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Ojo, Margarita Robles, que en Sevilla se arma gorda

Redacción




Yolanda Cabezuelo Arenas.

“Hay que distinguir las tradiciones, que son parte del acervo cultural que hay que proteger y conservar, de lo que son meras manifestaciones religiosas, que son una cuestión privada”

Hace casi dos décadas me encargaron enseñar la madrugá sevillana a un ministro marroquí que visitaba Sevilla acompañado de su esposa. Aproveché las horas previas para que vieran Monte-Sión parar ante el convento de Sor Ángela, y luego fuimos a ver la Macarena en la esquina de la calle Feria. Puedo asegurarles a ustedes que horas más tarde, cuando veíamos al Gran Poder venir hacia nosotros en la plaza del Triunfo, la esposa del ministro temblaba de emoción, y el ministro mismo tenía en los ojos dos lagrimones. La emoción no era religiosa, como pueden imaginarse: en este caso notaban el encanto del ambiente; la increíble belleza que tiene la Semana Santa, y más la de Sevilla.

Por eso, cuando Margarita Robles habla de laicismo, y quiere preservar las tradiciones prescindiendo de las manifestaciones religiosas, recuerdo al ministro aquél, que no podía ser más musulmán, y que sin embargo fue capaz de vivir una experiencia parte del acervo cultural, sin tanto prejuicio y tanta tontería.

En todo caso, la cuestión de mantener las tradiciones en las Hermandades correspondería únicamente a los propios hermanos. Si a Santa Bárbara deja de acompañarle Artillería, la Guardia Civil deja de proteger simbólicamente los pasos -excepto el Cerro del Águila, y la Trinidad, que llevan escolta de policía-, en Sevilla se arma. Y gorda. Ya intentó algo parecido en su momento Carmen Chacón, y hubo todo un movimiento en contra liderado entre otros por Carlos Herrera, que puso a la ministra y a Zapatero en el lugar que corespondía.

Lo siguiente al despropósito de Margarita Robles puede muy bien ser suprimir el himno nacional a la entrada y salida de las procesiones, y por supuesto las banderas a media asta. La Legión tendría que renunciar a acompañar al Cristo de Mena, y yo no sé cómo se tomarían ésto en Málaga, pero en Sevilla seguimos el ejemplo que apoya este gobierno y nos declaramos república independiente.

El Cristo de la Buena Muerte a hombros de legionarios. /Foto: laopiniondemalaga.com.

La señora Robles, y toda esta caterva de progres que tienen la desgracia de ser ateos y quieren destruir las creencias de los demás, no tiene ni idea de la cantidad de gente que pulula por Sevilla en cualquiera de esas manifestaciones religiosas. Son ganas de tocar las narices, y de crear problemas donde no los hay.

Volviendo a mi ministro marroquí, sería de preguntar también por qué este apoyo al Ramadán si la cosa va de prescindir de consideraciones religiosas. Toda esta gentuza que lamenta las fiestas católicas se dedica a lamer las botas de cualquiera de estos moracos impresentables a los que estamos acogiendo con los brazos abiertos, y no sólo en cuestiones religiosas, sino culturales. Los mismos que claman hasta la exageración por los derechos de la mujer, miran hacia otra parte cuando se habla de burkas, pañuelos, ablación y matrimonios infantiles. Y lo que es más grave: clama el absoluto silencio que guardan acerca de las violaciones que están cometiendo manadas islámicas contra mujeres españolas.

Pero lo importante es el revanchismo: que esto no tiene otro sentido. Insisto: revanchismo. Podrán argumentarlo como quieran, convencer a quien se deje, pero no hay otra explicación. Y si para conseguir la revancha histórica tienen que devolver Al-Andalus al control musulmán, allá que van ya abriendo camino. Y en tiempo récord, oigan: dos semanas llevan, y ya quieren acabar con todo lo que había.