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Merkel, en crisis, incluso familiar

Redacción




Virginia Montes.

Ángela Merkel no pasará las vacaciones con su esposo, Joachim Sauer. A finales de la próxima semana, éste con su hijo tiene previsto acudir al Hotel Marlet, en Sulden, Tirol italiano, pero Ángela Merkel con su séquito de escoltas no ha reservado. Esto es por completo inusual. Merkel y su esposo, reacio a los primeros planos en los que se mueve su esposa, han vivido las vacaciones con precisión germánica, repartiéndolas entre El Tirol italiano y La Gomera. Algunas alarmas han saltado sobre la estabilidad familiar, no todas, porque recientemente, para celebrar el 64 cumpleaños de la canciller, estuvieron juntos, con un matrimonio amigo, en un restaurante de lujo, algo poco habitual en Ángela Merkel más dada a los locales con muchas salchichas.

Lo que le faltaba a Ángela Merkel es que a su crisis política y a la económica de Alemania, se uniera la familiar. En Economía, el FMI ha rebajado las perspectivas de crecimiento para toda la zona euro, culpando de ello a Alemania, seguida de Francia e Italia, cuya evolución «se suavizó más de lo esperado en el primer trimestre». La relación entre la invasión migratoria propiciada por Ángela Merkel y el progreso indefinido se ha mostrado una completa falacia.

Merkel ya no es la todopoderosa política, que con su entonces ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, disciplinaba a los gobiernos con exigencias de austeridad y humillaba a los griegos, ahora es una mujer abatida que se arrastra en el exterior y en el interior buscando su supervivencia. Antes, la izquierda de toda Europa la odiaba, ahora es la izquierda la que le pide que aguante como el pilar de la Unión Europea que da trompicones espasmódicos al ritmo de los pasos tambaleantes del borracho Jean-Claude Juncker. Ahora Horst Seehofer dice que «con esta mujer no se puede gobernar» y ella cede. Terminará sola y despreciada por todos como el personaje que ha hecho más daño a Europa desde el final de la segunda guerra mundial.