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Carta a la descerebrada Raquel Rull

Redacción




Enrique de Diego.

Llevaba tiempo deseando escribirte esta cara, Raquel Rull, descerebrada. Un año en concreto. Eres la madre putativa de los niñatos terroristas, la madre nutricia que los alimentó con fondos públicos, cobrando tú a fin de mes, que debes devolver todo lo depredado, y tuviste la desvergüenza y la impostura de hacerte visible reclamando tu fracaso vital, tu inmundicia, lloriqueando como plañidero por tus niños, esos, que mírate los vídeos, se regodeaban en reventar cráneos de niños y en matar con nuestro dinero, con el dinero que tú, asistente social, trabajadora social, les fuiste dando.

Tus niños, aquellos niños de Nador, que compartían contigo golosinas y a los que explotabas los poros y las espinillas. He conocido a bastantes asistentes sociales, a muchas trabajadoras sociales en mi vida, y no voy a preguntar a qué se dedican porque lo sé: se dedican a destruir esta sociedad, a destruir las familias españolas, a generar conflictos y, al tiempo, a ser las madres de los musulmanes como grupo mascota preferente. Muchas las madres. Conocí a una, en Madrid, Patricia Población, con el sistema neurológico destrozado, con escemas en la cara que parecían paquidermos embolsados, que tenía justa fama de dedicarse a los gatos y al tiro al efebo morito.

Tus niños, tus asesinos niños, por los que lloraste, Raquel Rull. En vez de ingresar en un convento de clausura con voto de silencio para expiar los pecados de tu estéril vida, te empeñaste en contarnos «la otra cara de la moneda, la que no sale en los periódicos, la que no llora en público, la que en silencio se seca las lágrimas porque parece que esté mal visto llorar por ellos”. ¿Que esté mal visto llorar ¡por ellos!? Leches, por tus asesinos, por tus sádicos, por los que tu formaste no se sabe en qué y para qué.

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¿A qué te dedicaste, Raquel Rull, llorona por las esquinas de tus canallas asesinos? ¿Has visto, pedazo de imbécil, los vídeos en los que tus niñatos se ufanan en sus fantasías criminales? Escribiste una carta, que se hizo viral, que es una colección de despropósitos sentimentaloides para una sociedad que ha abandona la funesta manía de pensar, que ha abandonado la lógica, que ha abjurado de la racionalidad y se mueve a espasmos de sentimientos vacuos y estrictamente estúpidos. Porque al salir a escena tenías que haber reconocido tu responsabilidad, tu fracaso y hacer propósito de la enmienda y cumplir la penitencia, pero sólo mostraban su desconcertado desconsuelo porque todos aquellos asesinos degenerados habían crecido a tus pechos públicos, sobrealimentados de subvenciones y rentas de inserción. Os vamos a matar con vuestro dinero, con el que nos ha ido dando Raquel Rull, vienen a decir tus prohijados, por los que, por supuesto, está mal, muy mal, llorar en público y en privado. «Estos niños eran niños como todos. Como mis hijos, eran niños de Ripoll». ¿Eres tonta? Estos niños eran unos sádicos asesinos y en cuanto asesinos eran, además, unos completos idiotas, a los que les estallaron sus quimeras criminales.

No te enteraste de nada. Eres una completa inútil. Y la frase más hiriente hasta la náusea: «¿Cómo puede ser, Younes …? Me tiemblan los dedos, no he visto a nadie tan responsable como tú …» Muy responsable…Te refieres al sádico asesino de Las Ramblas, destrozando vidas de niños como la de Julian Chapman, de 7 años, británico y australiano, o la de Bruno Gulotta, de 35 años, que perdió su vida para salvar la de sus hijos y la de su mujer, por esos sí lloro porque nos ennoblecen y dignifican, no por tu Younes, camello, putero, asesino, sádico, cobarde, tu responsable Younes. Cualquier idea o acepción de responsabilidad no se compadece con tu engendro.

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Pero, en cierta medida, has cumplido tu misión, Raquel Rull, que es destruir esta sociedad con tu pseudoreligión evanescente. Formaste a los terroristas y los alimentaste y les quitaste las espinillas hasta que estaban en condiciones de intentar destruir nuestro mundo, lo cual está fuera de sus posibilidades.

Dicen que Cataluña está enferma. La Cataluña separatista es una exaltación de la estupidez, capaz de poner en primera fila, hace un año y ahora en Cambrils, a las familias manifiestamente integristas de los asesinos, como si encima tuviéramos que compadecernos de ellas por haber dado al mundo esos monstruos, que a sí mismos no se consideraban otra cosa que buenos musulmanes y, por ende, asesinos. Los asesinos de Las Ramblas y Cambrils son emanaciones islámicas pero no vinieron de desiertos lejanos sino de Ripoll, son también la excrecencia del separatismo, su consecuencia.

Esta sociedad civilizada no sobrevivirá si no elimina a las asistentas sociales, si no erradica ese trabajo absurdo. Pero lo hará más pronto que tarde.