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Cataluña es un circo que avergüenza

Redacción




Artur Mas. /Foto: ondacero.es.

Enrique de Diego.

París era una fiesta, para Ernest Hemingway; Cataluña es un circo que avergüenza. La dimisión de Artur Mas ni complica ni simplifica las cosas. Acosado por el Tribunal de Cuentas, a punto de salir la sentencia sobre el caso Palau, mostrando la cloaca en que devino Convergencia, a la que meramente se le ha cambiado el nombre, el mentor del fugado Carles Puigdemont, el estratega de esa locura suicida del procès, estaba ya de más en una escena en la que todo el decorado está hecho jirones.

Lo único que se puede asegurar en este momento es que la elección de la Mesa será el próximo día 17 de enero y diez días después la investidura. Las elecciones del 21 D no han cambiado, aritméticamente, nada. Salvo que hay un personaje en Bruselas que quiere ser investido presidente, votar telemáticamente y gobernar virtualmente, porque reclama la legitimidad del 1-O; y hay un total de ocho diputados electos con graves problemas para estar presentes ese fatídico 17 de enero. Tres están en la cárcel: Oriol Junqueras, de ERC, Jordi Sánchez y Joaquim Forn, de JxCAT; y cinco en Bélgica: Carles Puigdemont, Lluis Puig y Clara Ponsatí (JxCAT) y Antoni Comín y Meritxell Serret (ERC). Esquerra y Puigdemont van a pugnar por la presidencia de un Gobierno que será el del desastre y la sedición y que no está en condiciones más de que intensificar el caos y el vodevil. Para que todo les fuera mejor a los separatistas, cuatro electos tendrían que renunciar al acta.

Los vencedores de Ciudadanos ni pinchan ni cortan, porque los de Catalunya en Comú, que no son de Pablo Iglesias sino de Ada Colau, se pasaron hace tiempo al bloque separatista, que es donde les ha situado su amo Jaume Roures. Mientras tanto, las escuelas siguen adoctrinando, ahora con lazos amarillos, y TV3 está más que quiebra que nunca y también más sediciosa.

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Cortar la sedición a golpe de buenismo y con unas elecciones anticipadas es un desastre sin paliativos. El artículo 155 está previsto para establecer el orden y no para sembrar el caos, que es lo que se ha hecho. Hay que aplicar el artículo 155, pero en serio, lo que implica:

1.- Recuperar para el Estado competencias plenas en Orden Público y Educación.

2.- Cerrar TV3 y Catalunya Radio o controlarlas y depurar a los elementos sediciosos.

3.- Establecer juicios rápidos a los sediciosos imponiendo las penas del Código Penal.

4.- Exigir a todos los partidos, mediante la legislación oportuna e inmediata, respaldo y adhesión a la unidad de España, y no permitir la presentación a las elecciones de quienes no asuman ese principio incuestionable. Es lo que hace Francia y lo hace bien.

5.- Inhabilitar de inmediato a los sediciosos y sacarles de cualquier relación con los fondos públicos; retirarles el sueldo y, en su caso, las subvenciones a las organizaciones sediciosas.

La sedición es el inicio de una guerra civil, de baja intensidad, en los prolegómenos, que es preciso atajar. Quien no quiera verlo conduce a este panorama ridículo y vergonzoso, que va a llevar a Cataluña a la ruina y a instalarla en la ingobernabilidad. Todos son culpables de este caos bochornoso.