Editorial.
El PSOE es un partido que tiene una larga trayectoria de adhesión a la cultura de la muerte y, al tiempo, de una extraordinaria capacidad para llevar al desastre económico a la sociedad, depapeurizando a personas y familias. Ambas cuestiones van unidas, pues la degeneración moral daña a los fundamentos éticos de la sociedad.
Ahora ha presentado su solución al problema de las pensiones: la eutanasia. Hay enfermos que cuesta mucho dinero mantener en vida y que, al tiempo, suelen recibir jubilaciones o ayudas. Son unidades de gasto que es mejor que mueran. El Congreso, en un desfonde moral abyecto, ha tomado en consideración la proposición de ley del PSOE para legalizar o despenalizar el suicidio, convirtiendo los hospitales en campos de exterminio neonazis. Esto, que se presenta aquí como no se qué vanguardia, cuando es la reacción a la barbarie, ya lo hizo Adolf Hitler.
La proposición de ley socialista, defendida por su portavoz Adriana Lastra, una apasionada de la muerte (Freud haría maravillas con ella), ha sido apoyada por todos los grupos separatistas, incluido el PNV que ha hecho una mutación hacia la corrección política, hasta el punto de Iñigo Urkullu ya ganó el título de tonto del año de Rambla Libre y sigue haciendo méritos para tenerlo en propiedad. También se ha sumado a la degeneración y la pasión por el suicidio ese partido sin principios ni convicciones, esa colección de trepas anodinos que es Ciudadanos, con esa mala copia de Macron que pretende ser el charlatán de feria Albert Rivera. Con este voto, Ciudadanos ha dejado claro que es un partido acomplejado con el que los auténticos ciudadanos deben terminar y erradicar.
O no nos hemos enterado o no hemos escuchado nada de la jerarquía católica, seguramente demasiado atareada con la maldita crucecita.
Es digno de elogio que el PP se haya posicionado en contra, con un brillante discurso de la diputada Pilar Cortés quien con pleno acierto destacó que se corre el “riesgo tremendo” de que los casos se generalicen: “La eutanasia irá ganando terreno a los cuidados paliativos”. Sin ninguna duda, del suicidio asistido se pasará al asesinato médico.
El escenario que describe la proposición de ley es macabro y propio de una cámara de los horrores o de un campo de exterminio, con el médico depravado facilitando el veneno y asistiendo hasta el final al suicida. Por supuesto, ese supuesto escenario «garantista», descrito por la patética Lastra, es mentira cochina y asesina. Las presiones van a ser brutales. Ya lo son con la práctica generalizada de la sedación. Cualquier enfermero presiona a la familia para matar al paciente. Es una medicina asesina. Y va a empeorar. No se puede dar la carta libre que se pretende a un personal sanitario aterrado con sus propios sueldos y dispuestos a suicidar al mayor número de gente. Entrar en coma en un hospital va a ser no salir.
Hemos hecho el elogio del PP, que es preciso extender a UPN y a Foro Asturias. El PP debe recuperar su coherencia de forma que si esta ley criminal se aprueba, debe ser derogada. Como debe ser derogado el aborto. Ya hemos comprobado que mediante la cultura de la muerte la sociedad no va más que al desastre. Es urgente un rearme moral.
Es preciso reiterar la flatulenta prepotencia con la que un partido sin principios ni respaldo democrático, con 84 diputados, trata de aprobar leyes que modificar la textura vital y moral de la sociedad. Déjense, socialistas, de eufemismos y circunloquios: lo que quieren aprobar es el asesinato por compasión.
Hay un futuro para España en el que el PSOE no existirá.