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«Que Cruz nos deje en paz»

Redacción




Cruz Sánchez de Lara y Pedro J Ramírez, en Florencia. /Foto: Harper’s Bazaar.

Miguel Sempere.

Ángela es el nombre de la segunda esposa de Juan Carlos Iglesias Toro. Lleva doce años casados. Juan Carlos fue condenado a un año de prisión por maltrato psicológico por una denuncia de Cruz Sánchez de Lara, su primera esposa y actual del periodista crepuscular Pedro J Ramírez, presentada dos años y medio después de la firma de un divorcio por mutuo acuerdo. La sentencia -injusta, arbitraria y un monumento horrendo a los efectos de suprimir la gran conquista civilizatoria de la presunción de inocencia- ha sido desentrañada por Enrique de Diego en su best seller El triunfo de Ágatha Ruiz de la Prada, que está a la venta en la plataforma Amazon.

Juan Carlos Iglesias Toro lleva cuatro años en la cama con una «gran invalidez«, «grado de dependencia 3«, tras haber sufrido varias operaciones a vida o muerte en las que se le ha quitado buena parte del colon y del estómago. Su postración en la cama ha deformado sus extremidades y tiene un pie equino del que tendría que ser operado para poder caminar. Iglesias Toro tiene claro que sus enfermedades son consecuencia de la somatización del sufrimiento infringido por la persecución judicial a la que le ha sometido Cruz Sánchez de Lara.

Una frase habitual es que el maltratador nunca deja de serlo. Según ese axioma, Juan Carlos Iglesias Toro nunca lo fue, pues en los doce años de matrimonio con Ángela no ha habido más problemas que los que les ha generado Cruz, que no han sido pocos.

Ángela es una víctima colateral de la ideología de género, encarnada por Cruz Sánchez de Lara, quien al decir de Jesús Muñoz, una de sus víctimas como abogada, «parece salida de una novela del peor terror«. Ángela tiene dos trabajos y prepara oposiciones para docente. Cuando se le pregunta qué es lo que más desearía, responde sin dudarlo: «Que Cruz nos deje en paz«. La última, ha sido la recepción de una denuncia en la que Cruz reclama a Juan Carlos Iglesias Toro el pago de 1.772 euros por un tratamiento en centro privado de fisioterapia a Álvaro, el hijo común, al que Juan Carlos no ve desde hace años y del que lamenta que no se interesara ni cuando estuvo al borde de la muerte.

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¿Quién es el maltratador en esta historia?