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Si hubieran ganado los ‘republicanos’ el genocidio hubiera sido millonario, digno de Stalin (2): Se hubieran matado entre ellos

Redacción




Enrique de Diego.

En la primavera de 1.937, en Barcelona, estalló una guerra civil interna entre anarquistas y los del POUM, por un lado, y los comunistas, por otro. El detonante fue el asesinato de un dirigente comunista, Roldán Cortada, el 25 de abril en un control anarquista. Hubo combates encarnizados en mayo, reprimidos por la Marina y 4.000 guardias de asalto.

Andreu Nin.

Nada más acceder Juan Negrín al puesto de primer ministro, se desató una purga ordenada por Stalin contra el POUM, con métodos estalinistas. La Policía de Madrid, controlada por el Partido Comunista, obligó a dos falangistas capturados a preparar un falso plan de levantamiento en Madrid de la tan pregonada “quinta columna”, y falsificaron una carta a Franco de Andreu Nin, líder del POUM. Toda esa documentación fue depositada en una maleta abandonada en Gerona y ‘descubierta’ por la Policía. El 14 de junio de 1.937, Alexander Orlov ordenó el arresto de todos los líderes del POUM. El jefe de la División 29 del POUM en el frente de Aragón fue llamado y detenido. Fueron llevados a centros de tortura, con la intención de conseguir un juicio público en el que se inculparan. Andreu Nin prefirió morir en las atroces torturas. Fue, entre otras cosas, despellejado en el Palacio del Pardo por el archiasesino Orlov. El cuerpo de Andreu Nin nunca ha sido encontrado y la izquierda desmemoriada tiene buen cuidado de no citar su nombre.

Alexander Orlov.

Si hubieran ganado los ‘republicanos’, que no eran demócratas pacifistas, la represión hubiera sido brutal entre ellos en sucesivos ajustes de cuentas. Una de las causas de la derrota ‘republicana’ es que libraron una guerra política, en la que se preservaban para tener el mayor número de cara a la conquista del poder.

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Desde la primavera de 1.937, el poder real, en todos resortes represivos, policiales y de información, estaba en manos de la Embajada soviética, de la NKVD y la OGPU. Al mando de ese entramado estaba el citado Alexander Orlov. Los comunistas, como han demostrado en todos los casos, sin excepción, no iba a compartir el poder. Los socialistas tendrían que integrarse en el PCE para salvar la vida, como hicieron las juventudes con la traición del genocida Santiago Carrillo, aunque dirigentes como Julián Besteiro y la línea de la Institución Libre de Enseñanza sin duda hubieran sido asesinados. Los anarquistas fueron asesinados en Rusia e igualmente lo hubieran sido en España.

Los pocos republicanos demócratas hubieran sido asesinados sin contemplaciones. Manuel Azaña acertaba en su suposición de que serían los primeros en ser fusilados en caso de victoria, como le confesó al gran historiador Claudio Sánchez Albornoz, que sería luego presidente de la República en el exilio.

Los comunistas siempre consideraron el Frente Popular como un mero instrumento de acceso al poder pero no para compartirlo, obviamente. Así lo explicó, en agosto de 1.935, Dimitrov en el VII Congreso del Comintern: “Camaradas, ustedes recordarán el antiguo relato de la captura de Troya. El ejército atacante pudo alcanzar la victoria sólo cuando, con la ayuda del famoso caballo de Troya, logró penetrar en el centro mismo del campo enemigo”.

Las purgas y los ajustes de cuentas en el campo ‘republicano’, en caso de victoria, hubieran sido millonarias. A Stalin no le hubiera temblado el pulso. De hecho, una buena parte de sus agentes en la España republicana fueron asesinados por orden suya, en los años 1.937-1.938.

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Así, el jefe del departamento extranjero de la NKVD fue acorralado en su propio despacho de París y obligado a tomar cianuro. De los que organizaron los suministros de armas a España, Evhem Konovalek fue asesinado en Rotterdam en mayo de 1.938; Rudolf Clement fue descubierto decapitado en el Sena y Walter Krivitsky, jefe de la inteligencia militar soviética en Europa occidental, fue perseguido tres años por los asesinos de Stalin, hasta que lo atraparon en Washington el 10 de febrero de 1.941. Además del general Berzin, Stalin asesinó a Michael Koltzov, famoso corresponsal en España del Pravda, a Arthur Stashevski, jefe de la misión económica en España; y a Antonov Ovseenko, cónsul general en Barcelona, a quien se le dijo que lo llamaban a Moscú para nombrarle ministro de Justicia, una broma característica del siniestro humor de Stalin. El único que escapó fue el mismo Orlov, que desertó, escribió un relato de todo lo que sabía e informó Stalin de que había preparado la publicación inmediata del material si él moría violentamente; le dejaron tranquilo, de manera que publicó su relato después de la muerte de Stalin.

Francisco Franco en el desfile de la Victoria. /Foto: abc.es.

La forma en que trató a sus propios responsables del espionaje, da una idea del baño de sangre que habría inundado España.

Al igual que la peor parte se la llevaron los comunistas de las diversas naciones que se refugiaron en Moscú. Es decir, la purga hubiera llegado también a los comunistas, por supuesto. Lo menos malo que les pudo pasar a los ‘republicanos’ es que la guerra la ganara Franco.