Enrique de Diego.
Hoy es difícil de entender y casi de imaginar, pero hubo un tiempo prolongado en el que hoy crepuscular Pedro J Ramírez soñó con controlar y dominar el Gobierno poniéndolo al servicio de sus intereses económicos y mediáticos. Enfangado en el relativismo, puso al servicio de ese fin, que en buena medida era una mimetización del modelo de Jesús de Polanco, medios espurios y abyectos como la manipulación mediática en altas dosis, la mentira irresctricta, el desprecio a los lectores y a su dignidad, así como a cualquier referencia deontológica del periodismo.
El Pedro J Ramírez decadente que he descrito en «El triunfo de Ágatha Ruiz de la Prada», ese Pedro J que ha perdido toda su influencia, que es incapaz de introducirse como un personaje secundario en la prensa del corazón, es sólo noticia por sus azarosas problemas sentimentales. Hoy ya es incapaz de manipular presentando a la mujer que domina su corazón y nubla su razón como una mujer idealista salida de las novelas de amor, cuando es una polémica abogada feminista que ha usado y abusado de la Ley de Violencia de Género a su antojo, con la presentación por sus clientas de denuncias falsas a fin de conseguir ventajas en meros debates por custodia.
La figura de Cruz Sánchez de Lara es el reverso de Pedro J, su alma gemela en muchos sentidos, es también el paradigma de su decadencia, pues la abogada había caído en el descrédito, sin prestigio en el mundo profesional, como se ha demostrado con su clara derrota en las elecciones al Colegio de Abogados de Madrid, con su despacho en crisis, como he desvelado en «El triunfo de Ágatha Ruiz de la Prada», no parece salida de las novelas de amor sino de las de la conveniencia. A Cruz le convenía mucho conseguir protección mediática, intentar recuperar influencia y dar el salto al estrellado del papel couché, lo que no ha conseguido y de paso ha dejado en ridículo a Pedro J, al que en las décadas anteriores Ágatha Ruiz de la Prada había preservado de si mismo, de su egolatría y su cursilería.
El Pedro J Ramírez actual es desleal y, sobre todo, mentiroso, capaz de vender que tiene un perro al que ama mucho, llamado Jota, regalo de la redacción de El Español, un medio surcado de problemas e instalado en la crisis, del que se despiden alegres de huir «de las fauces del león y de las hienas». Quien miente en lo poco, miente en lo mucho. Pedro J Ramírez ha mentido mucho. Lo hizo en niveles irrestrictos y superlativos, durante años, con reiteración machacona, en torno a la masacre del 11-M desde que el 27 de agosto de 2.005, en Son Servera, dentro de unas jornadas de El Mundo, bajo el título «España en la encrucijada«, lanzó la patochada para indigentes mentales de que «cada vez más indicios apuntan a que el 11-M se gestó en el seno de los aparatos policiales y los servicios del Estado democrático».
Previamente, en el proceso sucesorio de Mariano Rajoy, Pedro J Ramírez vio la posibilidad de controlar al PP, al Gobierno y hacer negocio. Domina al llamado sector liberal que entonces es todopoderoso y que está formado por los «pretorianos» de Aznar –Carlos Aragonés, Baudilio Tomé, Gabriel Elorriaga, Alfredo Timermans-, por el PP de Madrid con Esperanza Aguirre y el PP de la Comunidad Valenciana con Eduardo Zaplana. Éste hace un movimiento táctico: el 10 de julio de 2.002 es designado ministro de Trabajo, abandonando la presidencia de la Generalitat valenciana, donde deja a Francisco Camps, que hasta ese momento ha destacado por su lealtad. Hay que estar en el terreno de juego, aunque luego la decisión sucesoria quedará restringida a Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy, en ese momento incluso es posible que Zaplana pueda ser el elegido. Y también el partido está controlado con Ángel Acebes en la secretaria general.
Ramírez está a punto de tocar la gloria y convertirse en uno de los hombres más ricos de España, en el nuevo Polanco. En ese camino se van a interponer Mariano Rajoy y el 11-M. El odio viperino de Ramírez a Rajoy no se debe a ningún criterio moral relacionado con la corrupción, ni con el asunto Bárcenas, utilizado por Ramírez como la excusa para dar una imagen heroica a su salida de El Mundo por su fracaso gestor, sino al hecho de que trunca sus planes y desmantela al sector liberal del PP, que hoy no tiene presencia alguna ni en Génova, ni en Madrid, ni en Valencia.
El 11 M va a sacar el peor Pedro J Ramírez, un hombre corrompido moralmente, que no tiene reparos en utilizar la mentira y la corrupción en niveles superlativos. El mismo Pedro J que dice querer mucho a su perro Jota, al que ha abandonado y al que lleva un año y medio sin verle. Quien miente en lo poco, miente en lo mucho. En lo relativo al 11-M, Pedro Jota no hizo otra cosa que mentir.