Editorial.
Con profundo estupor, hemos contemplado como la moción de censura del arribista y felón Pedro Sánchez se ha convertido en un constante aquelarre de ofensas a España, alentadas desde el menguado grupo socialista. El que de manera indigna, y con escasa legitimidad, merced a una auténtica empanada de enemigos de la nación ostenta desde ahora con tanta indignidad el título de presidente del Gobierno de España ha llegado a decir que «España es una nación, que incluye territorios que también se sienten nación». Eso es por completo absurdo, contradice la más mínima lógica y nos introduce en el terreno de las alucinaciones ideológicas.
España es la única nación. No existe, ni puede existir, ni existirá nunca algo así como la plurinacionalidad, que es una contradicción en los términos. España es, junto con Francia, la nación más antigua de Europa. Es una unidad territorial desde el godo Leovigildo.
Es de una extrema gravedad situar a los separatistas como interlocutores únicos de territorios. Sólo hay un territorio nacional. Es un hecho objetivo. Y todos, empezando por el presidente del Gobierno, salvo cayendo en delito de traición y sedición, tenemos el deber de defender la integridad territorial, empezando por las Fuerzas Armadas.
En estos momentos, de extrema gravedad es preciso hacer un llamamiento al pueblo español, a los patriotas españoles, que para sorpresa de extraños, han demostrado su fuerza y su coraje ante el golpismo del separatismo catalán, para que esté en disposición de movilizarse y salir a la calle en defensa de España, de la unidad de la Patria amenazada desde la misma presidencia del Gobierno.