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Elsa Martínez, porque-yo-lo-valgo, gran pensadora política

Redacción




Elsa Martínez, estrellada de la Ciudad de la Luz.

Enrique de Diego.

En medio de las lindezas, improperios y presuntas injurias que me ha dirigido, por redes sociales, la exdirectora de la quebradísima Ciudad de la Luz, Elsa Martínez, también ha destilado algún pensamiento elevado por el que merece ser situada en el frontispicio de la intelectualidad más ilustrada.

Ha escrito la excelsa Elsa que «la política es el arte de la democracia, la decencia, el sacrificio, la honradez y la humildad«. ¿»La política es el arte de la democracia«? Ni Pericles en su Oración fúnebre, recogida por Jenofonte en su «Historia del Peloponeso» había llegado a tal profundidad. Ni Montesquieu en El Espíritu de las Leyes, ni Jean Jaçques Rousseau en El Contrato social, ni John Locke en su Ensayo sobre el entendimiento humano, ni en toda la colección de El Federalista -ni Thomas Jefferson, ni Alexander Hamilton– dicen nada al respecto, ni olieron la enjundia del pensamiento elsil. ¿Qué habrá querido decir? ¿Sería inoportuno pedir a la glamourosa -como se autodefine- Elsa que baje del Olimpo, o haga un descanso en el gimnasio, para que nos ilustre a los simples humanos?

Hasta el momento la relación establecida entre política y arte provenía de Antonio Cánovas del Castillo para quien la política es «el arte de lo posible«. Elsa, sin duda, en su praxis, nos ha mostrado que para ella también puede ser el arte de lo imposible, como generar un agujero tan monumental que ha asombrado a toda Europa, nada fácil de asombrar en esto de agujeros.

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¿Qué has querido decir, excelsa Elsa? ¡La política es el arte de la democracia! Toma del frasco, Carrasco. Y de ahí pueden devenir corolarios como: la política es la democracia del arte o el arte es la política de la democracia. Empero, no se entiende lo que has querido decir, excelsa Elsa y desde aquí te reconvengo a que no te guardes los retrúecanos de tu iluminado pensamiento.

En cuanto a lo demás -«la decencia, el sacrificio, la honradez y la humildad«- no han sido virtudes que se le hayan reconocido a la excelsa Elsa, sino todo lo contrario. No es cuestión de recordar que su expareja sentimental, Javier Castelló declaró que los sobres andaban por la causa común como Pedro por la suya y que el chófer hacía viajes ex profeso a Valencia para recogerlos. Claro que, según excelsa Elsa, lo del Castelló se resuelve con que «no sabía lo que tenía en casa», se lo decían «y yo no los quería creer». ¡Qué ingenua! Lo del «sacrificio«, Elsa, ¿a qué te refieres? ¿qué sacrificios te ha tocado hacer a ti? Cuéntanos. Porque más bien da toda la impresión de que te enchufaron para un puesto que no es que te cayera grande es que te venía inmenso.

Ewan McGregor. /Foto: latam.ing.com.

Y sobre lo de la humildad, hay un consenso generalizado en que te pierde el afán de protagonismo. Escribe Carlos Aymeur, en CulturPlaza.com (10-12-2014): «A éste (José María Rodríguez Galant) le sucedió la inefable Elsa Martínez, porque-yo-lo-valgo que le llamaban en la Conselleria de Economía, quien le quitó el puesto a su ex marido el diputado autonómico Antonio Peral, en una decisión que estuvo más cerca de Falcon Crest que de una selección de ejecutivos mínimamente profesional. Famosa por sus apariciones estrambóticas, aún hoy se recuerda su indignación con Ewan McGregor, que estaba rodando Lo imposible, porque no le esperó para hacerse una fotografía con ella. Era condición sine qua non; si ibas a rodar a Alicante tenías que retratarte con Elsa Martínez. La cara de Bruce Willis durante el rodaje de The Cold Light of Day es todo un poema».

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No parece, a tenor de la reseña, que hayas ido sobrada de humildad, sino todo lo contrario. Y he de reconocer que puedo imaginarme a Bruce Willis con Demi Moore, pero la verdad es que codearte tú, excelsa Elsa, con las estrellas pasando de una humilde concejalía a dirigir «los mejores estudios de Europa«, a decir nada menos que Ridley Scott, es un milagro que sólo se le pudo ocurrir «a ese señor como la copa de un pino» (según tú, que le conoces bien) que es Gerardo Camps.

Pero llevas razón, excelsa Elsa. Para la próxima vez apúntate el cuento: «decencia, sacrificio, honradez y humildad«. Mejorar la ortografía. Y algo de pericia y profesionalidad.