https://youtu.be/tK9m2dCymNE
Editorial.
Un ciudadano senegalés ha fallecido de infarto en plena calle. Mmame Mbage nunca debió entrar en España, pues lo hizo ilegalmente, y, sin embargo, llevaba catorce años en nuestro país, sin haber sido expulsado, que es lo que se debía haber hecho. Se trata de un fallo sistémico. Una dotación de Policía Local acudió a auxiliarle. La difusión del rumor de que había muerto en una persecución policial ha desatado en Lavapies una ola de vandalismo intolerable. Si el infarto le hubiera dado durante una persecución policial hubiera sido irrelevante, porque la Policía está para reprimir el delito, puesto que el top manta es una actividad ilegal de economía sumergida, practicada a plena luz del día, con total impunidad, que exige una fuerte logística, practicada por ilegales que debe ser reprimida sin contemplaciones.
El equipo de Gobierno, con su alcaldesa al frente, han adoptado una postura acomodaticia que no es de recibo. Algún concejal mostrando la incapacidad habitual de quienes ahora detentan el Ayuntamiento de Madrid ha culpado del infarto al capitalismo, lo cual es una soberana estupidez. Los madrileños deben saber y tener en cuenta que Podemos apuesta por la anarquía y el vandalismo, con los que la convivencia se hace imposible.
Se han escuchado en las tertulias televisivas un coro de lamentos estériles, con los que lejos de condenar los hechos y pedir firmeza en los gobernantes, se adopta un buenismo suicida del que millones de españoles están hartos.
Nosotros no participamos ni lo más mínimo de las consignas globalistas de fronteras abiertas que atenazan a todos los partidos políticos parlamentarios y al coro de lacayos en que ha degenerado el periodismo actual. Nunca en la historia ninguna nación ha permitido la entrada ilegal en su territorio y tampoco la práctica de actividades al margen de la Ley. Es obligación del Gobierno defender las fronteras de España y cortar la ola migratoria que no está trayendo más que problemas, que irán siendo más graves si no ataja la situación con la decisión que es precisa.
Carece de sentido estar contra la economía sumergida y a favor del top manta. No es de recibo que el Ayuntamiento no respalde a la Policía Local, que depende de él, y a la Policía Nacional que tuvo que atajar una situación de extrema violencia. Las escenas que se han vivido son totalmente lamentables y muestra el caos societario al que nos aboca la falta de política migratoria firme. Lavapies es la manifiesta muestra de las consecuencias letales de la ausencia de esa política. Los senegaleses deben ser deportados. Es la Ley y debe cumplirse. Y nadie debe entrar en España sin hacerlo dentro de los cauces legales. Lo demás es jugar con pólvora. Y el primer estallido ya se ha producido.