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Recordando Sesión continua de José Luis Garci

Redacción




Fernando Alonso Brahona. Crítico de cine.

Hoy el cine ha cambiado mucho, no tanto las películas (que no igualan ni de lejos en calidad al cine clásico) sino la manera de verlas:  salas de cine perfectamente equipadas, DVD en majestuosos aparatos de TV, ordenadores de ultima generación y – como curioso contrapunto – las pantallas más pequeñas de móviles o “ tablet “ que recogen las esplendorosas imágenes de la fábrica de sueños que es el cine.

José Luis Garci. /Foto: abc.es.

José Luis Garci no ha vuelto a rodar películas desde Holmes and Watson, Madrid days, pero sigue activo en los programas de radio y en la literatura de cine .

Toda la pasión cinéfila de Garci, esa que se derrocha en las hermosas páginas de Morir de cine o Latir de cine, la que capta el programa de televisión Qué grande es el cine, analizando y disfrutando de clásicos de la historia gloriosa del séptimo arte, se dibuja en esta película incomprendida, llena de imperfecciones, pero a última hora maravillosa.

Alfredo Landa y José Sacristán iban a ser los intérpretes de la película, pero los problemas en el inicio del rodaje impidieron la coincidencia de fechas y ambos hubieron de ser sustituidos. Jesús Puente, en una de sus mejores interpretaciones, fue el afortunado protagonista de Sesión continua (junto a Adolfo Marsillach) y con el tiempo se convertiría en uno de los grandes amigos y colaboradores del director.

Puente había nacido en Madrid en diciembre de 1930 y durante muchos años participó en numerosas coproducciones filmadas en España: westerns, acción y aventuras. También una película del Oeste autóctona: Antes llega la muerte (1964), de Rafael Romero Marchent. Jesús Puente trabajó con frecuencia en el teatro y a partir de Sesión continua sería un habitual de Garci en películas como Asignatura aprobada y You´re the one o en diversos episodios de Historias del otro lado. Puente falleció en Madrid el 26 de octubre de 2000, dos meses antes de cumplir los setenta años de edad.

La película comienza con una auténtica declaración de principios: las fotos de grandes artistas del cine: John Ford, Leo McCarey, Howard Hawks, Woody Allen, Billy Wilder, Jean Renoir, Carl Dreyer... y una simple dedicatoria: “a ellos”. De este modo sencillo y emotivo Garci nos introduce en la pasión cinéfila, en las películas que han suplantado a las vidas, porque ese y no otro es el tema central de esta obra.

Un guionista y un director, dos hombres que no han vivido su vida sino que han vivido en permanente estado de película. Ford, Hawks, De Mille, Walsh, Hathaway eran tipos que amaban la vida y por ello hicieron grandes películas llenas de vida. Pero los dos protagonistas de Sesión continua arrastran una existencia personal repleta de fracasos. Marsillach tiene una hija que no le entiende y que está viviendo una aventura con un hombre mucho mayor que ella (en un momento de la película dice con amargura: “no sé cómo hablar a mi hija. No me sale. Podría escribir mi escena con ella, pero en persona no sé cómo hacerlo”). Puente vive la crisis de su matrimonio. Su mujer le abandona para retirarse a vivir en la soledad serena de un convento.

Las vicisitudes de los personajes se antojan excesivas en algunos momentos, pero los diálogos son de tal brillantez que mantienen el tono mágico de una película que como ninguna otra bucea en el amor al cine, en la vida construida en torno al séptimo arte.

Resultan antológicas las dos secuencias en las que interviene el gran José Bódalo, encarnando a un productor a la antigua usanza. Un hombre que ama el cine, que siempre habla diciendo “Mervyn le Roy y yo siempre pensamos que...” y que invita a su director y a su guionista a que vuelvan a hacer películas románticas, películas como “las de antes”. Películas, en suma, en las que el beso sustituya a la cama. Para Bódalo sería su última película (en ese año 1984 solo trabajaría en otro título, El último kamikaze, junto a Paul Naschy). Falleció el 24 de julio de 1985 a los sesenta y nueve años.

Otra escena inolvidable es la borrachera de los dos amigos que hablan de lo divino y lo humano mientras intentan sacar su coche de un garaje. Una conversación que se funde con la depresión de contemplar cómo la vida se escapa sin que a veces nos demos cuenta. Por otra parte, el juego del cine dentro del cine (vemos cómo se rueda la película que los protagonistas están haciendo) tiene un sutil sentido del humor en el título del filme de ficción, Me deprimo despacio, y en su argumento: un político maduro se enamora de una jovencita. Pero ese argumento de ficción adquiere un curioso paralelismo ya que la hija del personaje de Adolfo Marsillach se enamora también de un hombre mucho mayor que ella.

Otro papel importante recae en María Casanova, una colaboradora habitual en la primera etapa del cine de Garci. Hizo seis películas con el director y desapareció de las pantallas en 1984, tras el filme de Mariano Ozores El pan debajo del brazo.

El final de Sesión continua supone toda una declaración de principios sobre el cine y la vida. El desenlace resulta de especial emoción. Jesús Puente mira a través de la ventana (una metáfora de lo que el cine es: un excepcional mirador). La imagen en color se va convirtiendo en blanco y negro mientras suenan las bandas sonoras de películas inolvidables. La vida se ha convertido, literalmente, en película. Pocas veces se ha mostrado de forma tan hermosa que el cine, las películas, están hechas del mismo material con el que se forjan los sueños.

Este filme originó una polémica con el entonces director general de RTVE, José María Calviño. El realizador Garci acusó a Televisión Española de arbitrariedades por haberle negado la ayuda denominada “derechos de antena”, ayuda que TVE concede para la producción de películas españolas con la contrapartida de que, dos años después de su estreno, sean emitidas por la pequeña pantalla. El hecho se difundió en la prensa y ocasionó una polémica que llegó a politizarse en grado sumo. Eran, además, los años en los que el PSOE pretendía controlar y mediatizar la cultura del momento sin apenas dejar campo de juego y presencia para la disidencia abierta. No es que hubiera censura, pero se podía arrojar a las tinieblas exteriores a los no excesivamente adictos.

Sesión continua tenía todas las características para convertirse en una cult movie, aunque su primer paso fue bordear las notas de una obra maldita. En cualquier caso el encanto de su cinefilia sería suficiente para sobrevivir. Camilo José Cela repetía a menudo que los que aguantan, triunfan. Con esta obra, José Luis Garci empezaba a convertirse en un superviviente.

La crítica convencional la atacó sin piedad, llegando incluso al insulto personal y artístico. En mi libro de 1992 Biografía del cine español me referí y rebatí el lamentable comentario de José Enrique Monterde en Dirigido Por (revista minoritaria de la época y conocida en los círculos cinéfilos por su radicalismo y sus opiniones exacerbadas. Hoy ha cambiado no poco para mejor).

Sesión continua no obtuvo el éxito esperado (aunque con el tiempo se ha convertido en una película de culto) y supuso el principio de la ruptura de Garci con el establishment del cine español. A partir de 1984 el director de Volver a empezar sería un auténtico autor independiente, un amante del cine que iba a hacer películas como forma de vida, con el apoyo de sus amigos y con la satisfacción de cumplir no solo con una profesión sino con una vocación. Con éxito o con indiferencia, con aciertos y errores, pero siempre con el temple de los pioneros, de los verdaderos creadores del séptimo arte.

Sesión continua fue nominada para el Óscar de 1984 a la mejor película en lengua no inglesa.  Hoy merece la pena redescubrirla haciendo hueco entre los Han Solo o las nuevas entregas de Jurásico y aunque sea dejando en segundo plano de actualidad  a los ministros que provienen de los programas del corazón en TV. Signo cada uno de su tiempo .