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La Cruz de Ágatha

Redacción




Pedro J Ramírez y Cruz Sánchez de Lara, en un puente de San Petersburgo.

Yolanda Cabezuelo Arenas.

Si es una verdad indiscutible que para todo en la vida hay que tener clase, para romper una pareja más todavía. Cuando Mario Vargas Llosa dejó a su mujer por Isabel Preysler demostró que también un premio Nobel de literatura podía ser un patán. No por dejarla -que nadie está libre de pasar por ese trance-, sino por pasear a la nueva por todas partes sin respetar el dolor de una señora con la que había estado casado 52 años y que, aparte de dedicarle su vida, había contribuido a encumbrar su carrera.

Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, pareja patética. /Foto: t13.cl.

Mario Vargas Llosa podría haber obrado con un poco de discreción, y no declarar que era feliz como nunca en su vida; porque con esa declaración demostró que no tenía consideración ninguna hacia una persona que la merecía, y con ello que andaba cortito hasta de educación.

Pedro J. Ramírez hizo algo parecido al dejar a Ágatha Ruiz de la Prada después de 30 años de matrimonio y dos hijos: decir públicamente que nunca había estado enamorado de su mujer, por si era posible superar lo de Vargas Llosa.

Siempre ha habido hombres infieles: hombres que han querido tener a su mujer en casa y a alguna entretenida; y hombres que pierden los papeles al dejarse subyugar y dejan a su mujer. Los primeros son mirados por otros con cierta envidia, pero los segundos arrastran ya para siempre el sambenito de tonto pelao.

En el caso de Pedro J. hay que tener en cuenta que ha cambiado a una señora por una abogada de dudosos escrúpulos profesionales Por un lado Ágatha Ruiz de la Prada, marquesa de Castelldosrius y baronesa de Santa Pau; empresaria; activista; innovadora; con un estilo que gustará más o menos, pero que es propio y transgresor.

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Pedro J Ramírez, detrás de la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada. /Foto: vanitatis.elconfidencial.com.

Por otro Cruz Sánchez de Lara; abogada experta en violencia de género; conocida por haberse visto envuelta en una trama de denuncias falsas, y por ser una mujer de escrúpulos livianitos.

Cruz Sánchez de Lara. /Foto: elconfidencialdigital.com.

Entre ambas partes, Pedro J. Ramírez, que ya fue el hazmerreír de España cuando se difundió su famoso vídeo porno. Entonces fue Ágatha Ruiz de la Prada la que mitigó el impacto del escándalo cubriendo a Pedro J. con su apoyo y respetabilidad; aunque la imagen del periodista se resintió ya para siempre.

Con esta nueva tontería Pedro J. no levanta ya cabeza en la vida, porque una cosa es echar una canita al aire con una mujer dispuesta a meterse en medio de un matrimonio, y otra muy distinta llegar al extremo de casarse con ella; máxime teniendo en cuenta que está cambiando el oro por el cobre.

Un hombre que se precie no deja a su mujer por la aventura del momento: se divierte con ella, y después santas pascuas. Y no es que sea un comportamiento admirable, pero al menos es el único lógico una vez metida la pata.

Mario Vargas Llosa con Patricia Llosa.

Ya pasado el chaparrón, Ágatha Ruiz de la Prada sigue el camino de casi todas las mujeres abandonadas: se recompone, se reencuentra, embellece y se vuelve más joven. Con el tiempo seguramente lo vea todo desde el desprecio que merece, con la ventaja añadida de haberse librado de un tonto del bote. Y lo mismo puede pasarle perfectamente a Patricia de Vargas Llosa.