Miguel Sempere.
El Partido Popular, tras las elecciones catalanas, vive una crisis que arrastra desde hace tiempo y que tiene nombre: Mariano Rajoy. Asistimos al agotamiento del liderazgo del presidente del Gobierno, a su desgaste irreversible. Así lo están entendiendo numerosos cargos del PP que ven en peligro su continuidad en las elecciones de junio de 2.019. Muchas miradas se vuelven hacia Alberto Núñez Feijoo, al que consideran el heredero natural de Rajoy y una de las figuras con menos desgaste dentro de los barones del PP.
Fuentes solventes indicaron hace tiempo la existencia de un pacto tácito personal entre Mariano Rajoy y Feijoo, que pasaba porque éste último se mantuviera en Galicia, sosteniendo el feudo, pero preparándose para dar el salto a la candidatura a la presidencia del Gobierno. Cargos del PP consideran que es el momento de hacer cambios para ofrecer una imagen renovada del partido, capaz de frenar el ascenso de Ciudadanos.
Esas fuentes renovadoras son partidarias de la celebración de un Congreso extraordinario porque también consideran necesario proceder a una revisión programática, pues el PP se ha convertido, consideran, en un partido básicamente de gestión, tecnocrático.
La respuesta oficialista es moverse por la línea de las convenciones, que constituyen una forma de movilización sin debate. Mariano Rajoy se considera a sí mismo fuerte y con capacidad y seguirá su estrategia de siempre: esperar a que la tormenta amaine. Pero no se descarta esta vez que las circunstancias obliguen a reactivarse al partido y en ese ambiente el factor Feijoo ha vuelto a tomar fuerza.