AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


La herida luminosa: Literatura de Cataluña en el cine español

Redacción




Cayetana Guillén Cuervo y Fernando Guillén en «La herida luminosa».

Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

Desmintiendo una vez más las mentiras del independentismo catalán empeñado en reescribir la historia y manipular la educación conviene recordar una gran obra teatral de Josep María Segarra ( 1894-1961 ): La herida luminosa, llevada al cine en 1956 y nuevamente en 1997. El texto en su versión original se escribió en catalán, lo que no fue óbice para obtener un gran éxito en la España de los años cincuenta.

Uno de los trabajos más ambiciosos y arriesgados de José Luis Garci es precisamente su personal adaptación de la obra teatral de Josep María de  Sagarra: La herida luminosa.

La obra escrita en catalán fue traducida al castellano nada menos que por José Maria Pemán.

El estreno tuvo lugar en el Teatro Lara de Madrid el 20 de diciembre de 1955 bajo la dirección artística de Conrado Blanco. Los actores fueron Rafael Rivelles (doctor Molina ), Asunción Sancho (Adela ), Amparo Marti (Isabel ) y José María Rodero (sacerdote Ernesto Molina).

El texto había sido ya llevado al cine en 1956 por Tullio Demichelli, que logró un espléndido melodrama en la línea de los clásicos de Douglas Sirk (Imitación a la vida, Tiempo de amar, Tiempo de morir, Solo el cielo lo sabe)  y John M. Stahl (Que el cielo la juzgue, La usurpadora).

La trama es la siguiente: El doctor Molina, un prestigioso cardiólogo, y su mujer Isabel hace ya mucho tiempo que tienen problemas en su matrimonio. Viven en una capital de provincias en la opresiva España de los 50, en compañía de dos criadas. El amor inesperado que siente el doctor Molina por una joven colega, Julia, hace que vuelva a sentirse vivo. Ante la negativa de Isabel a la separación, éste recurre al crimen, un crimen fácil, al amparo de su condición profesional de médico.

 Anthony Mann se enamoró de El Cid por una situación : el héroe ganando una batalla después de muerto y cabalgando por las playas de Valencia perdiéndose en el horizonte. La situación de La herida luminosa es arrebatadora: el médico planeaba matar a la esposa y la amante habría de llamar por teléfono en una señal convenida. Pero el teléfono trae la noticia de que la amante ha muerto en un accidente de coche y la esposa descubre el crimen frustrado. El médico, ateo furibundo, no presta atención a la enfermedad cardíaca de su hijo que se ha revelado haciéndose sacerdote. Cuando el hijo cae víctima de un ataque el padre ha de efectuar una operación de urgencia. Coge el corazón del hijo entre sus manos y entre ellas la vida se escapa y el corazón deja de latir. La sangre salpica al desolado padre. La herida ha sido terrible, pero es una herida de luz y con esa sangre la fe ha vuelto, como San Pablo cuando fue derribado por la luz de Dios camino de Damasco.

Y al igual que Clark Gable le pide a Spencer Tracy que le enseñe a rezar tras escuchar a Jeannette MacDonald un himno de fe en San Francisco, el doctor solloza y le pide a su esposa que le enseñe a rezar.

Arturo de Córdova, Amparo Rivelles  y José María Rodero protagonizaron la versión de Demichelli , un melodrama de estilo recargado y poderoso muy en la línea de Douglas Sirk y sin duda una de las mejores películas españolas de la década de los cincuenta. En la versión de Garci el sacerdote se ha convertido en una mujer religiosa, Cayetana Guillén Cuervo, en tanto que Fernando Guillén encarna al médico. La época es la misma, pero con un prisma peculiar y desde luego más detallista. Además, el melodrama desatado deja su paso a una serenidad sublime, entre el Leo McCarey de Tú y yo y la blancura de Dreyer en Gertrud. Pero el espíritu sigue intacto y se resume en esa admirable conexión entre la fe y el amor, la paz y el arrepentimiento que pueden dar sentido a toda una vida.

NO TE LO PIERDAS:   El negocio suculento de la viruela del mono

Los primeros minutos de la película, en silencio, son magníficos,  llenos de misterio y sentimiento. Por otra parte las interpretaciones de Fernando Guillén (llena de una tristeza que traspasa la pantalla) y Cayetana Guillén Cuervo son excelentes. De nuevo la radio tiene una gran importancia: las criadas escuchan con pasión seriales radiofónicos de Matilde Conesa a “El Zorro”,  pasando por Pedro Pablo Ayuso.

El ritmo es sereno y pausado , los diálogos adaptan el texto original pero aparecen tamizados por el estilo clásico de Garci y Horacio Valcárcel. Todo ello aporta a la obra un estilo muy personal y desde luego diferente a la primera versión.

La herida luminosa de Tullio Demichelli no fue comprendida por los críticos de la época y la visión profunda de José Luis Garci también pasó desapercibida en una sociedad poco proclive a los sentimientos de autenticidad. Pero, sin embargo, el texto y la idea permanecen para cualquiera que quiera acercarse a ellas y descubrirlas.