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Kim Novak, fascinación

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

Ha cumplido ya 85 años y millones de cinéfilos  la recuerdan en obras maestras como Vértigo (1958) de Alfred HitchcockUn extraño en mi vida (1960) de Richard Quine.

El rostro mágico de Madeleine/Judy asaeteado por la cámara morbosa de Hitchcock sigue fascinando como el primer día. No importa que los años hayan surcado el rostro de la mujer. Diríase que Kim ocultaba su auténtico rostro tras una máscara. O que la dicotomía entre Judy y Madeleine de Vértigo, adquiría un dramatismo brutal cuando ambas – que son la misma – se encuentran .    

Kim Novak, la mujer, nació en Illinois el 13 de febrero de 1933, modelo en sus inicios hasta que la Columbia la contrató en 1954 abriéndola las puertas del cine.

Sabemos de su capacidad de sugestión, de su matrimonio fallido con Richard Johnson en 1965 y que solo duró un año, de sus sufrimiento cuando a partir de la segunda mitad de los años sesenta las películas se volvieron demasiado pequeñas –como a la protagonista de Sunset Boulevard– para su grandeza. El calvario  de su ultima película, Liebestraum, (1991) la hizo abandonar la industria y se centró en su vida personal: un nuevo matrimonio en 1976 con Robert Malloy, los negocios en el mundo de los caballos, la colaboración fugaz en series de TV (entre ellas la popular Falcon Crest), su afición a la fotografía y al arte en las que volcó un gusto esmerado y esa clase que derrochaba en las pantallas.      

Pero junto al éxito el dolor; el incendio de su casa en 2000 durante el que desaparecieron fotografías, cuadros y los textos de su autobiografía inédita para siempre, una caída grave de caballo en 2006, el diagnóstico en 2010 de un cáncer de pecho y su confesión posterior de un padecimiento de ciertos trastornos bipolares que hubieron de requerir un complicado tratamiento médico.

La persona se oculta tras la máscara mientras el personaje brilla en películas como La calle numero 322 de 1954 de Richard Quine o La historia de Eddy Duchin, 1956 de George Sidney –al lado del gran  Tyrone Power – que supusieron el comienzo de su estrellato.

Pal Joey de George Sidney, Picnic de Joshua Logan junto a William Holdem, Me enamoré de una bruja de Richard Quine, Bésame tonto de Billy Wilder,  La leyenda de Lylah Clarke de Robert Aldrich o su episódica colaboración en la extraña El desafío del búfalo blanco (1977) de J. Lee Thompson con Charles Bronson, son hitos que jalonan una presencia cinematográfica fascinante, una belleza misteriosa indescriptible, un “glamour” lleno de atractivo y a menudo de intranquilidad como tan solo Gene Tierney o Ava Gardner fueron capaces de alcanzar.

Pero si Kim Novak es un mito se debe a dos grandes obras maestras. La primera es  Un extraño en mi vida (Strangers when we meet), en la que encarna a una mujer casada insatisfecha que se enamora de un arquitecto también casado (magnífico Kirk Douglas) y viven una historia de amor prohibido que tan solo culmina en la mansión que él construye para otro escritor millonario pero que se convierte en la obra de arte que les unirá cuando la vida les separe.

La casa termina, su dueño cree ufano que es suya, pero los dos protagonistas saben que esas paredes, ese diseño original, esa vida atrapada en los planos es el único testigo de su amor imposible. Una obra maestra y una Kim Novak hermosa hasta el desvanecimiento.

La otra película es Vértigo, de Hitchcock, protagonizada por James Stewart. Simplemente una de las obras de arte mayores del siglo XX. 

La aparición de Kim como Madeleine pertenece al terreno de los sueños. El amor, la fascinación, el peligro, la obsesión conducen a Scottie (Stewart) a sus propios límites. El mundo se destruye cuando ella perece sin que el detective, presa del vértigo, pueda salvarla. Pero como escribe Mersault : “Después de haber fracasado en su labor como detective, y de percatarse de que se había enamorado de Madeleine, Scottie intenta volver a su vida normal. Pero al encontrarse con Judy, ve la oportunidad de ahogar su trauma, intentando convertir a Judy en Madeleine, y reviviendo las circunstancias en que Madeleine se mató: una caída desde una alta torre. Scottie es consciente de su segunda oportunidad”.

Volver de nuevo a la vida y al amor. En una operación de necrofilia erótica, Scottie va cambiando a Judy hasta hacerla parecer a Madeleine, en cuerpo y alma, hasta el último detalle, mientras Judy gime pidiendo que la ame por sí misma. Ambas son la misma persona, pero tan solo una es real mientras que la otra pertenece al terreno de la pesadilla.

Vértigo inspiró al filósofo Eugenio Trías un ensayo inolvidable. Su conclusión es devastadoramente bella: “Vértigo lleva hasta su límite absoluto el gran tema del amor-pasión entretejido con la pulsión de muerte”.

Como escribiera Julián Marías acerca de Meditaciones del Quijote (1914) la primera obra magna de Ortega y Gasset, sería posible estar toda una vida comentando el texto, lo mismo sucede con Vértigo, nueva en cada visión, fascinadora en cada imagen que nos persigue hasta la extenuación.

Tal vez Kim Novak, persona, se oculte tras una máscara humana y su rostro se haya desvanecido, pero la Kim Novak de Vértigo, entre Madeleine y Judy es eterna como la belleza, el arte, la atracción y el dolor.

Inagotable e imposible de describir con palabras. Eso es el cine.