Luis Bru.
Basta con poner Pedro J Ramírez en google para comprobar que está acabado, que Ágatha Ruiz de la Prada, literalmente, se lo ha comido. Casi todas las noticias relevantes están titulada con Ágatha, con Ramírez como un personaje secundario. Ágatha, a lo que se ve, es mucha Ágatha y el día en que la llevó el desayuno a la cama no fue la jornada más afortunada del riojano.
Ramírez está profesionalmente acabado desde antes de la salida de El Mundo, de donde tuvo que ser echado por sus malos resultados y no por haber entrevistado a Luis Bárcenas. Con un multimillonario finiquito, Ramírez podría haber seguido la senda de la sensatez y retirarse de la vida pública a gozar de lo ganado, a escribir sus memorias o a coleccionar sellos.
En esa sencilla búsqueda de Google, se puede observar que no interesan nada sus opiniones; ciertamente, sólo interesan las de Ágatha sobre él. Sólo el digital del ultralacayo Ignacio Escolar se ha hecho eco de su conferencia abriendo un curso conmemorativo del centenario de El Sol, organizado por la Fundación Ortega-Marañón, un chiringuito de sus herederos para vivir del cuento y demoler la memoria de ambos. Esa hubiera sido una buena salida para Ramírez. Escribir sobre Nicolás María de Urgoiti; hacer una historia actualizada del periodismo español o estudiar en profundidad la revolución francesa.
Ramírez, sin embargo, ha vivido obsesionado por la influencia, que es como la fama humana, efímera. De continuo, reproducía las listas de los más influyentes, en los que salía en lugar destacado. Pero, parafraseando a Jorge Manrique, eso no son más que berzas de las eras. Lo que le sucede a Ramírez es que no ha sabido envejecer; le falta fineza y humildad. A Ágatha Ruiz de la Prada le dijo que, a lo mejor le quedaban diez años, y quería ser feliz. Querer ser feliz a los 65 años es un triste balance. Es de una inmadurez y una inestabilidad emocional sorprendentes. Es la frase de un adolescente descentrado.
Ramírez prometió una revolución en internet, cuando internet llevaba décadas existiendo. En su conferencia ladrillo sobre el centenario de El Sol, Pedro J destacó que en esta era digital «están a punto de desaparecer las ediciones impresas, que son muertos vivientes que rinden homenaje a un tiempo pasado» y explicó que uno de los retos que conlleva es acabar con la concentración de inversiones publicitarias y la lucha por la implantación de un modelo de suscripciones a diarios digitales. Él es pasado, y no se da cuenta, él es uno de esos muertos vivientes. Venir ahora con estas como si fueran novedades es hacer de gurú de las cavernas prehistóricas. No dice más que obviedades rancias.
Mucho más interés que el centenario de El Sol ha levantado el aniversario del divorcio de Ágatha Ruiz de la Prada. Me remito, de nuevo, a google. La diseñadora ha declarado que «me aterra encontrarme a Pedro J Ramírez«. Cuate ahí hay tomate. Con esa declaración, y un informe de Covadonga Naredo, hay por ahí una abogada llamada Cruz Sánchez de Lara que seguro que es capaz de montar un pleito por presunto maltrato psicológico.