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El amor por los tártaros

Redacción




Yolanda Couceiro Morin.

Yolanda Couceiro Morin.

Decía Jean-Jacques Rousseau: «Desconfíen de esos cosmopolitas que van a buscar lejos de su país unos deberes que desdeñan cumplir en casa. Tal filósofo ama a los tártaros para verse dispensado de amar a sus vecinos».
Es como una ley: cuánto más solidaria es una persona con los extraños, más indiferente se suele mostrar con sus compatriotas. En tiempos de J.J. Rousseau se hablaba de cosmopolitas. Son nuestros humanitarios de hoy, los solidarios de vocación, los oenegeros de profesión: los filántropos de oficio y beneficio.

A diferencia de épocas pasadas, ya no es imprescindible, ni siquiera necesario, ir lejos a buscar a esos «tártaros» para amarlos a domicilio. Hoy nuestros humanitarios del tercer milenio se traen la faena a casa. Su amorosa baba necesita ser vertida lo antes posible y en las mejores condiciones.

Las ONGs necesitan clientes, cuantos más, mejor. /Foto: cuartopoder.com.

En esta solidaria empresa participan distintos actores: ONGs, gobiernos, intelectuales, organismos internacionales, iglesias varias, fundaciones privadas y parte de la opinión pública, debidamente aleccionada por el aparato propagandístico del Sistema.

Ya no esperamos siquiera a que se presenten a nosotros los pobres de nuestra permanente Navidad para sentarlos a la mesa de nuestra culpable bonanza y nuestro inmerecido regocijo. Les vamos a buscar cada vez más lejos. Ya no los aguardamos en el umbral de nuestra casa, con el pan y la sal en las manos, salimos a rescatarlos en alta mar, cada día más cerca de las costas de salida.

Mafias interiores, promoviendo la inmigración invasiva. /Foto: lainformacion.com.

Pronto los embarcaremos directamente desde el muelle, en cualquier puerto de Turquía o de Libia. ¿Para qué perder el tiempo con trasbordos de un barco a otro, en medio de las olas? En estos momentos, y eso desde el año 2013 (Operación Mare Nostrum, seguida después por la Operación Tritón), varias naves de la marina de guerra de algunos países europeos se dedican a la recogida de «inmigrantes» y «refugiados» en el Mediterráneo.

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Fuerzas armadas colaborando con la invasión de sus patrias

Por primera vez en la historia de las naciones, las fuerzas armadas de unos países colaboran con la invasión de sus patrias por orden de sus gobiernos, quienes a su vez cumplen exigencias de niveles superiores.

Desde las «primaveras árabes» del norte de África y las guerras de Siria e Irak, ¿cuántas personas han llegado a Europa huyendo de esos escenarios (y de otros ajenos a esos conflictos, que se han «colado» en esa marea humana)? Posiblemente unos 3.000.000, cerca de 1.800.000 sólo durante el año pasado. Esa enorme migración humana ha sido posible porque ha sido querida, planificada, organizada y financiada por quienes tiene interés en ella.

No son únicamente nuestros buenos humanitarios los que han ayudado a esta gente a llegar a Europa, facilitándoles todos los medios a su alcance para tal finalidad. La UE, los gobiernos de algunos países miembros, Alemania en primer lugar, han puesto todas los recursos a su disposición para facilitar la inundación de Europa por estos «refugiados«. Las diferencias ideológicas entre ambos grupos inmigracionistas no impide la coincidencia en los objetivos que se alcanzarán de persistir en esa vía. En todo caso, ellos han elegido su bando: con los invasores y en contra los pueblos europeos.

Invasión. /Foto: mundo.sputniknews.com.

La política de acogida dictada por la UE no está siquiera motivada por una solidaridad mal entendida, ya que no puede crear más que problemas a las sociedades de acogida, sino por consideraciones políticas, económicas e ideológicas que no tienen en cuenta a los pueblos europeos y sus legítimos intereses.

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Todo esto ocurre en un panorama europeo de crisis prolongada, de pobreza creciente, de paro masivo, de recortes salariales y presupuestarios, de ruina inmimente, de graves problemas sociales, económicos, de terrorismo islámico, de criminalidad desatada, de tensiones étnicas y raciales en constante aumento. Nada de eso les importa ni a los gobernantes ni a los filántropos.

No pintan nada en España. /Foto: ramblalibre.com.

La continua llegada masiva de «inmigrantes» y «refugiados» no puede más que agravar las tensiones y deteriorar la situación en todos los terrenos. El desorden va en aumento, camino del caos. Y no hay caos sin violencia. El insólito amor a los «tártaros» de nuestros gobiernos y nuestros humanitarios, está llevando a Europa a unos escenarios de destrucción y muerte, en definitiva de guerra.

Cuando en una sociedad o en una familia se prefiere sistemáticamente a los forasteros antes que a los paisanos, a los extranjeros antes que a los compatriotas, a los hijos ajenos antes que a los propios, esa sociedad o esa familia han dejado de ser normales, se han desviado del recto camino que dictan los sanos instintos del hombre y ordena el buen gobierno de las naciones. Estamos ante una señal inequívoca de degeneración moral, de voluntad maligna de subvertir el orden y violentar el bien común, de causar daño y sufrimiento.

Las sociedades no pueden seguir soportando tanta provocación y desprecio, tanto ultraje y atropello sin reaccionar con la dureza necesaria que demanda la perversa empresa de sumirlas en el caos y la discordia. De sus heridas físicas y materiales una nación puede recuperarse, pero de su claudicación moral sólo puede acontecer la ruina definitiva.

Un policía infiltrado desvela la complicidad de ONG con mafias de inmigración