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Asombroso: ¡La presidenta de una asociación por las víctimas de la LIGV presentó una denuncia «falsa» a su ex!

Redacción




Enrique de Diego.

La historia parece irreal, salida del mundo de nunca jamás o de Alicia en el país de las maravillas, o del teatro del absurdo o de un sainete o, mejor aún, de una novela picaresca española, aunque de alguna de sus zonas más sombrías y cutres: Antonia Carrasco, presidenta de GenMad, una asociación que se pretende contraria a los abusos de la Ley Integral de la Violencia de Género, denunció a su ex Germán Polo por violencia de género y Germán Polo fue absuelto con una sentencia demoledora para Antonia Carrasco y para los testigos que presentó. ¿Abusó ella de la Ley cuyos abusos dice que quiere combatir? El mundo del revés, de traca, de tebeo.

Como aquí no dimite nadie, después de ese glorioso varapalo judicial propiciado por la Audiencia Provincial de Madrid sigue pretendiendo liderar una lucha que, aparentemente, tendría que ir también contra ella, que, cuanto menos, parece, según coinciden numerosas fuentes, muestra una patente incoherencia y carece de autoridad moral. Ella persiste y sigue adelante con sus clamorosas contradicciones.

Antonia Carrasco puso en marcha su asociación junto con su pareja de entonces, Germán Polo, sargento de la Guardia Civil, destinado en ese momento en la Unidad de Intervención de Armas. Germán tenía contactos y Antonia, desparpajo. Sin que trascendieran los motivos, la relación entró en crisis. Se distanciaron y rompieron. Hubo un tiempo de calma, hasta que Antonia Carrasco, tiempo después, con una práctica que hasta entonces ella denunciaba, presentó una denuncia por malos tratos psíquicos y físicos contra Germán, que se vio metido en la vorágine judicial.

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Cuanto menos se trataba de una exuberante incoherencia de Antonia. Su denuncia provocó un cisma entre quienes combatían los abusos en la Ley Integral de Violencia de Género. Una auténtica «guerra del Norte contra el Sur», como describe una fuente, entonces muy cercana a Antonia y que vivió los acontecimientos en primera persona. Antonia, a la que señalan como persona litigante, llegó a llevar a los tribunales a una cifra de sus antiguos seguidores que se sitúa entre 10 y 12, acusándoles de acoso e injurias y calumnias a través de facebook y whatsapp. Las acusaciones, por las que pedía a cada uno la bonita cifra de 6.000 euros, y que le hubieran reportado ingresos adicionales, no se sostenían, no tenían ni pies ni cabeza, y testigos presenciales del último de los juicios recuerdan el bochorno ante lo infundado de las acusaciones y el ridículo que representó que la juez las archivara con gesto de que era una pérdida de tiempo y una tomadura de pelo.

Pero lo que lleva este sainete, este episodio de la novela picaresca moderna, es que Germán Polo fue absuelto por la Audiencia Provincial, lo que deja la denuncia de Antonia Carrasco en el pantanoso terreno de las presuntas denuncias falsas. ¿Puede un personaje así seguir presentándose como paladín de la lucha contra los abusos de la Ley de Violencia de Género? ¿Tiene alguna credibilidad? Pues, contra toda lógica, contra viento y marea, Antonia Carrasco lo ha hecho y lo hace. ¿Alguien se puede extrañar que el movimiento de víctimas de la Ley de Violencia de Género no haya conseguido organizarse con suficiente eficacia? ¿Entenderá algún día Antonia Carrasco que, por sensatez, debería dar un paso atrás y controlar cualquier atisbo de afán de protagonismo? La historia parece irreal pero es real y supera el nivel del esperpento para entrar de lleno en el del más pavoroso ridículo.

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