José Donís Catalá.
Parece que fue ayer. El 26 de agosto de 2005, en las III Jornadas Periodísticas de Son Servera, Pedro J. Ramírez lanzó el invento: “Cada vez hay más indicios de que el 11 M se gestó en los aparatos del Estado”.
Y ayer, 17 de febrero de 2018, la nueva discípula de Pedro J. remataba la jugada: “Terrorismo de Estado, intento de decretar estado de excepción y sacar el ejército a la calle. Guerra psicológica a un mes y medio del referéndum, para evitarlo”. –Mireia Boya, CUP.
Solo falta hacer que la cosa se venda, no importa la “teoría”, es suficiente con alimentar las almas de su secta tal y como hizo el creador del producto, una buena publicidad, que se repliquen sus noticias y dar continuidad al relato.
Posteriormente la insospechada pupila de Pedro J. ha ido desarrollando la idea, adornándola con las habituales trampas de la conspiranoia: «Primavera. Se anuncia la fecha del referéndum. En los pasillos de Ciudadanos oímos un «a partir de agosto os vais a cagar». Periodistas estatales advierten de que el Estado está dispuesto a TODO a partir de agosto”. “El imán estaba fichado por la policía desde el 11M. Sale en las escuchas que hizo la policía entonces, pero nunca le imputaron. Curioso, ¿verdad?”
Por supuesto todo es una conspiración judeomasónica internacional de iluminatis heteropatriarcales y fachas. Hasta la Europol está en el ajo: «Europol tiene información sobre el imán de Ripoll, el CNI y quién está verdaderamente detrás de los atentados. Y saldrá, veréis”.
Otro de los elementos definitorios de una buena conspiranoia es dejar claro que los asesinos islamistas son, en realidad, unos “pelanas”, víctimas que deberían ser indemnizadas, los “moritos de Lavapies”. Esa es la razón de que se abrieran diligencias contra otra de la CUP, la concejal del Ayuntamiento de Barcelona María Rovira. Cuando el Ayuntamiento concedió la medalla al mérito cívico a los Mossos y la Guardia Urbana, la concejal cupera afirmó que los Mossos d’Esquadra habían «ejecutado extrajudicialmente» a los terroristas, y acusó a la Guardia Urbana de ser el brazo ejecutor del racismo institucional. Moritos buenos, policía mala, Islam bien, España mal, este sería el resumen de la teoría. Es lo que hicieron todos sin excepción tras la masacre, hasta llegar al delirio de que la hermana de uno de los asesinos, Hafida Oukabir, nos echara una bronca “contra los actos de islamofobia y xenófobos”.
Plantaron la semilla en 2005 y ahora tenemos una sociedad enferma, demente, entregada sin crítica al suicidio colectivo.