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Hay que poner una pica en Flandes o retirar al Embajador de Bélgica

Redacción




Charles Michel. /Foto: alchetron.com.

Enrique de Diego.

Ahora que en vez de hacer desfiles militares nos dedicamos a la recreación histórica, y que hemos sacado a los Tercios de Flandes por la Castellana, en honor no al duque de Alba sino al capitán Alatriste, deberíamos poner una pica en Flandes o, al menos, retirar de inmediato a nuestro embajador en Bélgica. No se hará, por supuesto, que en la España de Mariano Rajoy no hay dignidad, esperando ora el burofax de Carles Puigdemont ora la llamada imperiosa de Ángela Merkel.

Con profunda indignación, recibo la noticia de que el primer ministro belga, Charles Michel, a favor de eso de la mediación -un ataque a los tuétanos de la dignidad nacional- si fracasa el diálogo en España. «Solo si constatáramos un fracaso definitivo del diálogo habría que plantearse la cuestión de una mediación internacional o europea», sostiene en una entrevista en el diario ‘Le Soir‘.

Charles Michel, uno de los personajes más patéticos que pueblan esta decaída Europa, ya fue por libre condenando la actuación de la Policía el 1 O. «Tres días antes en la cumbre de Tallin habíamos hablado del relanzamiento del proyecto europeo y no me podía imaginar que nos enfrentáramos a imágenes de esta naturaleza en territorio europeo sin que hubiera una reacción de un líder europeo».

Bélgica es un estado artificial, infecto, parasitario, en el que valones y francófonos no se pueden ni ver, y los primeros quieren separarse. Vive de la burocracia comunitaria, con su gris cielo y su insulso paisaje. Su única identidad es el chocolate. Y lo que más exporta es terroristas islámicos a Francia, desde Molenbeck, ofreciéndonos las terribles imágenes de Bataclan. Su Policía es una broma macabra, un desastre sin paliativos, que no puede detener, por Ley, de noche, de forma que los terroristas pueden dormir a pierna suelta y lo hacen. Es esa Policía que tras el atentado en el aeropuerto de Bruselas montó una orgía en una Comisaría.

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Lo grave no es que una mediocridad como Charles Michel, de un país menor, ofenda a España de manera reiterada. Lo grave es que no se le conteste y se le ponga en su sitio. Al fin y al cabo, el capitán Alatriste es un personaje de ficción.