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Tenemos un problema: Los medios mienten, manipulan y no nos representan

Redacción




Luis Bru.

Tras las elecciones andaluzas, se ha puesto de manifiesto una crisis de credibilidad de los medios -sólo hay básicamente un medio, una única línea, con varias marcas– de dimensiones traumáticas, que ha de implicar a corto plazo cambios fundamentales en su funcionamiento, quizás en las personas que están a los mandos, y a medio plazo del mapa mediático.

Los medios decidieron silenciar a Vox, practicaron su estrategia favorita que es la conjura de silencio, de forma que Vox sólo existió en sus mitines, de los que no se ofrecía información alguna, y en los debates electorales, en los que los candidatos se referían a una formación política de la que no se informaba. Jordi Évole sintetizó esta doctrina oficial en su frívolo diálogo tabernario con Carlos Herrera indicando que decidió no informar de Vox mientras no tuviera representación parlamentaria. Era una forma de intentar que no la tuviera. De ahora en adelante, no sabía muy bien que línea seguir para combatir a ese partido. Estaba y está fuera de juego. Se puede combatir, pero primero hay que informar. Los esquemas han saltado por los aires: Un número muy significativo de personas decidió votar al margen de lo dictado por los medios e incluso contra los medios.

Jordi Évole con Carlos Herrera, dos fantasmas en la taberna.

Los sondeos, que suelen estar relacionados con los medios, se empeñaron también en no detectar un fenómeno visible, pero conscientemente negado. La empresa que se acercó más fue GAD3 de Narcisco Michavila que cifró en 3 los diputados que obtendría Vox, quedando, de todas formas, muy lejos de los 12 obtenidos. Los sondeos en Francia o Alemania tienen una enorme credibilidad y suelen clavar los resultados, con pequeñas fluctuaciones. Los resultados a pie de urna son considerados como definitivos. Las empresas de encuestas españolas tienen la misma línea de error e imprecisión, la misma falta de credibilidad de los medios, de los que dependen porque son quienes contratan las encuestas.

Al silenciar y negar el fenómeno, no sólo los medios ignoraban a 400.000 andaluces, sino que manipulaban y engañaban a todos los españoles. Y, sobre todo, abjuraban del periodismo como notario de la actualidad, como búsqueda de la verdad y como pulsión hacia la objetividad bajo la máxima de los hechos son sagrados, las interpretaciones libres, que hace tiempo dejó de tener virtualidad. Ese es el sentido de la confesión ideológica de Jordi Évole de que había decidido no informar; es decir, que no es periodista, sino un comisario de la corrección política.

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La manipulación se ha hecho habitual, es la norma

Los medios, no un medio, sino el coro unánime, con escasas voces disonantes en el mundo digital, mediante una única línea editorial que se concentra en los dictados irracionales y pseucoreligiosos de la corrección política, a la que supeditan la información, que es tamizada y autocensurada por la nueva inquisición. De hecho, los medios no informan, sino que mienten y manipulan por sistema. La manipulación se ha hecho habitual, es la norma. Los niveles alcanzados son gravísimos y la sociedad está reaccionando. Lo hizo de manera que sorprendió a los responsables de Atresmedia ante el gesto ofensivo de Dani Mateo con la bandera, pero lo ha hecho de manera muy significativa volviendo la espalda a los medios tanto con una fuerte abstención como con el voto a Vox en Andalucía. La manipulación se ha tornado torpe y grosera. Se han ofrecido reportajes mendaces sobre piropos a mujeres para presentarlos como acoso con la reportera haciendo el montaje con figurantes. Se ha llegado al delirio de organizar una búsqueda de caza y captura con la cámara de los 44 votantes a Vox de Marinaleda. Existen consignas estrictas explicitadas ante las cámaras de no informar de la nacionalidad de los delincuentes, para negar la evidencia de la estrecha relación entre inmigración y delincuencia. Susanna Griso lo dijo de manera obscena. La generalidad de ternulianos y comentaristas responden al pensamiento único de la corrección política y ya hartan y aburren o caen en el más estricto histrionismo o en la burda irracionalidad.

La manipulación es institucional y se retroalimenta. Recientemente se difundía un estudio del Ministerio del Interior sobre el perfil del violador cuyas conclusiones aparentes eran: «hombre joven, de entre 18 y 35 años, y con nacionalidad española«. Al margen de cuestiones de fondo altamente cuestionables, el mismo informe establece que el 52% de los violadores son españoles, mientras que el 48% son extranjeros (Ecuador, 15%; Marruecos, 11%; Rumanía, 10%). La noticia real es que ese 48% de los violadores son extranjeros y que las víctimas son españolas. El 69% de las violaciones en grupo son perpetradas por extranjeros. Son porcentajes aterradores, incluso en un informe oficial que se emite manipulado. Hay que mantener, contra la realidad y la evidencia, que inmigración y delincuencia no tienen relación alguna. De esa forma, se adjudican las violaciones y los malos tratos en exclusiva a los españoles, que es lo que beneficia al sistema en sus dogma irracionales. O como repiten en La Sexta: ‘no hay ningún informe oficial que relaciones inmigración con delincuencia«. Ni lo habrá. Pero el periodismo debería actuar como contrapoder y reflejar la realidad; debería ser precisamente crítico con los documentos oficiales y no su mero altavoz.

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Antonio García Ferreras y Ana Pastor. /Foto: zeleb.com.

La crisis de los medios es irreversible

No es un problema sólo de Antonio García Ferreras, Susanna Griso, Ana Rosa Quintana o Iñaki López, por citar algunos ejemplos de antiperiodistas, de estrictos manipuladores, se trata de un problema estructural. El conjunto de los medios conforman una trama mediática que ha sido puesta en evidencia y que ha dejado de ser eficaz como instrumento de manipulación. Eso anuncia seísmos y pérdida en el negocio. Desmantelar esta trama que ha dejado de representar a sus audiencias implica un nuevo modelo mediático que elimine el sistema de licencias administrativas y también restrinja la publicidad institucional a lo estrictamente necesario, de informaciones básicas y de utilidad para los ciudadanos, erradicando los mensajes de moralina y la estricta propaganda. La crisis de los medios es irreversible.