Miguel Sempere.
Podemos ha decidido hacer causa común con el separatismo catalán y convertirse en la marca blanca de los separatistas en toda España. Una estrategia que puede pasarle una fuerte factura. Los dos ejes de análisis y propuestas de los podemitas es que «esto ya no va de independencia sí o no, sino de libertades y derechos», que estamos ante «un estado de excepción» y que los enemigos son Mariano Rajoy, el PP y la monarquía, a la que se acusa de haber abandonado la neutralidad.
Con ese bagaje político, y la pulsión de volver a la calle, Podemos pidió concentración en la Puerta del Sol. Una indignidad, Sol en la historia de España, es un icono del patriotismo, donde los madrileños se lanzaron a defender España contra el invasor francés. Es evidente que para Podemos esa referencia no existe, sino la de las concentraciones del 15-M, pero es muy dudoso que quienes se reunieron en Sol en aquella jornada ya mítica lo hicieran para defender las tesis de los separatistas o eso del «derecho a decidir». Es más probable que, junto a la crítica al bipartidismo, hubiera una apuesta por salir de los debates identitarios para imponer una agenda social. Y que la repulsa hacia la corrupción se dirigiera contra el PP pero también contra PDeCat y el conjunto de la clase política.
A la convocatoria de Podemos acudieron en masa diputados y cargos del partido, de sus aliados como Compromís, de PDeCat, ERC y PNV pero sólo unos centenares de personas. Podemos hizo el ridículo. Ahora se dispone a una movilización nacional con objetivos que ni son los suyos, ni van a ser entendidos por eso de los inscritos, que en la consulta interna de Cataluña simplemente no votaron.