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Pedro Romero: «Alicante va a ser Marsella pero nosotros viviremos en urbanizaciones privadas»

Redacción




Enrique de Diego.

Cuando trabajaba en Intereconomía, en uno de los viajes a Alicante quedé con Pedro Romero, que entonces era el poder fáctico del Ayuntamiento. Me extrañaba que zona tan entrañable y privilegiada como la Plaza de Gabriel Miró y aledaños se hubiera convertido en sucursal de Argelia y quise saber cómo lo habían consentido. Con naturalidad, Pedro Romero echó mano de sus insondables reservas de cinismo y con prontitud, como algo previsto y muy pensado, me respondió: «Alicante va a ser Marsella pero nosotros viviremos en urbanizaciones privadas». Es hora de que los alicantinos sepan el destino que les han preparado sus deleznables élites al tiempo que robaban a manos llenas.

Cuando llegué a Alicante con director de la Edición de Abc que marcó época e hizo historia (algunos vagos inútiles terminaron cerrándola), Pedro Romero era el director ocioso de Radio Nacional de España y, junto con otros, participaba en un Club de Directores que se reunían a comer dispuestos a llevarse muy bien con el poder, sea el que fuera, a no informar y a ser la voz de su amo. Decliné la invitación a formar parte de este tugurio. El poder al que servían eran el PSOE de José Luis Lassaletta, un socialista honrado, y Antonio Fernández Valenzuela, el de Gráficas Díaz.

El contable de Al Capone en el Ayuntamiento de Chicago

Cuando aupado, con muchísimo esfuerzo, por aquella Edición de ABC, un Eduardo Zaplana agonizante y alelado tras su pillada en las frívolas conversaciones con Salvador Palop, empezó a tomar vuelo, Pedro Romero dio el salto a la política, en la oscura, rentable y decisiva función de tesorero provincial. Era Pedro Romero un bizcochable, con apariencia de ser un señor tradicional, de derechas, hasta que se cruzó en su vida una funcionaria del partido, Dolores Peña Villaescusa, y Pedro Romero rompió su matrimonio, dando un escándalo para la época. A Lola Peña no la ha puesto un piso, sino tres. Luego iremos.

Hay que reconocer que Pedro Romero se ha expresado siempre como un corrupto moral de elevada categoría como si fuera el tesorero de una mafia y estuviera en condiciones de tirar de la manta y de llevárselos a todos por delante. Algo así como el contable de Al Capone puesto de portavoz del Ayuntamiento de Chicago en los tiempos de la alcaldía de Big Bill Thompson.

Camino Remiro, exportavoz de Esquerra Unida, hizo una pregunta retórica: «¿Qué sabrá este hombre para que su partido en bloque lo respalde cada vez que hace una de las suyas?«. Pedro Romero ha respondido con su conducta política y de palabra, cuando declaró a la extinta La Verdad que «lo último que hay que hacer es tocar al tesorero». Más claro, agua. Pedro Romero lo sabe todo de las cloacas llenas de mierda y corrupción del PP alicantino porque han transitado por sus manos, como las de Génova lo han hecho por su amigo Naseiro y su conocido Bárcenas. Pedro Romero rompió la disciplina de voto con Comylsa, le puso la proa a la buena y honrada de Maribel Díez de la Lastra, que en gloria esté, hasta acabar con ella, compró las esculturas que le dio la gana al precio que le dio la gana, sin tasación alguna, defendió a capa y espada, con desparpajo de tesorero, los muchos intereses de Enrique Ortiz, plan Rabassa, por supuesto, durante la alcaldía de Big Bill Díaz Alperi, y nunca ha pasado nada.

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Lejos de la chusma alicantina

En lo que nunca pensó, ni se le pasó lo más mínimo por la cabeza fue en los intereses de los alicantinos y de Alicante, que a él le importaba una higa que deviniera en la degradada, islamizada e insegura Marsella. Su objetivo era vivir en urbanización privada, lejos de la chusma alicantina. Y lo ha conseguido. Entre noviembre de 2002 y julio de 2003, aquella funcionaria del grupo que robó el corazón a Pedro Romero apareció, como una marquesa, dotada de una gran fortuna y adquirió tres inmuebles de lujo en Cabo de las Huertas, patrimonio valorado en aquellos entonces en más de 2 millones de euros. El primer inmueble, un chalet en la Calle La Boga de 593,14 metros cuadrados, con sótano, planta baja, primera y torreón, con piscina y jardín. Lola Peña, adalid de las políticas sociales en este PP degenerado de pastaflora, lo adquirió a toca teja por 372.627 euros, demostrando más liquidez que Ignacio González. Para los otros inmuebles, de 280 metros cuadrados cada uno, obtuvo dos créditos concedidos por la Caja de Ahorros del Mediterráneo -que ya no existe porque la saquearon de manera inmisericorde los gangsters peperos de Modesto Crespo y Roberto López– por 210.000 y 300.506 euros.

Lola Peña es titular de la totalidad en pleno dominio y carácter privativo de las tres fincas, por lo que Pedro Romero vive de prestado y deja bien a Lola para su previsible viudedad, dada la notoria diferencia de edad, cada vez más lacerantemente patente. Con su sueldo de funcionaria del grupo y el de Pedro Romero como portavoz las cifras no cuadran, así que Lola, la social, explicó que el matrimonio había vendido un piso en la Avenida Óscar Esplá, un bungalow en Residencial Las Hadas y 2 locales en Bulevar Plaza, con cuantiosas cargas hipotecarias, por cierto, y de esa forma Pedro Romero y Lola Peña produjeron un auténtico milagro inmobiliario de trilerismo superlativo.

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Rotarios es a moral lo que Lola Peña a social

Si Alicante termina siendo Marsella, no hay cuidado, los Romero viven ya en urbanización privada, aislados de la chusma. Tanto sabemos que sabe Pedro Romero, tanto sabemos que calla, que las dos últimas legislaturas en activo fue de concejal por Torremanzanas, una especie de aforamiento aldeano que hizo abandonar a un alcalde de la localidad.

Y la muestra de la degradación moral a la que ha llegado este Alicante ninguneado, que ha visto desaparecer su gran institución financiera, la Caja de Ahorros del Mediterráneo, por un euro, y que ha visto impertérrito convertido a su Ayuntamiento en una cueva de ladrones, que Pedro Romero, al que su condición de tesorero le permitió codearse con la derecha económica, corrupta a la par que la política, ha pasado a presidir el Club Rotario, que se supone filantrópico y con cierto aura moral, más o menos como a la especuladora inmobiliaria Lola Peña se la supone conciencia social.

Vi a Pedro Romero en las impugnadas elecciones a la presidencia y ejecutiva del PP local. El tiempo ha dejado en él huellas indelebles de deterioro. Pedro Romero es una ruina humana que se arrastra tambaleante, sin la dignidad de una senectud virtuosa. Una parábola moral de lo efímero de la vida, incluso de la del tesorero.

Ha declarado Lola Peña que «los del PP, a lo nuestro, a trabajar«. ¿Trabajar, en qué, cuándo, cómo? Bueno, a robar nadie ha ganado al Partido Popular.

De un cínico con mucha más hechura, Charles Maurice Tayllerand, el apóstata exobispo de Autun devenido en revolucionario, Napoleón, que lo tuvo de corrupto y sagaz ministro de Exteriores, dijo que era «un montón de mierda en medias de seda«. Pedro Romero no es Tayllerand. Sólo ha sido el tesorero del PP alicantino de la corrupción generalizada e irrestricta.

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