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13 TV: Antonio Jiménez vuelve con un magazine sin ritmo y sin pulso

Redacción




Antonio Jiménez. /Foto: todotele.com.

Luis Bru.

Se nota mucho que a Antonio Jiménez le han impuesto un formato en el que no se siente cómodo -todo el tiempo envarado, con la mano en el bolsillo, nervioso- y que tampoco resulta atractivo para el espectador, al que se le lleva de un tema a otro, con escaso orden y poca profundidad. ¿A estas alturas a quien le interesa el huracán Irma contado por un periodista que salió de Miami en avión antes de que llegara el huracán?

El nuevo Cascabel no tiene ritmo televisivo, ni pulso. Por cierto, horroroso el nuevo anagrama de Trece, con letras deformes, en estilo postmoderno ya muy pasado de moda; una modernidad ajada y trasnochada. ¡Se han lucido! Y las películas cada vez más malas. La anterior al Cascabel, una ensalada de tiros.

Hay de fondo un intento de trasladar el estilo COPE a la televisión y el lenguaje radiofónico chirría. Muchos guiños de Grupo, aunque el corresponsal en Roma, para informar del viaje del Papa a Colombia, estaba ronco.

El programa empezó con un editorial, «La Opinión de Antonio Jiménez«, que no llena el hueco de Alfredo Urdaci, sino que palidece. Jiménez carece de formación y lecturas para afrontar el reto de analizar y transmitir opinión ilustrada. Chirría el trasfondo radiofónico, como lo hizo en la entrevista a un Carlos Herrera engolado y bastante sumiso al poder establecido, que en cámara resulta tedioso. Una intervención llena de obviedades y algunos simplismos, calificando la postura de Rajoy de «juego muy delicado«, al que se le está intentando hacer que «embista«, pidiendo a Pedro Sánchez «mayor expresividad física«. Insustancial.

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Los mismos contertulios de siempre, más romos que nunca, con la sensación de que están siendo vigilados por la empresa para ver si funciona el nuevo formato. Intervenciones sin interés, con la salvedad de Daniel Lacalle, más incisivo en el terreno económico de las consecuencias de la secesión catalana.

Nervios por todas partes, incluida la redactora encargada de la encuesta -con una pregunta demasiado evidente sobre si los independentistas se han hecho con la Diada-. Ninguna exclusiva. Poco trabajo de redacción. Informaciones trilladas y un punto desfasadas.

Una fórmula errónea que puede terminar en sonoro fracaso. El cascabel no suena.