Enrique de Diego.
El régimen del 78 agoniza, pero parece dispuesto a llevarse, en sus estertores, por delante la nación. La propuesta de Miquel Iceta de condonar la deuda a Cataluña, respaldada por Ximo Puig de hacer lo propio a Valencia, y que Cataluña recaude el 100% de los impuestos es la constatación de que el Estado de las autonomías no funciona, es un lastre y un desastre sin paliativos, que nos cuesta a todos los españoles 40.000 millones de sobrecostes en educación y sanidad y que implica un sobrecoste general de 110.000 millones en relación con un Estado como el francés.
Con el PSC de Miquel Iceta no es necesario el separatismo. Sus propuestas son el triunfo más palmario del golpe de Estado de los sediciosos. Representan la independencia material de Cataluña, aunque no se exprese mediante una declaración formal. Pero más allá, implica dinamitar el Estado autonómico y mostrar sus últimas contradicciones.
Esa condonación de deudas no representa su eliminación sino su transferencia a los ciudadanos vía impuestos. Es decir, lo que se está debatiendo, y para lo que se pretende preparar a la desarmada opinión pública, es la mayor subida de impuestos de la Historia sobre una presión fiscal que se ha multiplicado por 4 desde el inicio de la democracia.
Esas deudas de las autonomías no se deben a problemas en el modelo de financiación, ni a un «trato injusto» de la Administración central, como establece Miquel Iceta, sino a la mala gestión y a los problemas estructurales del sistema en sí, que ha multiplicado por 17 las instituciones –Iceta propugna seguir esa misma lógica y multiplicar por 17 las agencias tributarias-, ha roto la unidad de mercado y ha disparado la cifra de funcionarios con la incoporación de 920.000 nuevos, para gestionar lo mismo, las transferencias del Estado.
La cuestión es si los españoles quieren o no el Estado autonómico. Ese es el gran debate pendiente, necesario, si la sociedad quiere sobrevivir. La propuesta de Miquel Iceta, la postura del PSC respalda por Ferraz, es apostar por la ruina final de la sociedad.
Propongo un referéndum nacional con una pregunta bien sencilla: ¿Quiere usted el Estado de las autonomías o no?