Yolanda Cabezuelo Arenas.
Han estado los viejos en el Congreso, manifestándose donde lo prohíbe la ley mordaza: delante de los leones que tanto gustan a Pedro J. -ausente en la foto porque detrás no sale nadie de fondo con relojes de Cartier-; sólo salen viejos con el escueto adorno de una razón desbordante.
Allí han estado los viejos de España; los que han vivido los peores años de este país, pasando penurias; los que han sacado a sus familias adelante a base de doblar la espalda y encallecerse las manos… y las viejas de España, que por cuidar de sus familias hoy cobran -si la tienen- una pensión no contributiva.
Están moviéndose los viejos de España por todas las capitales, reclamando la indignidad de un % de subida -éstos son indignados, y no los de Pablo Iglesias-; indignados con razón, con pena, con conciencia del ninguneo al que se somete siempre a la tercera edad. Son viejos, y no le importan a nadie; quienes tendrían que hacer algo tienen sus pensiones aseguradas, y el poder adquisitivo asegurado también… los demás, que se mueran, que ya están tardando.
Ahí han estado los viejos alzando la voz; coreando consignas; dando una lección a los que siendo más jóvenes no se mueven ni se ponen delante de los leones: a los parados, a los que han perdido a sus hijos en un divorcio, a los que un banco ha dejado en la calle… a todos los que protestamos desde las redes, tecleando palabras repetitivas, pero no nos movemos para exigir soluciones.
Son viejos, sí. Cuando hablamos de ellos solemos caer en la condescendencia: pobrecillos, son viejos, no valen ya para nada… Pero ahí han estado, y ahí van a seguir, con el coraje y la determinación que nos falta a ustedes que no se mueven, y a mí que tampoco lo hago.