a la presidencia de una institución tan importante como la CAM absorbiéndola dentro del Banco de Sabadell.

La gente está harta del Sabadell. Cuando entras en sus oficinas se respira un ambiente cutre y sórdido, casi como en el Banco de la película de Mary Poppins, las comisiones son horrorosas, te cobran por respirar, el trato, todo menos afable, la gente brama diciendo que yo me voy a llevar el dinero de aquí, y yo les digo que lo hagan, que no den coartada a los que han encubierto a ladrones y maleantes y que encima van notoriamente contra los intereses de las clases medias. La lista de los grandes fallidos obra en poder de unos cuantos y da la casualidad de que yo la tengo y algún día, queridos lectores, muy pronto, también la conocerán ustedes.