Enrique de Diego.
El concepto que describe la situación migratoria en España es invasión, en sus dos primeras acepciones: irrumpir, entrar por la fuerza; ocupar anormal o irregularmente un lugar. Esta invasión, que nunca se ha parado en las etapas de Mariano Rajoy con el PP, se ha acelerado en estos dos meses letales del gobierno de Pedro Sánchez.
Esta invasión tiene como objetivo la sustitución y el exterminio de la población autóctona española.
Tiene, respecto a todas las invasiones anteriores, dos características peculiares: a) está propiciada y liderada por los gobernantes; b) está financiada, a la fuerza, por las víctimas que son los contribuyentes.
Por supuesto, se trata de una invasión violenta, con asaltos cada vez más agresivos de las vallas, con desembarcos cada vez más numerosos, lo que sucede es que al ser una invasión tolerada y propiciada la violencia manifiesta se ejerce cuando hay algún tipo de resistencia y se ejerce también dentro del territorio nacional cuando los grupos étnicos y religiosos invasores se sienten incomodados, como sucedió en Lavapiés con el exacerbado vandalismo senegalés o como acontece por toda Europa en los barrios llamados no go, en donde se actúa como zonas ya conquistadas, sin ley, donde las fuerzas de orden público no patrullan o son recibidas con hostilidad. Dos casos paradigmáticos son Mollenbeck en Bruselas y Seine Saint-Denis en París.
Los invasores actúan como fuerzas conquistadoras, violando –las violaciones en Suecia se han incrementado el 1.600%, matando –aumentos constantes de los homicidios, terrorismo islámico- y disfrutando de beneficios sociales a costa de las víctimas, exentos de pagar impuestos como en el top manta y teniendo para sus actuaciones violentas el chantaje del racismo y la xenofobia, con el que desarma a las víctimas para ser llevadas a su holocausto.
Los inmigrantes ilegales –marroquíes, argelinos y negros africanos de diversas nacionalidades subsaharianas, todos bajo el elemento común del islamismo- son la infantería; el Estado Mayor de la invasión está en Moncloa con comandos específicos en las sedes de PSOE y Podemos, con una red capilar de instituciones, servicios sociales, ONG, Agencia Española de Cooperación Internacional como grupos de élite de la invasión.
Las Fuerzas destinadas por la sociedad a mantener la seguridad de las fronteras y el orden público interior, Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil, han sido desactivadas y situadas en la posición de participar en una farsa. Así, el Cuerpo Nacional de Policía entrega órdenes de expulsión al tiempo que pone en la calle a los invasores, a los que paga el billete de autobús para que se desperdiguen por España, y la Guardia Civil tiene que escenificar su propia inoperancia, desbordada en las vallas. Las familias de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad están en peligro, pero las órdenes y protocolos son de desarme.
El Ejército está fuera de combate y desarmado, si bien unidades de la Marina colaboran con el invasor, al igual que Salvamento Marítimo.
La izquierda es una fuerza mercenaria, cipaya, que actúa por dinero, con sus estructuras partidarias instaladas en el Presupuesto, ante el fracaso de sus ideas primigenias.
El aparato de propaganda de la invasión son los medios de comunicación del establishment. Las consignas han sido variadas y mutantes pero siempre con el objetivo de favorecer la invasión:
- Vienen a pagar nuestras pensiones
- Van a resolver nuestro problema de natalidad (como dice Matteo Salvini: “más bebés italianos y menos inmigrantes”)
- Se trata de “refugiados”
- Es una cuestión humanitaria.
- El Mediterráneo es un cementerio.
La última estrategia propagandística es tratar de impedir la alarma de las sociedades estableciendo, contra la evidencia, que el flujo migratorio ha decrecido, lo cual es verdaderamente hipócrita en quienes defienden una Europa sin fronteras y una inmigración ilegal irrestricta, para los que lo bueno sería que el flujo se incrementara. Es notorio que estamos ante un proceso invasivo acumulativo: las nuevas levas se añaden a las anteriores y el flujo es constante. Como es preciso, con la mayor rapidez posible, traer al mayor número, incluso se están repatriando, con cargo al erario público, a los yihadistas y sus familias que marcharon a Siria.
En todos los tiempos pretéritos, quien abría las puertas de la ciudad o colaboraba con el enemigo era tenido por traidor y sobre él caía la pena máxima. Esta invasión no es posible sin la alta traición del PSOE y Podemos, que son traidores, y como tal deberán ser juzgados.
Lo que está sucediendo ahora es que al haberse cerrado a la invasión el frente italiano, el flanco más débil ha pasado a ser España, por donde se está produciendo la invasión.
No se trata, obviamente, de un proceso exclusivamente español, sino que se pretende invadir toda Europa, y en algunas naciones, especialmente infectadas de la socialdemocracia traidora como Suecia, ya se ha conseguido,
El comando táctico de la invasión en España está en Moncloa, pero el comando estratégico está en la Unión Europea, en la Comisión Europea con el borracho Jean-Claude Juncker. El comandante en jefe es George Soros, quien destina ingentes cantidades de dinero a comprar voluntades y alimentar los aparatos de propaganda. El objetivo es acabar con la civilización occidental judeo cristiana y acabar físicamente con la raza autóctona.
La sumisión de Pedro Sánchez al plan invasor genocida fue escenificada en la reunión secreta mantenida en La Moncloa con George Soros, de donde salió la decisión de nombrar al frente de RTVE a personas de su estricta obediencia, que no llegó a culminarse, y la conversión del territorio español es un gran centro de concentración de invasores al servicio de la gran Alemania de Ángela Merkel.
La evidencia de que se trata de una invasión es que todo el proceso no tiene ninguna relación con el mercado de trabajo –España tiene una elevada tasa de paro- ni relación alguna con el desarrollo de la economía, salvo como lastre. Se trata de levas de personal sin preparación alguna, quienes directamente se incorporan al mercado negro de la venta ambulante –top manta-, al tráfico de drogas, al delito –multiplicándose la población reclusa extranjera- y al parasitismo de las ayudas sociales, hasta el punto de que hacia los invasores van fondos que se retrae de la población autóctona a exterminar. La población sudamericana, que ha pasado a estar también amenazada, sí tiene una relación con el mercado de trabajo. Los invasores presentan una gran cohesión interna pues se trata de musulmanes: en los albergues alemanes, las minorías cristiana y yazidí siguen siendo perseguidas.
Las sociedades europeas han generado focos de resistencia con partidos identitarios cuya importancia ha ido creciendo; ellos son la esperanza de cara a las elecciones de mayo de 2019; también la rebelión cívica de las clases medias, pues la invasión precisa de ingentes cantidades de dinero público sustraído a los contribuyentes situados en la posición de víctimas.
Estamos ante una invasión, en el horizonte de una guerra muy cruenta, que puede ser evitada si hay una reacción firme y decidida de las poblaciones en un general rearme moral.