Virginia Montes.
Emmanuel Macron ha evidenciado su pensamiento, de manera altamente polémica, en Dinamarca. Lo hizo en una reunión con estudiantes daneses sobre el futuro de Europa, que le preguntaron sobre la identidad de los pueblos europeos: «El verdadero danés no existe, él ya es europeo. Esto es cierto también para los franceses”. Macron remachó que sólo quedan “algunos galos recalcitrantes al cambio”.
Aunque el presidente francés es poco dado a la rectificación, nada más volver a Francia ha tenido que hacer demostraciones de amor “a Francia y a los franceses” saliendo de esa ofensiva referencia a Asterix que ha calificado de “toque de humor”. Pero lo cierto es que el presidente de Francia considera que los franceses no existen, en su inexplicada metaformosis han pasado a ser europeos. ¿Cuál es la identidad europea? ¿Acaso esa mezcolanza multicultural que está extendiendo el conflicto por todas las sociedades del viejo Continente?
Macron ha devenido en el enemigo de quienes consideran que sí existen los franceses o los españoles o los daneses o los húngaros o los italianos. Marine Le Pen considera que sí existen los franceses y percibe la alianza de Viktor Orban y Matteo Salvini en Milán como un “acto fundacional”. Para Marine Le Pen, “las elecciones europeas de 2019 será entre la UE de Macron, hacia un federalismo y la inmigración en masa, y la Europa de las naciones libres, de las identidades». Charles de Gaulle llamaba la «Europa de las patrias».
La postura de Marine Le Pen es un eco exacto de lo dicho por Orban en Milán: «Ahora mismo en la UE hay dos bloques: uno liderado por Macron, que es el jefe de los partidos que apoyan la inmigración, y por otra parte estamos nosotros, que queremos frenar la inmigración ilegal. Esta es la situación actual”. Orban y su partido están en el Partido Popular Europeo, donde también se encuentra el canciller austriaco, Sebastian Kurtz. Es decir, las fuerzas conservadoras se están sumando a la ola identitaria. Los Republicanos también consideran que existen los franceses y “no quieren sentirse extranjeros en su propia nación”, como ha dicho su presidente, Laurent Wauquiez en el inicio del curso político: «Los franceses se niegan a convertirse en extranjeros en su propio país. ¿Cómo puede uno no entender que esta inmigración masiva es hoy una amenaza cultural para la civilización europea? No existe el derecho de los inmigrantes a establecerse libremente en cualquier parte del mundo. No es normal que los contrabandistas y las mafias decidan quién se instala en suelo europeo».
Alice Weidel, de Alternativa por Alemania, se mueve en la misma sintonía. ¿Un nuevo comienzo? ¿Un renacimiento? No, solo veo la última explosión de una antigua élite completamente desorientada. Creo que Emmanuel Macron acelerará la división de Europa”.
Hay que sumar el ascenso imparable de Demócratas de Suecia, a las puertas de las elecciones, con Jimmie Akenson planteando un referéndum para salir de la Unión Europea, para percibir que el bloque liderado por Emmanuel Macron, en el que está Pedro Sánchez, es cada vez más menguado, y la ola identitaria es cada vez más creciente y suena a triunfadora.
El hecho de que Macron se ha situado como el enemigo entra otra lectura: Ángela Merkel está amortizada y es un cadáver político que deambula por Europa, porque los alemanes existen.