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La cloaca mediática de la izquierda administra la mentira

Redacción




Juan José Salas, el guardia urbano al que Rodrigo Lanza condenó a una silla de ruedas.

Miguel Sempere.

Tienen los tonos amanerados y complacientes de los nuevos clérigos. Se autoconceden cierta superioridad moral nada más basada en una sociedad de autobombos en la que funcionan como una manada, desde la que administran la mentira. En el año 2015, había que destruir al PSOE, al que consideraban inservible, y apoyar al Podemos surgido del 15 M y en Barcelona se pusieron a la tarea de convertir a un psicópata ideológico, que había dejado tetrapléjico a un guardia urbano, en una víctima y un héroe social.

Desde una izquierda decente, Jordi García-Soler, en El Plural, considera que mucha gente debería pedir perdón, pero con la convicción de que no tendrán «el mínimo coraje que exige» pedirlo. Ha recordado «la rotunda falsedad de las graves denuncias y acusaciones» del documental «Ciutat morta», un tortuoso ejemplo de propaganda y manipulación, al que contribuyó económicamente Ada Colau y en el que eran protagonistas el psicópata ideológico Rodrigo Lanza y su abogado, Jaume Asens.

Desde La Vanguardia, Enrique Figueredo, se ha preguntado «¿cuánto no debe haber dañado a la credibilidad del propio film que uno de sus protagonistas haya sido acusado de un homicidio?«. Y recuerda que «el film trasladaba de Lanza una imagen de víctima», desarrollando «la teoría conspirativa de la fabricación de las acusaciones». En el documental, se echaba de menos «la versión del urbano tetrapléjico o de su familia» que no aparecieron en el documental. Una laguna clamorosa.

No, nadie pedirá perdón, por supuesto. La cloaca mediática de izquierdas administra la mentira. El 25 de diciembre de 2014, Público afirmaba que «hace nueve años que Barcelona está muerta» y daba por buena la versión de que «allí fueron torturados» esas pobres víctimas de Rodrigo Lanza y cía. Antes, lo había entrevistado como a un mártir de la causa, con preguntas abyectas y abjurando de toda posición distante o crítica.

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Jordi Évole. /Foto: vanitatis.elconfidencial.com.

Desde El Periódico, Jordi Évole escribió que «los esfuerzos políticos, mediáticos, policiales o judiciales para silenciar la historia de Ciutat morta habrían triunfado en otra época. Pero ya no. Empujando desde abajo se puede lograr que una nota silenciada por los de arriba llegue a ser portada«. Y lamentaba los «dramáticos, injustos y tristisimos hechos que narra«, que, en ningún caso, eran las graves lesiones del guardia urbano.

El 21 de enero de 2015, Julia Otero babeaba literalmente ante el psicópata ideológico, al que presentó «como víctima de este proceso«, le masajeaba indicando que «no es fácil digerir tanto horror» y presentaba a su madre como «madre coraje». Hablaba de «irregularidades» en el proceso y entonaba el mea culpa porque «nadie pareció enterarse».

Julia Otero. /Foto: hola.com.

Administración de la mentira por la cloaca mediática de falsa moderación y elevadas dosis de hipocresía y doble moral en el brebaje. Como apunta Jordi García-Soler en El Plural, «me permito preguntar cuál hubiese sido la reacción de algunos que ahora apenas condenan este homicidio si el agresor hubiese sido un falangista y la víctima un okupa».

Resulta obsceno recordar el nivel de ensañamiento con Víctor Laínez por parte del psicópata ideológico para sentir una irreprimible náusea ante este periodismo abyecto de cloaca, que, por supuesto, no pedirá perdón.

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