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¡No hay Derecho: 5 meses en prisión por una denuncia falsa de violación!

Redacción




Santi García./Foto: elpais.com.

José Donís Catalá.

La juez estaba de guardia. Aquel domingo 3 de septiembre llegó muy alterada una joven de 27 años, L.T.C. Inmigrante, nacionalidad colombiana, madre soltera con un hijo de nueve: la habían violado. Un español. Muy violento. Su nombre Santi García, 27 años, de Cambrils, después de atacarla sexualmente y someterla a todo tipo de vejaciones quiso matarla.  Aclaro una cuestión menor: del nombre de la víctima se dan iniciales, del maltratador nombre completo, así el escarnio es público. Según nuestra ley de violencia de género no existe la presunción de inocencia, cualquier acusado varón es culpable mientras no se demuestre lo contrario y el mejor amigo del hombre sigue siendo el chivo expiatorio. La juez, horrorizada, mandó a una pareja de Mossos d´Escuadra y detuvieron en su domicilio al monstruo. Lo metieron en una celda de comisaría y de ahí a la cárcel de Tarragona, prisión sin fianza, 15 días incomunicado.

Un par de asociaciones de mujeres progresistas se pusieron en contacto con la víctima y empezaron los trámites para dar una paga de, al menos, un año a coste del erario para la mujer maltratada. A ellas se sumaron SOS Racisme Catalunya y Movimiento Contra la Intolerancia y cualquier entidad de las llamadas “no gubernamentales” que viven de la subvención gubernamental, indignados por la violencia heteropatriarcal y xenófoba contra una inmigrante por parte de un español. Todas estas asociaciones son “sin ánimo de lucro” y de ellas viven miles de personas que funcionan en base a denuncias: a más denuncias más subvención.

Pasaron las semanas y el padre del preso, Pedro García, acudió a un vis a vis: “Si lo has hecho, lo pagarás”, le dijo. La que peor lo estaba pasando, su madre, señalada por todos como la madre de un violador. Las miradas, los comentarios de vecinas, incluso el resto de su familia cambió su actitud hacia ella. Santi negaba los hechos.

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Había que esperar a los análisis de ADN para comprobar si los restos biológicos hallados en vagina y ropa íntima coincidían con los del acusado. En principio las pruebas tardan unos 15 días, pero teniendo al violador a buen recaudo no hay prisa. Pasaron los meses en prisión… uno, dos, y nada, sin resultados, así que Santi decidió contratar a otro abogado para enfrentarse al ejército de letrados de las asociaciones. Cinco meses de cárcel y, por fin, resultados de ADN: el encontrado en vagina corresponde a un varón que no es Santi, el de las bragas a otro, que tampoco es Santi.

La denunciante, L.T.C.  también de 27 años, trabaja en un club de intercambio de parejas. Aquel sábado Santi salió a cenar con su hermano y cuñada. Volviendo a casa de madrugada Santi se acercó a un cajero para sacar algo y poder coger un taxi, cuando ella, sin conocerlo de nada, lo abordó. “Empezamos a hablar y me pidió que la acompañara a casa, me ofrecí a pagarle un taxi, pero dijo que prefería caminar”. Pasearon un rato entre bromas y terminaron tendidos en la yerba de un parque: “Al final no lo hicimos porque ella me mordió y arañó en el cuello. Le dije que no me gustan estos juegos sexuales y la aparté”. Ahí quedó todo, Santi llamó a un taxi y se fue a dormir. Al rato la policía llamó a su puerta y empezó la pesadilla.

El pasado martes 23 de enero a última hora de la tarde la juez titular del juzgado nº 4 de Reus decretó su libertad sin cargos. Ya era noche cerrada cuando Santi pudo abrazar a su madre, su padre y otros familiares que acudieron a llevarlo a casa. La madre, doña Luisa, ha declarado que: “todo ha sido un cúmulo de despropósitos. Trabajaba en un restaurante de renombre y ha perdido el empleo por la denuncia”. Mientras, Santi intenta recomponerse y entender qué es lo que ha ocurrido: “No hice nada y lo he pasado muy mal, la prisión es otro mundo, ha sido muy agobiante”, “necesitaré ayuda psicológica. ¿Cómo voy a darle un beso a una chica después de todo?”.