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Merkel se tambalea y la Unión Europea agoniza

Redacción




Virginia Montes.

Se ha tratado de una cumbre informal, previa al Consejo de Europa a celebrar el 28 y 29 de junio, con la inmigración como única cuestión en la agenda. Los líderes europeos llevan tiempo reuniéndose de urgencia, haciendo declaraciones y no haciendo nada. Declaraciones ha habido, de nuevo, muchas, con respiraciones momentáneamente aliviadas y en un sentido muy distinto al que venía siendo la tónica buenista de los inmediatos años anteriores, desde 2.015, cuando la Oficina de Emigración alemana hizo un demoledor efecto llamada, de que ningún «refugiado» sería expulsado y el lobby de las onegés hizo de altavoz por los Balcanes y por toda África y Asia.

Ángela Merkel, financia a asesinos de alemanes. /Foto: elplural.com.

Ángela Merkel, que se tambalea, ha declarado que hay acuerdo en «reducir la inmigración ilegal» y en «proteger nuestras fronteras«. Muy lejos de la Merkel que en 2.015 dijo aquello tan voluntarista de «¡vamos a lograrlo!«. Sobre ella pesa el ultimátum dado por Horst Seehofer y la CSU para blindar las fronteras alemanas. Merkel parece haber respondido indicando que no pueden ser las ONG y los peticionarios los que decidan su destino: piden el asilo en varias naciones y muchas veces su objetivo es Alemania. También ha dicho que no se «va a dejar solos» a los países con frontera con la inmigración, en directa referencia a Italia.

Las agresiones de la Noche Vieja en Colonia conmocionaron a Alemania. /Foto: eperiodico.com.

¿Ha respondido al ultimátum, ha ganado tiempo? Es pronto para decirlo. Por de pronto, hay dos posturas: una plantea centros de desembarco, campos de concentración, dentro de Europa. En eso están la Francia de Macron y la España de Pedro Sánchez, quien confundiendo los deseos con la realidad considera exitosa la experiencia de los CIE; otra, centros, campos de concentración, en los países de tránsito. Es en lo que están Austria, Italia y el grupo de Visegrado, que ni tan siquiera ha asistido a la cumbre. Una primera conclusión evidente es que se ha puesto fin al buenismo y al criterio humanitario en relación con la inmigración, que ya sólo mantiene, de puertas para adentro, Pedro Sánchez. La inmigración ya no es una solución sino un problema y grave; y que ha de ser circunscrita a quien pueda reclamar asilo (de los que arriban a Italia, sólo el 5%).

Víctimas sin nombre: masacre Niza. /Foto: elpais.com.

El fin de la UE como gobierno supranacional

El 23 de septiembre de 2.015 tuvo lugar otra cumbre, en la que durante un tiempo se vislumbró el espejismo de un gobierno europeo supranacional, comandado por Jean Claude Juncker y con el dominio de la eurocracia. Bruselas tenía ya un problema global, europeo, que en buena medida había inducido a crear, que exigía una respuesta «europea«, por encima de las naciones y sus parlamentos, y se puso a dictar cuotas de recepción de los que dio en llamar refugiados contra todas las evidencias.

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Viktor Orban. /Foto: lavanguardia.com.

Tenían el absoluto control mediático para adoctrinar a la población con estallidos de histeria emocional y para silenciar a quien osara disentir y para disciplinarlo pues se habían dotado del arma de los llamados delitos de odio, de forma que quien señalar el despropósito podía ser acusado penalmente de racista. En ese momento, sólo se opuso, y es de justicia reconocerle el mérito, el presidente húngaro, Viktor Orban, el que está sirviendo mejor a su país y mostrando mayor clarividencia. El linchamiento fue brutal y abrumadoras las amenazas de expulsar a Hungría de la Unión Europea. Para la historia las imágenes de la estación Seleti de Budapest atestada de inmigrantes ilegales y la ceremonia de la estupidez de miles de alemanes recibiéndoles en la estación de Munich, jaleados por Ángela Merkel y su «¡Vamos a lograrlo!«.

Matteo Salvini. /Foto: lavanguardia.com.

Italia y Matteo Salvini descolocan a todos

Ahora habría que expulsar a los cuatro de Visegrado, a Austria y, sobre todo, a Italia. Ha sido Matteo Salvini con su firmeza frente al Aquarius y a las mafias esclavistas de las ONG el que ha descolocado a todos, mostrándose inmune a los dicterios y anatemas. Si Matteo Salvini es un fascista, como se dice en las aburridas y cansinas tertulias televisivas españolas, el problema es grave porque el 30% de los italianos están dispuestos a votarle y, por ende, se han tornado fascistas. Ya nadie piensa en expulsar a nadie y las declaraciones de Merkel son un implícito reconocimiento de culpa y la demostración de que ella es la culpable y una completa inútil, mientras Matteo Salvini tiene razón y la inmigración es un problema, con seiscientos mil africanos deambulando por Italia y generando conflictos. No es el miedo al otro, sino la constatación de la realidad que se ha intentado ocultar en estos últimos años, como el terrorismo islamista o la elevación exponencial de las agresiones sexuales y las violaciones, vilmente calladas por el comprado movimiento feminista. Europa oscila hacia Salvini, mientras la Unión Europea en cuanto entelequia burocrática agoniza.

Cartel contra Soros en la pasada campaña electoral.

Prospectiva: o se vuelve a la Europa de las Patrias o la Unión Europea no existirá

Los poderes mundialistas, incluida Bruselas, infiltrada hasta los tuétanos por los dictados estrambóticos de George Soros, se pusieron a jugar al ajedrez en el tablero del mundo, con Europa como premio de la partida. Destruyeron Libia entregándola al integrismo y a los señores de la guerra; un error por el que todavía nadie ha pagado, ni Sarkozy. Apoyaron al integrismo islámico con las primaveras árabes que han traído un gélido invierno de intolerancia y fanatismo. Y pusieron en marcha, con el concurso de las ONG esclavistas, llenas de la peor gente, como se demostró con Oxfam Intermón, a las multitudes para convertir Europa, todas y cada una de sus naciones, en islámicas, mediante un obsceno y corrupto proceso de ingeniería social, que ellos creían capaces de controlar.

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Tenían todo el poder político, económico y mediático, y no esperaban resistencia. Y la ha habido. Deprisa y corriendo, las naciones europeas han ido generando, en medio de mostrencas criminalizaciones y tenaces cordones sanitarios, formaciones políticas identitarias que han ido cambiando el panorama.

La Unión Europea como pretensión de gobierno supranacional ha fracasado. El experimento ha sido un desastre. El problema no sólo es migratorio, también lo es económico y político en gran medida, porque el modelo de Bruselas hace aguas por los cuatro costados: el dominio por un grupo de eurócratas privilegiados que se imponen a las soberanías nacionales y van vaciando a las naciones ha sido un tremendo error. Cuando Matteo Salvini se pregunta si en 2.019 seguirá existiendo la Unión Europea ya nadie se atreve a contestar a la pregunta retórica. La Unión Europea agoniza. No tiene prácticamente pulso. Merkel y Bruselas son los culpables de la política de sin fronteras, de fronteras abiertas, y deben tener estrictas y profundas responsabilidades.

Es preciso desmantelar la Unión Europea y volver a la Comunidad Económica y luego a la Europa de las Patrias: un club sin aranceles internos, con una mínima burocracia y nada más. O eso o la Unión Europea estallará de manera incontrolada en medio de conflictos inenarrables. Pedro Sánchez, por cierto, está fuera de juego. Llega tarde a no sabe dónde.

Horst Seehofer y Ángela Merkel. /Foto: elmundo.es.

Si cae Merkel, Europa se salvará

Queda por ver el último round entre Ángela Merkel y la CSU. Pero incluso si hubiera tregua o armisticio, Ángela Merkel ya no es la que era, es un fantasma que recorre Europa pidiendo transfusiones de sangre política. Dice El País que «si cae Merkel, cae Europa«. Craso error: si cae Merkel, Europa se salvará.