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Pablo Iglesias, el culto a la personalidad se viene abajo

Redacción




Pablo Iglesias e Irene Montero. /Foto: ABC.es.

Miguel Sempere.

Podemos se configuró como una amalgama ideológica de base marxistoide en torno al culto a la personalidad de Pablo Iglesias. Ese esquema llegó bastante tocado, por la rebelión del hoy desaparecido Iñigo Errejón, hasta Vista Alegre II. Luego vino la moción de censura temeraria. Entre medias, la desarticulación manu militari de Podemos Galicia.

Una anécdota, que las redes sociales han elevado a categoría, ha mostrado que Pablo Iglesias va camino de ser un juguete rojo. La percepción de que la relación entre Pablo Iglesias e Irene Montero se ha enfriado, ha motivado unos versos satíricos «para enredar» de Alfonso Ussía apuntando, sin base alguna, a una tercera persona que sería una presentadora con aspiraciones de actriz. El bulo montado en las redes ha situado a la gallega Paula Vázquez en el centro de una tormenta en un vaso de agua.

La única base para el infundio proviene de la elevada simpatía de Paula Vázquez o el hecho de que en la moción de censura asumiera un excesivo protagonismo. Ese día, la gallega se hizo presente en las puertas del Congreso anunciando que «desde primera hora de la mañana me he despertado pidiendo café, zumo y moción de censura». Pero su admiración estaba centrada precisamente en Irene Montero: «como mujer me parece un ejemplo. Gracias, Irene, muchas gracias».

La relación entre Pablo Iglesias e Irene Montero no se da por acabada, pero sí que atraviesa una grave crisis. En la ruptura con Tania Sánchez, tanto ésta como Pablo Iglesias sobreactuaron como dos figuras del papel couché progresista. Iglesias tiene la compulsiva tendencia a usar el partido como su serrallo particular y a mezclar lo sentimental con lo político. Tuvo otra aventura con su asistente en el Parlamento europeo, una marroquí, de la que no se ha vuelto a saber. Tania pasó al sector crítico y al ostracismo. La relación entre Iglesias e Irene ha sido efímera. Ella escribió que «el mito del amor romántico es algo opresor, patriarcal y tóxico«. Con esos mimbres no se puede hacer un cesto. Pablo Iglesias transmite cada vez más la imagen de un persona inmaduro, de comportamientos espasmódicos, con un andamiaje intelectual cambiante, con tendencia a retorcer el lenguaje, como un personaje de otra época, desfasada, que no encuentra su sitio, que ha brillado durante un tiempo pero al que le faltan anclajes y hechura; un adolescente emocional e intelectual.

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Toda la historia muestra que Pablo Iglesias es ya un personaje que no infunde ni miedo, ni tan siquiera respeto. Es tratado como alguien con inestabilidad emocional, algo que en casi todas las sociedades, y específicamente en las anglosajonas, conllevaría su desaparición de la vida pública.

A esto se suman los bandazos en Cataluña, donde tanto Ada Colau con sus Comunes como Albano Dante no lo tienen como referencia, mientras él intenta ocupar un sitio que le distancie del PP, pero eso le hace caer en una posición vicaria respecto al separatismo.