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Tras el fracaso del golpe: Desmantelar el supremacismo separatista

Redacción




La Guardia Civil saliendo de la Conselleria de Hacienda. /Foto: elperiodico.com.

Enrique de Diego.

Si no existiera la Guardia Civil, habría que inventarla. Todo un despliegue de profesionalidad, de dominio de la situación, de fortaleza, de autocontrol y de investigación previa. «Guardia fiel a España entera«, como reza su himno, pues gracias a ella, a los que han hecho los registros y las detenciones, también a los que, con sus familias, han soportado el mobbing separatista en Manresa, «la Patria goza de calma». Ni un herido, ni una tirita, ni una taquicardia.

Intervenidas las cuentas, descabezado el segundo nivel, acusado -¡por fin!, como hemos pedido desde Rambla Libre- del gravísimo delito de sedición, con multas espectaculares del Tribunal Constitucional a los 5 miembros de la Sindicatura Electoral -12.000 euros diarios- y a los de las sindicaturas locales -6.000 euros diarios-, el golpe puede darse por fracasado, aunque queda aún mucho recorrido y ni se puede cantar victoria, ni bajar la guardia, ni perder de vista que los golpistas no pueden obtener ventaja de su rebelión.

Carles Puigdemont, líder de los golpistas, cabeza de la rebelión. /Foto: elplural.com.

Todavía no han sido detenidos los principales cabecillas empezando por Carles Puigdemont y siguiendo por Oriol Junqueras y Carme Forcadell. Y queda la tarea de desmantelar el supremacismo separatista que ha oprimido de manera cada vez más intensa a la sociedad española, sometiéndola a los dictados de los radicales. El separatismo ha sido secuestrado por los radicales de la CUP -esos pijos desclasados jugando a la broma de revolución-, como ha escrito Durán i Lleida, y ha sido llevado al abismo.

Porque frente al contragolpe judicial dado con el brazo militar y armado de la Guardia Civil no se han levantado barricadas, ni se ha ido a la huelga general, sino que todo funciona perfectamente, los centros de trabajo y las escuelas siguen abiertos y simplemente unos miles de independentistas con esas absurdas esteladas deambulan desgañitándose y rompiendo las lunas y pinchando las ruedas de unos cuantos todoterreno de la Benemérita. No ha estallado la «guerra catalana», a la que abocaba la irresponsabilidad de Carles Puigdemont.

El apaciguamiento ni ha servido ni servirá

Pero se ha llegado muy lejos, demasiado lejos. El apaciguamiento no ha servido y no serviría más que para poner las bases de conflictos futuros aún más graves. Los golpistas no pueden obtener ventaja. Eso sería un incentivo para el riesgo moral de nuevas asonadas. Diálogo con la lealtad y sólo con la lealtad. Es imprescindible dejar de dar alas a los sediciosos en los medios de comunicación españoles, especialmente en los que pagan los contribuyentes. Basta ya de neutralidades y equidistancias. Basta ya de ficticios debates que son piquetas aplicadas contra los fundamentos de la unidad de España, que es un valor moral, que es el fundamento preexistente de la nación, la libertad y la democracia. España y libertad son sinónimos y lo demás es comentario. Si es preciso quitarle la licencia a La Sexta, se está tardando. No son tolerables esos empresarios con una cadena para la unidad de España y otra para el separatismo y la revolución de los ociosos y los irresponsables.

En la intervención de las cuentas de la Generalitat se enumeran 297 sociedades satélites de la Generalitat, toda una red clientelar que alimenta económicamente al separatismo, al que debe aplicarse con todo motivo la agravante del odio, pues es odio y supremacismo lo que destila. Hay que cortar las subvenciones a la ANC, a Ómnium cultural y a toda la vía láctea de chiriguintos dedicados a vivir del cuento difundiendo el odio a España. Hay que cortar todas las subvenciones a los medios separatistas, desde las hojas volanderas a La Vanguardia. En España no se puede difundir el odio a España y a los españoles con dinero público.

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Las escuelas, campos de exterminio del españolismo

El separatismo se ha autoimpuesto como supremacismo, donando graciosamente la doble nacionalidad, asumiendo la plena soberanía, incautándose virtualmente de los bienes del Estado. Más aún, y durante décadas, con su pulsión autoritaria y totalitaria ha multado a quienes osaran rotular sus comercios en castellano, ha impedido la enseñanza en español en las escuelas, ha utilizado el catalán como vehículo de incomunicación y a las escuelas como campos de adoctrinamiento -de auténtico lavado de cerebro- y de exterminio del españolismo, como focos de difusión del odio a España.

Al tiempo, la CUP, nutrida de universitarios de facultades inservibles e inútiles, han actuado como los matones del supremacismo separatista, aterrorizando, amedrentando, agrediendo, con la complicidad y el beneplácito de la Generalitat y con el respaldo de los mossos; han señalado a disidentes, han asaltado sedes, han limitado el derecho de manifestación con agresivas contramanifestaciones, han pintado locales y comercios -como el de los padres de Albert Rivera– en una imposición del terror. O la CUP es ilegalizada o sus matones son puestos ante la Justicia.

Pretender apoyar desde Madrid al supremacismo separatista, tan insolidario, es de una insensatez supina

En todo este drama nacional, el elemento circense, el despiste monumental, el ridículo absoluto lo está poniendo Podemos, teledirigido por Jaume Roures y La Sexta. ¡Todo por diez minutos de prime time de la secta! El fiasco de la manifestación en Sol es de los que pasan factura, como el convocar una manifestación contra la unidad de España en la plaza icono regada por la sangre heroica de los mártires del 2 de mayo de 1808. Pablo Iglesias es de una tosquedad intelectual asombrosa. Parece incapaz de comprender, atenazado por un cúmulo de prejuicios y complejos, que España no es Rajoy, como no era Franco; que Rajoy es el accidente y España la esencia, una construcción fortalecida por los siglos capaz de soportar los desastres de la transición.

Algunos de los centenares de manifestantes en Sol. /Foto: elconfidencial.com.

A fuer de confluencias, Podemos es el títere, la marca blanca de los separatistas. Pretender apoyar el supremacismo separatista catalán, tan corrupto e insolidario, desde Madrid, por los madrileños, es de una insensatez supina. ¡Que un candidato a la presidencia del Gobierno grite ¡visca Catalnuya llibre y soberana! es para dudar seriamente de su salud mental! ¿Va a hacer campaña Podemos en San Fernando de Henares o en Alcalá o en Parla por la independencia de Cataluña o por eso tan chic, tan de cafetería de Políticas del ‘derecho a decidir’? Es previsible el más completo fracaso. Tendería a pensar que Podemos ha muerto, pero no es cuestión de echar las campanas al vuelo, aún ha de darnos maravillosas sorpresas y provocarnos saludables carcajadas a mandíbula batiente.

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Si el separatismo ha usado y abusado de la escuela convirtiéndola en un Gulag, en un Auschwitz del españolismo, envenenando las mentes de los niños y los jóvenes, haber cedido la competencia de Orden Público ha sido meterse en un berenjenal, asumir un riesgo excesivo. Ha tenido que ir la Benemérita, pilar de España, a defender el orden y la Ley. Los mossos han colaborado, no han pasado a la rebelión, pero su actuación ha sido tibia y, en cualquier caso, la idea de que podían cumplir funciones de Policía Judicial ha resultado una quimera.

Recuperar de inmediato las competencias de educación y orden público

El Gobierno de la nación ha de recuperar de inmediato y para mucho tiempo las competencias de educación y orden público. Es lo mínimo. Es urgente. Ha de ser inmediato. Hay que liberar las escuelas de inquisidores separatistas, depurarlas de comisarios políticos, erradicar el adoctrinamiento sedicioso y abrir sus ventanas al aire fresco de la libertad y a la posesión pacífica de la condición de españoles. Hay que situar a los mossos bajo gente leal y competente, no bajo mentecatos sediciosos como Joaquim Forn, quien incapaz de prevenir una masacre terrorista, se empeña en diferenciar muertos españoles de catalanes, con sectarismo mostrenco.

Hay que revertir una situación que lleva más de cuarenta años labrándose. Son precisas modificaciones sustanciales de la Ley electoral que reduzcan a su justa medida el peso de los separatistas, si no se tiene la fuerza moral suficiente, la vitalidad necesaria para ilegalizar sus formaciones (Francia exige que cada partido proclame su lealtad a la unidad de la Patria). Es conveniente ir al sistema mayoritario o establecer el tope del 5% para poder tener cualquier representación parlamentaria y presentarse en todas o en número mínimo de circunscripciones que hagan representativo el resultado en el ámbito nacional.

Carme Forcadell. /Foto: huffingtonpost.com.

Políticos de bajísimo nivel

No puedo por menos que mostrar mi estupor ante el hecho de que políticos de tan bajísimo nivel –Carles Puigdemont, Joan Tardá, Gabriel Rufián, Carme Forcadell, Anna Gabriel y toda la patulea- hayan llevado a Cataluña y a España a este atolladero. Cataluña no podía caer más bajo. He dejado fuera a Oriol Junqueras que es el que parece tener algo de más de entidad, no mucha. El equipo de Puigdemont, con Turull o Forn, es espantoso. Quitarse a toda gente de encima sería un beneficio para todos los catalanes y españoles. A su lado Mariano Rajoy, que no es para tirar tracas, parece Winston Churchill. Y esa es una de las paradojas del momento. Lo que está consiguiendo este proceso sedicioso, como efecto colateral, es la consolidación de Mariano Rajoy, del PP, de la monarquía, del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo -al que, cuando está el dinero en juego, estos curiosos revolucionarios recurren- y de todo un sistema que, en realidad, precisa una regeneración urgente.

Ahora lo que toca es desmantelar el supremacismo separatista y con ello desaparecerá el odio que ha incubado.

La Guardia Civil, pilar de España