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In memoriam Antonio García Trevijano, el español más lúcido e insobornable, maestro de repúblicos

Redacción




Antonio García Trevijano. /Foto: diariorc.com.

Enrique de Diego.

Ha fallecido el maestro de repúblicos, la mejor cabeza con la que contaba España, el pensador más profundo, cuya obra «Teoría pura de la República» (ejemplar que con una amable y elogiosa dedicatoria guardo como oro en paño, como un tesoro), es el mejor libro político salido de una pluma española. Ha muerto la referencia de la libertad en España, el azote ilustrado de la partitocracia, el denunciador insobornable de la falta de libertad política.

Antonio García Trevijano, don Antonio, una de esas pocas personas a las que el don le sentaba bien, ha muerto tras cuarenta años de tenaz lucha contra un despiadado y fiero ostracismo, por la sencilla razón de que sus ideas eran y son la solución para los males de la Patria, a la que él quería con pasión ilustrada.

Traté mucho a don Antonio y gocé de su amistad. Estuve varias veces gozando de su hospitalidad y su esclarecedora charla en su casa de Somosaguas, con su espigada figura de caballero andante en pos de su amada República presidencialista, donde el presidente sea elegido por todo el cuerpo electoral, en circunscripción nacional, donde los representantes no debieran su acta al partido sino a los votantes de su distrito, y pudieran ser revocados; en una democracia con división de poderes; donde el legislativo controlara al ejecutivo y el judicial no tuviera interferencia alguna de ambos.

Don Antonio era un grande, una luminaria. Y era temido por el sistema corrupto, que le iba cerrando puertas a pesar de contar siempre con el favor de la audiencia, como en aquellos espléndidos programas de «La Clave» de José Luis Balbín. Dar voz a García Trevijano, permitir que su mensaje llegara a los españoles, era, en los medios de comunicación, jugársela. En mi programa radiofónico «A fondo» tuve el honor y el deleite de hacer una serie de programas sobre la vida de este granadino egregio que era pura historia de España. De su peculiar amistad con Juan Carlos de Borbón en Zaragoza, siendo Trevijano notario en Teruel; de su extraña lealtad personal a Don Juan en los tiempos de soledad y traición en Estoril; de su activismo con la Junta Democrática y luego la Platajunta; de la mediocridad exultante de toda la clase política en la transición.

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García Trevijano no cedió. Fue el único que no lo hizo. El único que mantuvo enhiesta la bandera de la libertad frente al enjuague degradante de la transición. Y por eso era tan molesto, como una bofetada moral para el sistema basado en la corrupción. Muchos le han buscado y le han seguido en el Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional. 

Don Antonio parecía un hombre salido de tiempos de lealtades más probadas y también un guía firme para tiempos mejores.

Gracias, Don Antonio, maestro, por su pensamiento, su ejemplo y su amistad. Que Dios le tenga en su gloria, para que con Rafael Calvo Serer sueñen con una España de hombres libres.