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Cristina Cifuentes, la única del PP que puede frenar a Ciudadanos

Redacción




Cristina Cifuentes, en la manifestación de Barcelona.

Enrique de Diego.

La reacción al descalabró del Partido Popular en Cataluña dentro de ese partido ha sido la previsible: ninguna. Nadie ha alzado la voz. Eso sí hay muchos análisis en los que se citan fuentes anónimas del partido que piden cambios, que culpan a la estrategia siempre condescendiente de Pedro Arriola, pero cuanto tras la reunión de la dirección, Mariano Rajoy pregunto si alguien quería intervenir, nadie levantó la mano. La consigna entre los cuadros del PP es que los datos de empleo seguirán mejorando y eso terminará dando un respiro.

El Partido Popular es hoy un partido burocratizado, de cargos, en el que hace tiempo que no se actualizan los ficheros de afiliados y que ha unido su suerte y ha quedado atrapado por Mariano Rajoy. No faltan los periodistas orgánicos que dan la voz de alarma respecto a una marcha hacia la extinción. En el PP no va a haber debate. Han salido y saldrán Fernando Martínez Maíllo, Andrea Levy o Javier Maroto con el argumentario de que no ha pasado nada relevante, a pesar de que el PP con 4 escaños están en trance de ser extraparlamentario.

Los resultados de Cataluña implican un serio riesgo para los populares: el de la sustitución del PP por Ciudadanos como partido del centro-derecha. En Cataluña esa sustitución es ya un hecho: con 1.100.000 votos y 35 escaños la formación de Albert Rivera e Inés Arrimadas es la gran triunfadora, aunque haya perdido España y el conflicto siga nada latente, sino rampante. Los separatistas ganan por una ley electoral que prima a Lleida y Girona sobre Tarragona y Barcelona. Además, el PP sólo existe, y poco, en Barcelona.

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¿Son extrapolables los resultados al conjunto de España? Fuera de Cataluña, y algo Madrid, Ciudadanos es un partido inexistente, una cáscara vacía, que ha poblado los grupos de no adscritos por su nula democracia interna y su sistema telemático, pero eso, incluida su financiación irregular a costa de las instituciones, de momento ha sido lavado por las urnas y Ciudadanos y Albert Rivera vuelven a ser marcas en ascenso y la política en España es cuestión de marcas.

En Cataluña, esos votantes que llaman constitucionalistas han percibido mayor fortaleza y claridad en Ciudadanos, aunque es un partido, que sometido a los poderes globalistas, luego es partidario de la apertura de fronteras. Han percibido a Mariano Rajoy como un pastelero, con un liderazgo débil y errático. No se va a abrir, como sería lógico, el debate de la sucesión de Rajoy que, sin duda, es ya un político amortizado y en fin de ciclo. En conversación grabada, Francisco Marhuenda, exjefe de gabinete de Mariano Rajoy y que mentalmente sigue en el cargo, se jactaba de que una encuesta muy favorable para Cristina Cifuentes despertaría los celos de Rajoy. No dice mucho a favor del personaje.

A pesar de este silencio de los corderos, la etapa postRajoy ya ha empezado. A lo que se dedica Rajoy con saña de mediocre es a perseguir a los que dentro del PP percibe como posibles adversarios. Y hay muchos indicios de que desde hace tiempo Rajoy está jugando sucio con Cristina Cifuentes, salvo que se considere a la UCO y a la Fiscalía como entes de total solvencia e independencia.

Cristina Cifuentes con su bolso patriótico.

En medio de este descalabro, no habrá pasado desapercibido el gesto de Cristina Cifuentes asistiendo a la multitudinaria manifestación de Sociedad Civil en Barcelona, en los momentos más críticos, ni ese detalle significativo de portar un bolso con los colores de la enseña nacional en el Desfile de la Fiesta Nacional. Cristina Cifuentes ha sabido situarse como referencia patriótica, de forma que es manifiestamente la única que, dentro del PP, puede frenar a Ciudadanos e impedir esa sustitución con la que sueñan y laboran personajes ajados como José María Aznar y Eduardo Zaplana.