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Las maravillas del fin del mundo (1): La tierra sin humanos

Redacción




Ingeniero en «La Granja manos libres». /Foto: vozpopuli.com.

Enrique de Diego.

El fin del mundo está cerca. Se necesita ser ciego para no verlo, pero esta es una sociedad desarmada y ciega de vicio y corrupción. La utopía satánica de la extinción de la especie avanza. Por primera vez, el hombre ha acumulado la tecnología para dejarse fuera de juego, inservible. El axioma del posthumanismo, del transhumanismo es que el hombre es ineficiente, que no es competitivo respecto a la máquina.

Este horizonte se abre, con una revolución robótica con la que no se trata de ayudar al hombre sino de suprimirlo, al tiempo que se ha producido una concentración de poder y riqueza en unas pocas manos, en unas pocas familias del planeta, veinte, de las que salen círculos concéntricos de élites despiadadas que están financiando nuestra autodestrucción a través del socialismo lo mismo que del liberalismo.

Este fin del mundo, esta extinción mecanicista de la especie se produce en medio de grandes maravillas. Los coches serán autónomos y no harán falta ni taxistas, ni camioneros; los trenes serán autónomos y los aviones; no harán falta ni maquinistas ni pilotos. Todo es cuestión de tecnología, de programación. ¡Se eliminará el error humano! Los robots son presentados como seres simpáticos, como una especie de mascotas, cuando vienen a suplantarnos.

Una de esas maravillas se ha producido en el declinar del 2.017 y ha sido dada como una de esas noticias de mundo insólito, en un lugar recóndito, sin alarmar ni abrir debate. Se trata del proyecto Hands Free Hectare, de la Universidad Harper Adams de Inglaterra, en conjunción con la empresa de tecnología agrícola Precision Decisions (PD). Ha tenido lugar en la región inglesa de Webt Midlands. Se ha cumplido todo el ciclo de la siembra, el cultivo y la recolección de una plantación de cebada sin que el pie humano haya hollado la tierra: «La Granja Manos Libres«. Sólo con maquinaria autónoma y drones. «Este proyecto ha demostrado que no hay ninguna razón tecnológica para que un campo no pueda ser cultivado sin la intervención humana directa«, ha sentenciado Kit Franklin, a la sazón director del proyecto.

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Surgen muchas preguntas: ¿para qué nuestros avariciosos agricultores están atrayendo mano barata de inmigración ilegal? ¿qué se va a hacer con todos esos marroquíes y senegaleses? Pero más aún: ¿para qué son precisos agricultores? «No se trata de dejar a las personas sin trabajo, sino de cambiar el trabajo que hacen. El conductor del tractor no manejará físicamente ese vehículo, sino que será un gerente de flota y analista agrícola quien operará una serie de robots y monitazará meticulosamente el desarrollo de los cultivos«, ha concluido el tal Kit Franklin, profeta de las nuevas maravillas.

Toda Inglaterra o España, podrán ser cultivadas por vehículos autónomos y drones desde un puesto de mando. Kit Franklin y sus ingenieros creen que ellos se salvarán y dominarán el mundo, pero la utopía entraña que su trabajo lo podrán hacer robots con inteligencia artificial. ¿Para qué servirá el hombre? Llevan décadas preparándonos para la extinción: somos demasiados, estamos dañando al Planeta, provocamos el cambio climático. Algunas ideas se están lanzando para desarmar aún más a una sociedad ya de por sí desarmada por el vicio, la corrupción y el control de los medios por las élites depravadas. Por ejemplo, los robots cotizarán a la Seguridad Social. Nos pagarán algo así como una pensión eterna. ¿Qué sentido tiene eso? ¿Será una sociedad ociosa, de la cuna a la tumba? ¿Qué sentido tiene? ¿No es eso la antesala de la eliminación, al principio quizás selectiva? ¿Por qué alimentar a quién nada produce?

Hay por ahí una película, creo que se llama 2.012, en la que en medio de una catástrofe planetaria sólo se salvaba una casta selecta montada en una especie de arcas de Noé modernas. No parece un escenario de ficción a la vista de las maravillas que han empezado a realizarse. El hombre no controlará una flota de vehículos autónomos y drones, sino que lo hará un robot; a Kit Franklin le sustituirá un robot, quizás un androide, quizás un cibor. Todas las maravillas de la imaginación robótica están abiertas y amenazadoras.

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Nadie debate sobre la gran cuestión. Los sindicatos, comprados y ultrasubvencionados, callan. Sólo se han rebelado por ahora los taxistas y de ahí mi comprensión y mi elogio por su lucha por la supervivencia. Quizás la democracia nos defienda, pero la democracia está pervertida; el mundo está en unas pocas manos que imponen la autodestrucción de la corrección política y el exterminio de las clases medias, que serían el foco de la resistencia.

¿Quedarán periodistas en ese mundo apocalíptico que avanza? Los periodistas hace tiempo fueron robotizados, programados para decir y silenciar lo que les ordenan sus amos, porque el mundo actual están en unas pocas manos sin escrúpulos morales, que juegan con la especie a su extinción. Las maravillas de los tiempos postmodernos pueden eclosionar en una universal pesadilla. Aunque no tengamos la fuerza para pararlo, al menos hay que tener la lucidez para contarlo.

Sueñan con una sociedad de amos y esclavos, pero los esclavos serán eliminados y unas pocas familias podrán vivir en el paraíso del Edén.