Luis Bru.
Los atentados del 17 de agosto no son un caso aislado. Desde hace tiempo Cataluña es una base del terrorismo islamista internacional. Santuario de numerosos grupúsculos islamistas, Cataluña es considerada desde hace una década por los servicios de inteligencia europeos y norteamericanos como la base logística del yihadismo en Europa.
Según la Unión de comunidades islámicas en España (Ucide), en España hay cerca de dos millones de musulmanes, de los que 500.000 residen en Barcelona y alrededores. La mayor parte son de origen marroquí, también unos 40.000 pakistaníes viven en Barcelona. Al igual que los marroqués, estos últimos disponen de centros culturales, mezquitas, carnicerías halal. La mayor parte de estas poblaciones de inmigración magrebí y sudasiática estaba integrada en la vida de la ciudad, y es fácil pasar desapercibido entre ella. Situada a hora y media de la frontera francesa, Barcelona ofrece a los terroristas islámicos una puerta de entrada.
Hasta los atentados, los mossos han sido conscientes de que los islamistas utilizaban Cataluña para conseguir papeles y dinero a personas que querían partir para la yihad y que cierto número de ellos partían a Siria desde el aeropuerto de El Prat, según informa el digital Valeurs Actuelles.
«España tiene frontera con Marruecos y con la efervescencia del Estado islámico, el país ha sido situado como un objetivo de reconquista dentro del antiguo califato de Al Andalus; posee los enclaves de Ceuta y Melilla, que son zonas de tránsito y de formación para los yihadistas«, explica Laurence Sailliet, encargado de escribir un libro sobre la cooperación franco-española contra el terrorismo para el partido Los Republicanos.
«España es de hecho la puerta de entrada del yihadismo en Europa», afirma el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza. Cada vez más centros de culto islámico -como ha sucedido en Ripoll- tienen un doble discurso o muestran a plena luz su aversión a España y a sus valores.
Doctor en sociolingüistica y periodista de RTVE, Bouzaine Ahmed Khodja explica que «los padres musulmanes hacen el caldo de cultivo del radicalismo de sus hijos metiéndoles en escuelas coránicas o poniéndoles en manos de los salafistas desde su infancia. Los jóvenes musulmanes nacidos en España son aislados por sus familias. Pertenecen a una comunidad hermética, replegada sobre sí misma, que reproduce los esquemas sociales del país de origen y la negación de los del de acogida, lo que puede desembocar en una violencia en la que el islamismo se convierte en un refugio».
En cuanto al perfil de los terroristas que han atacado Barcelona, considera que «en el plano sociológico, no hay mucho donde investigar. Es preciso buscar del lado de su educación islámica, de su radicalización rápido en contacto con un imam extremista y su inclinación hacia la violencia como un recurso de venganza más religiosa y étnica que social».