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Puigdemont desea el artículo 155 más que Mariano Rajoy

Redacción




Carles Puigdemont y Anna Gabriel.

Ignacio Fernánde Candela.

Tras el segundo requerimiento, la actitud de Puigdemont es inequívocamente favorable a la aplicación del Artículo 155. Porque pareciera que desea la intervención de la autonomía más que lo que ha mostrado el prudente Mariano Rajoy para evitar confrontaciones institucionales de imponderables consecuencias. Algo plausible si antes no se le censurara al Presidente español, no haber tomado medidas cautelares y de justicia para evitar esta crisis histórica. No será por no haberlo intentado soslayar, el Artículo 155 forma ya parte de nuestra crónica política; está en la calle y sobre la mesa de las decisiones. La Generalidad así lo ha querido y no lo ha evitado por más que la Vicepresidenta declarase que nadie como Puigdemont lo había tenido tan fácil para evitar que se aplicara la Constitución (sic). Con este percal gubernativo andamos: alentando la intencionalidad delictiva y minorando la responsabilidad de los perjuicios derivados del golpismo.
Ridículo acto de inauguración de la ‘embajada’ en Copenhague. /Foto: elmundo.es.
 
El largo bagaje de rebeldía ha desembocado en una inevitable defensa constitucional, en una irrevocable responsabilidad que obliga a intervenir de modo determinante por la salvaguarda del Estado de Derecho. Otra etapa surge agotados los capítulos de la sedición con expectativas más alarmantes quizá, si es que hay alguna intención aun más antidemocrática para llevar a cabo la independencia. La rebelión podría ser una resolución que a tenor de los acontecimientos cabe en la interpretación de las amenazas veladas. Sería una decisión equivocada a tenor de los últimos acontecimientos que han menguado hasta el ridículo la credibilidad catalanista. El procés ha degenerado en una broma de mal gusto cuya gracia no la ríe ni Europa, por más que el payaso Romeva despliegue su talentosa capacidad para ridiculizarse.
 
¿Y ya está? ¿Tanta declaración de independencia suspendida y hasta no declarada?¿Tanta porfía por obligar a un Estado a pasar por el aro de la sublevación para acabar todo en el callejón sin salida de la ley, el orden y el respeto a las reglas democráticas? Permítanme dudarlo.
Imagen de la manifestación de Barcelona /Foto: elperiodico.com.
 
Quizá no se contaba con la fuga de empresas, o la manifestación sintomática de una mayoría ya no silenciosa que revoca la voluntad independentista, quimera de unos pocos con ínfulas totalitarias. Tal vez se han visto desbordados por los acontecimientos y acepten la derrota de lo inevitable, pero no lo creo. No se juegan las cartas de la sedición sin haberse marcado antes las de la trampa, en previsión de cómo se desarrolle el juego. El catalanismo juega a ganar como un tahúr repleto de recursos, con el as en la mano y otro en la manga. No se improvisa un desafío de este calibre si no se tiene un plan de radicalización en caso de que no puedan acceder a las pretensiones mediante el disimulo de lo democrático. Cierto que han perdido justificación y han convertido los argumentos inconsistentes en pretextos evidentes, pero no es descabellado prever un cambio de táctica dado que el engaño no ha dado resultado. Hay quien al verse descubierto reacciona con drástica indignación y crea tumulto para huir y quien acepta la derrota como un cordero dispuesto a asumir las consecuencias de una mala jugada.
 
En breve veremos de qué está hecho el victimismo de Puigdemont y compañía y hasta qué punto puede ser la excusa para intentar crear un desorden social que no tendría ninguna razón de ser tal y como han resultado las credibilidades perdidas. Pero si incongruente ha sido hasta ahora, no sería sorprendente que se rizara el rizo de la estupidez desafiando abiertamente al Estado español; tal y como ha buscado Carles Puigdemont ansioso de que se le aplique el Artículo 155.
 
Él sabrá las cartas que juega. No tardaremos en ver que los ases se le salen por las orejas y el revólver del cinto. Tahúr.