Enrique de Diego.
Con tremenda indignación, he tenido que escuchar a ese mequetrefe golpista de Carles Puigdemont que está hundiendo Cataluña y que parece salido de la caverna prehistórica, con su sonsonete clerical de manipulador, que declara a Cataluña independiente, de manera unilateral, echando por tierra la Constitución y pretendiendo convertir a España en un estado fallido. Y esa indignación, que no se suaviza con la tomadura de pelo de una etapa de diálogo a la trágala, es mucho mayor a la vista de que este tonto del pueblo no ha sido detenido de inmediato. Se le ha permitido subir a la tribuna de un supuesto Parlamento que carece ya de legitimidad para evacuar tal despropósito con completa irresponsabilidad.
Es un mentiroso compulsivo que se cree sus propias mentiras. Es un loco peligroso, que ha dedicido acaban con mil quinientos años de historia común, que se ha ciscado en todos sus antepasados y que se dispone a llevar a la ruina a toda una sociedad y a poner en riesgo a toda una nación y por supuesto a la Unión Europea, que si es algo, es un antídoto contra el nacionalismo.
Todas las llamadas a la responsabilidad han sido baldías, no han caído en un terreno fértil. Puigdemont quería pasar a la historia y ya ha tenido sus minutos de gloria. Ahora viene la miseria, la sangre, el sudor y las lágrimas.
Es preciso hacer un llamamiento al Gobierno de la Nación y a su presidente, Mariano Rajoy para que de una vez se deje de su cansina retórica y pase a tomar medidas de verdad, que aplique cuanto antes el artículo 155, que intervenga la autonomía, que recupere la competencia de orden público, que corte la rebelión consumada deteniendo a su principal inductor, que no es otro que Carles Puigdemont.
Estos son momentos para la fortaleza del Estado, para la contundencia y la rapidez en la actuación. ¡Basta ya de declaraciones melifluas! Que todo el peso de la Ley caiga contra Carles Puigdemont y sus compinches, contra esa mafia golpista.