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Sálvame se hunde en la prostitución informativa: El caso de la porno star María Lapiedra y Gustavo González

Redacción




La actriz porno María Lapiedra. /Foto: abc.es.

Yolanda Cabezuelo Arenas.

Queramos o no el pasado condiciona el presente; y si ésta es una verdad incuestionable, no lo es menos que un pasado escandaloso afecta a la imagen y a la credibilidad que proyectamos. Actividades como la prostitución abierta o encubierta, o dedicarse a la industria del porno suponen un peso añadido en la balanza incluso a la hora de formarse una opinión.

Al respecto declaraba Nacho Vidal que hay mucha idea preconcebida sobre los porno-stars; la gente suele considerarlos “seres sin cerebro que sólo  piensan en tener sexo”. Confieso que yo tenía una impresión parecida hasta que Nacho Vidal me sorprendió en una entrevista televisada tras el escándalo de los vibradores chinos; aquella entrevista mostraba a un hombre divertido, y hasta tierno…

Por lo visto el porno no es un camino de rosas. Jenna Jamison advierte a futuras aspirantes de que “la prensa te tratará mal. Y si has conseguido cierta fama tendrás que enfrentarte a menudo con aficionados al porno que te tratarán mal”. Pasar de persona a objeto sexual va parejo con la industria. La pregunta es ¿hay que tener una condición personal concreta para ser actor o actriz porno? Evidentemente, sí. Hay que tenerlas para dedicarse a cualquiera de las dos profesiones que tratamos en este artículo. El cine porno no deja de ser la exhibición de una actividad que debería realizarse en privado (por eso se llaman relaciones íntimas), y la prostitución vocacional tampoco se da habitualmente entre mujeres consideradas normales. Si somos lo que hemos vivido es de suponer que un pasado que incluya cualquiera de estas dos actividades -o ambas, en el caso de María Lapiedra– excluye de la balanza valores como la ingenuidad, el pudor o la fidelidad.

Sin embargo, la mayoría de actores porno conservan, si no el pudor, el necesario buen gusto para mantener sus vidas privadas al margen de publicidad y profesión -una cosa es mostrar la intimidad del cuerpo y otra muy distinta la de marido, amante, mujer del amante y señor de 80 años que te compra las monedas- en el nuevo filón descubierto por Telecinco: el affaire María LapiedraGustavo González.

El affaire en sí no tiene nada de extraño; de hecho siempre ha habido mujeres rompematrimonios y maridos incapaces de mantener cerrada la bragueta; lo extraño es prestarse a dar bombo y platillo a una situación vergonzante siendo como es Gustavo González periodista. A María Lapiedra no puede suponerle novedad ni esfuerzo alguno, porque vive de vender su intimidad en todos los sentidos, pero en el caso de González no tiene explicación: en primer lugar porque su trabajo no consiste en ser noticia, sino en informar; y en segundo porque por su experiencia no puede ignorar que Telecinco está usando su escándalo  con el único interés de rellenar espacio televisivo, porque Sálvame se había quedado sin contenido.

Aquí hablamos ya de otro tipo de prostitución: la informativa, bastante más sórdida que la que pueda encontrarse en el mundo del porno o del sexo por dinero. Los mismos compañeros de Gustavo González se han prestado a participar en un circo que sólo puede derivar en la pérdida del prestigio profesional del periodista. Para siempre. El del programa ya se perdió hace tiempo.

El programa de Jorge Javier Vázquez alargará el culebrón  hasta la saciedad incorporando declaraciones del marido engañado -que parece más indignado porque los cuernos hayan sido gratuitos-; descalificaciones mutuas; polígrafos y revelaciones sobre el pasado de María hasta que encuentre otras tripas que poner en el balcón…

María Lapiedra no ha conseguido evitar que la prensa la trate mal, como advertía Jenna Jamison. Aunque le estén dando protagonismo al lagrimeo y las declaraciones con voz de tontita, el propósito no es otro que hacer caja. La usarán mientras interese y la tirarán después a perros, como hacen con todo; y que no se dé  cuenta, o no le importe, recuerda lo que dijo Nacho Vidal acerca de seres sin cerebro.

Si lo merece no es por su pasado. El pasado de María me parece mucho más honesto que su presente: venderse a uno mismo nunca será tan sucio como destruir una familia y destripar la hazaña públicamente. Cierto es que estaba acostumbrada a transgredir los límites morales por el uso continuado del sexo en su profesión, y ya hemos dicho que a consecuencia de ello no son esperables ni pudor, ni ingenuidad; pero que yo sepa, ningún otro porno-Star ha hecho en este país una cosa semejante.