Editorial.
Pablo Casado no va dimitir. Es, por tanto, una pérdida de tiempo exigirle lo obvio. Ha sido una locura colectiva del Partido Popular, una pérdida completa del sentido de la realidad. el haber permitido presentarse y elegir a una persona con un itinerario jurídico inevitable. La jueza ve indicios de delito, porque son manifiestos. Es sencillo de entender que un catedrático próximo al PP, y receptor de generosas subvenciones, montó un chiringuito de masters para repartir títulos sin que los favorecidos perdieran el tiempo, asistieran a clases, a pesar de la condición presencial, ni tuvieran que hacer trabajos. Una completa indignidad.
Es manifiesto que Pablo Casado se hizo, mediante tráfico de influencias, con un curriculum de diseño y que no ha cursado las licenciaturas que figuras como suyas. Todo esto indica el nivel de compadreo y bajeza al que ha llegado la Universidad española.
Ante lo que nos encontramos es ante un jefe de la oposición que carece de crédito, que está inhabilitado para ejercerla, que no puede ejercer la crítica porque no tiene autoridad moral, y que, político profesional, va a resistirse a extraer las conclusiones lógicas de su situación.
Dice muy poco del Partido Popular que haya llegado a este callejón sin salida en medio de una histeria de aparato y que incluso haya pretendido vender como regenerador este proceso fallido. La responsabilidad de esta miopía que irá pasando una factura cada vez más elevada es del conjunto de ese partido o, al menos, de quienes, con tanta frivolidad, encumbraron a Pablo Casado. Vale aquí aquello de que más dura será la caída, aunque, en este caso, será gradual y altamente deteriorante para él y para su partido. Al fin y al cabo, que desaparezca el PP puede ser un bien para España.